Cuántas veces oímos que hay que saber qué tiene prioridad: lo importante o
lo urgente. Así, de entrada, estamos ante un dilema erróneo. Lo que hay que
saber es distinguir qué es una cosa y qué la otra ya que, si no lo sabemos,
cometemos el error de atender asuntos que pueden parecer urgentes dejando lo
importante relegado.
Ambas premisas tienen su peso específico. Por ejemplo, la apelación a un
Tribunal (lo importante) hay que hacerla
en un tiempo determinado (lo urgente) para que pueda prosperar. Hay
cuestiones que participan con igual peso de las dos y no presentan problema.
Esas hay que hacerlas ya y, si hay varias, el problema será saber ordenarlas
por orden de prioridad. También hay otras que no son ni importantes ni urgentes.
Serán las que deberíamos dejar para mejor ocasión o, mejor expresado, para
cuando no tengamos otra cosa mejor.
La importancia es una interpretación
subjetiva en función del interés que tengamos en que se realicen unos objetivos
de acuerdo con nuestras metas o gustos. La urgencia puede considerarse la
consecuencia negativa que acarrea no hacerlo dentro de un tiempo. El tiempo
disponible marca la urgencia. Una tarea sin fecha jamás será urgente aunque sea
importante.
Para calcular la urgencia de un asunto
podemos hacerlo dividiendo el tiempo que
se tarda en hacer la tarea entre el tiempo que nos queda hasta la fecha límite.
Si la división es superior a uno, lo siento, no tienes tiempo de cumplirla. Cuanto
más cercano al cero, menos urgente es y cuanto más cercano a uno (sin pasarlo),
más urgente. La comparación de dos tareas importantes con esta fórmula nos dará
pistas de cual haremos antes. Pero supongo que todos nos hacemos mentalmente estos
cálculos sin necesidad de llevarlo al papel.
Un error muy común es
no saber distinguir y creer que todo lo urgente es importante, aunque,
naturalmente peor será quienes no consideran nada ni importante ni urgente,
pero a estos mejor olvidarlos.
Todo se clarifica o
complica dependiendo de los matices y de las circunstancias. El secreto está en
hacer cuanto antes lo importante, no posponerlo ni acumular tareas, y tener
claras tus prioridades e intereses, de esta manera estaremos eliminando tareas
urgentes. Quien no tenga bien definidos sus intereses no sabrá priorizar y se
equivocará en la elección.
Al margen de la
aplicación práctica en la vida, me parece un tema apasionante, con mucho juego.
Fundamentalmente para cuando no se tiene nada importante ni urgente que decir y
se empieza a especular. Lo del juego lo digo en el pleno sentido. Cuando en una
discusión le dices a alguien que debería distinguir entre lo importante y lo
urgente o si sabe la diferencia entre amos, lo desarmas. Le haces desviar su
pensamiento del objeto de la discusión o dudar de su posición. Para mí no deja
de ser una pregunta tramposa. Una formulación hueca.
Y después de dicho esto,
digo que está todo inventado. La sabiduría popular hace siglos que tiene la
fórmula mágica: «Primero es el deber y luego el placer». «No dejes para mañana
lo que puedas hacer hoy». «Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio».
Esta última referida más a la claridad y orden de las ideas. Así de sencillo,
sin tanta rimbombancia y sin necesidad de gastarte un pastón en un coaching que descubra tus fortalezas y
debilidades.