2021-02-17

PORQUE LLEGARON LAS FIESTAS

 

Llegará el verano, con él las fiestas, las tradiciones, con estas los toros y con ellos la polémica. Para complicarlo, todo está impregnado de Covid19 que es la que condiciona nuestro ocio, nuestros actos, nuestras decisiones y, en definitiva, nuestra vida. Esta pandemia ha adquirido a estas alturas la suficiente entidad como para que forme parte natural como elemento de referencia en nuestra conversación,  nuestro relato y nuestro devenir diario.

Al respecto de las fiestas, en el entorno donde vivo se está polemizando con las opciones que hay que sopesar y la casuística es muy variada. Desde quienes quieren retomar las fiestas como si aquí no pasara nada, hasta quienes plantean el cerrojazo total para este 2021.  Entre medio están quienes hablan de las “no fiestas” y plantean realizar actos tipo misas, conciertos (según cuales), fuegos artificiales, corridas de toros y, a la par, suspender verbenas, comidas, música callejera, encierros y demás actos festivos populares. Todo esto en una ciudad donde la esencia de la fiesta es la calle y sin ella no se entiende, por lo que tiene un tufazo rancio que da para atrás. Así que las decisiones no se toman en función de la situación sanitaria de la población y de la evolución de la Covid19, sino de intereses espurios.

Los políticos tienen un trastorno de la comunicación caracterizado por patrones estereotipados y alejados de la realidad, de manera que se ven impelidos a trasmitir optimismo en la población. Qué mejor que decir que la economía va a ir bien, que estamos ganando la batalla a la pandemia o que habrá fiestas. Todo ello aunque la realidad diga lo contrario y donde dije digo, digo Diego.

Si hay alguien en el mundo mundial con ganas de fiesta yo sé dónde se encuentra y como los sanfermines son por definición multitudinarios, callejeros, nadie puede garantizar la inmunidad de grupo o inmunidad colectiva porque la vacunación va despacio, más despacio de lo que prometían y, sobre todo, más despacio de lo necesario. Haciendo un paréntesis a propósito de inmunidad, detesto a quienes hablan de inmunidad de rebaño. A quienes emplean esta expresión yo les pondría un bozal, naturalmente por burros. Son ganas de inventar expresiones desafortunadas. Lo que comento para mi entorno, supongo que vale para los demás, porque los problemas, las inquietudes y los deseos son parecidos y los políticos iguales y las tradiciones festivas son esencia de vida. Yo como no tengo soluciones fáciles, ahí lo dejo.

Quería haber hablado más extensamente del anacronismo que suponen las corridas de toros y del empecinamiento en mantenerlas aun en contra de todo civismo, por cuanto supone de maltrato animal. Como dijo Gandhi «la grandeza y el progreso moral de un país, una nación, puede juzgarse por la forma en que trata a sus animales». El respeto por su bienestar es una muestra de los valores que guardamos como sociedad. Guardar tradiciones es encomiable, pero cambiar las perversas lo es más. A estas alturas deberíamos tener claro que no está bien matar un animal para regocijo humano (o negocio en muchos casos). Una salvajada no se puede sustentar en la tradición que arrastre.