2022-02-23

CON TACTO Y CONTACTO ES IGUAL, PERO NO ES LO MISMO

El tacto es el sentido corporal con el que se perciben sensaciones de contacto, la acción de tocar o palpar, la prudencia en el proceder en un asunto delicado, la exploración con la yema de los dedos. El contacto es la acción o el efecto de tocar dos o más cosas, la relación o trato entre personas o entidades. Sutiles diferencias en cuanto a enunciación, pero que en la práctica lo que parece liviano puede devenir en auténtica batalla campal. Lo demuestran las fotos que he bajado el 22/02/2022 (curiosa fecha) del mismo periódico (Diario de Noticias).



A la foto de los políticos le he aplicado con Photoshop un desenfoque gausiano únicamente a los comparsas para resaltar más el momento de la pareja. Aclaro que la foto del abrazo está tomada de cuando se querían. ¡Ay!, esos ojitos, qué tiempos... ahora es casus belli. Y, puestos a elucubrar, no sé qué contacto prefiero: si el de los políticos o el de los deportistas.

Pero, no, no voy a hablar de política aunque me dan ganas. Hablaré de los llamados deportes de contacto que, en la práctica, son una licencia para pegar. Se vienen practicando desde la antigua Grecia y Roma. Algunos lo proclaman abiertamente: son deportes de combate, como el boxeo que, no sé en qué mente cabe, llaman deporte a dos tipos (ahora también tipas) partiéndose la cara. Comprendo que sus practicantes se lo pasan fenomenal soltando mandobles y que otros la gozan mirando. Admito que puede tener algunos beneficios. Lo que no me parece tan bien es que se muestre como si se tratara de una actividad inocua. Porque básicamente la esencia consiste en pegar a una persona y eso duele. Mejor se practica este “deporte” cuanto más y mejor se pega y la lesión que en otros deportes de riesgo se puede producir por accidente, aquí es la buscada y aplaudida de tal manera que si el contrario se queda KO llegamos al sumun de la perfección. Qué edificante.

Otros deportes son más comedidos. Emplean eufemismos como carga legal, que pase el balón pero no el jugador, agarrones, insultos, juego marrullero, agresión directa, pérdida de tiempo, artimañas aceptadas por todos pero que podrían ser perfectamente evitables sin menoscabo de la belleza del deporte. No estoy en contra de los deportes de contacto, faltaría más, sino de las trampas para ganar.

 Existen multitud de deportes de todo tipo e intensidad que prescinden del contacto directo como natación (el más practicado), tenis, montaña, ciclismo, voleibol, béisbol, bádminton, carreras varias, navegación o el ajedrez que no sé qué hace metido como deporte. En Euskal Herria tenemos 15 o 20 deportes propios con varias modalidades, individuales, por parejas o por equipos. El más conocido es la pelota vasca o frontón que se practica por todo el mundo. Se juegan con regularidad, ninguno es de contacto —y esto es destacable— y son igual de apasionantes tanto para jugadores como para espectadores.

Estoy convencido de que lo que impera en la mayoría de la gente que va a ver un partido de fútbol —como paradigma de juego de masas— es que su equipo gane como sea y solo encuentra satisfacción en la victoria. Hay una expresión que dice que hay que ganar por lo civil o lo criminal. Hablé expresamente del fútbol en una entrada que se puede leer pinchando AQUÍ. Es el espectáculo por antonomasia donde se da contacto sin tacto, pero no es un deporte que practiquen los espectadores del futbol porque, mientras no se diga lo contrario, ver futbol no es hacer deporte.  

 

 

 

 

2022-02-13

UN DIAMANTE POR ENCARGO

COMENTARIOS AL RELATO DE «EL TINTERO DE ORO» DE 02/2022 DE ACUERDO CON LAS PREMISAS DEL SIGUIENTE CARTEL:




EL TEXTO SE PUEDE LEER PINCHANDO AQUÍ


2022-02-12

TAUROMAQUIA

 

La pandemia, que todo lo trastoca, ha propiciado que se suspendieran por dos años los mal llamados festejos taurinos. Podría ser una ocasión magnífica para darle una vuelta o, al menos, cuestionar su encaje en esta sociedad que presume de civilizada en este siglo que ha superado su quinta parte. Pero no será así, me temo.

Leía hace poco un artículo periodístico de alguien que había escrito un libro donde suelta perlas de este pelo: «Los animales no tienen derechos porque no tienen obligaciones. Tampoco sufren porque el sufrimiento es privativo de los humanos». Estas afirmaciones tan categóricas me recuerdan cuando decían que los negros (las personas) no tenían alma, por lo que eran animales y se les podía matar, maltratar o comerciar con ellos. Un poco antes también se decía que las mujeres no tenían alma. Derechos tienen —ahora me refiero a los animales—, no hay más que acercarse al Código Penal: El artículo 337 castiga a «el que por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente, causándole lesiones que menoscaben gravemente su salud o sometiéndole a explotación sexual, a un animal doméstico o amansado». El legislador, para aclarar a qué animales abarca esta protección, incluye en el concepto de “animal doméstico o amansado” un animal de los que habitualmente están domesticados, un animal que temporal o permanentemente vive bajo control humano, o cualquier animal que no viva en estado salvaje”. Las conductas prohibidas en los delitos de maltrato y abandono de animales consisten en «maltratar injustificadamente», «maltratar cruelmente» y «abandonar animales domésticos en condiciones en las que pueda peligrar su vida o integridad». Creo que matar cruelmente, por mucho arte que le pongan al deleite, encaja perfectamente. Además que la clave está en “el control humano” donde sí están los toros. Supongo que de esta prohibición se salvará la caza exclusivamente. También dice el autor del libro que “la tauromaquia tiene tanta fuerza mediática que se meten con ella para hacerse visibles en la sociedad”. No se puede juntar en tan poco espacio tanta estulticia y mala baba.

La historia de la tauromaquia, que tan asimilada está en nuestra cultura, ha sido muy cambiante. Desde estar prohibida por las autoridades y condenada por la Iglesia Católica por ser pecado, hasta darle protección declarándola Bien de Interés Cultural y subvencionarla para mantener el negocio de algunos porque por sí misma no sería viable económicamente. Admitiendo que el arte ha sido prolífico en plasmarla, no justifica mantenerla per se. Guardar tradiciones es encomiable, pero cambiar las perversas lo es más. A estas alturas deberíamos tener claro que no está bien matar un animal para regocijo humano. Una salvajada no se puede justificar en la tradición que arrastre ni sustentarla en lo que pueda tener de arte si este consiste en la carnicería que se produce en el ruedo. Es poco edificante ver a los areneros tapando la sangre y la mierda que deja el espectáculo y da «vergüenza torera» ver cómo se llevan al infortunado entre el jolgorio de los espectadores que cuando más se divierten es cuando ven correr la sangre. Porque de lo que se trata es de un espectáculo de lucha a vida o muerte donde, sí o sí, el toro la va a palmar y todos lo saben de antemano. En definitiva: un espectáculo macabro y repugnante a partes iguales que retrata con esos calificativos a quienes lo mantienen.

Las corridas de toros son un anacronismo que tarde o temprano la sociedad terminará por rechazarlas. El empecinamiento en mantenerlas, aun en contra de todo civismo, es maltrato animal disfrazado de tradición. Como dijo Gandhi «la grandeza y el progreso moral de un país, una nación, puede juzgarse por la forma en que trata a sus animales». El respeto por su bienestar es una muestra de los valores que guardamos como sociedad.