2023-04-02

EL AJEDREZ DE LA VIDA

 

Cuando queremos explicar qué es la vida, muchas veces recurrimos a la comparación. En gran parte lo hacemos con los juegos de azar: jugar al ajedrez o a los dados, al mus o al billar. También se busca el símil de un rio, un tren, un libro, la montaña rusa, montar en bici… Otros le ponen adjetivos: bella, una mierda, un valle de lágrimas, o la definen: La vida es como una caja de bombones que no sabes lo qué te va a tocar decía Forrest Gump. Para Calderón de la Barca la vida es un frenesí, un sueño, una ficción y una tómbola para Manu Chao y Marisol, hoy Pepa Flores. Jonh Lennon decía que es lo que nos pasa mientras hacemos otros planes. A mí siempre me ha gustado decir que es lo que acontece a los seres vivos, sus experiencias o, desde el punto de vista biológico, bastaría con decir que es nacer, crecer, reproducirse y morir.

Siendo un aficionado al ajedrez, me fastidia que algunos políticos, estrategas o militares varios se planteen la vida como si de este juego se tratara, aunque la simbología y similitud  entre realidad y juego es evidente. En ambas se da una lucha por la supervivencia entre dos enemigos que hacen gala de sus intenciones más perversas y usan los métodos más destructivos para aniquilar el contrario. El ajedrez es, en el fondo, cruel y despiadado pero sin que corra la sangre y haya víctimas reales, lo que sí ocurre en la vida real. Así que se puede convenir que guerra y juego son una batalla  donde uno gana y otro pierde, con la particularidad de que en ajedrez se puede llegar a un pacto de tablas que conlleva el fin de las hostilidades para los dos contendientes en igualdad de condiciones, es decir ninguno pierde. En ajedrez cuando un contendiente no puede mover ninguna ficha —lo que se llama ahogado— no pierde la partida pero el otro tampoco gana por mucho más ejército y potencia que tenga. Esta es una de las grandes diferencias. Otra es que si no quieres jugar, no juegas, lo que no ocurre en la guerra donde tanta responsabilidad tiene quien la empieza como quien la provoca. Donde toda acción tiene sus causas y consecuencias que habrá que analizar y quien se siente agredido tiene derecho a defenderse. En una batalla real siempre hay perdedores y son siempre los más inocentes. La guerra es un lugar donde se matan entre sí gentes que ni se conocen ni se odian defendiendo intereses de gentes que sí se conocen y se odian, pero no luchan.

A pesar de que he dicho antes que el ajedrez es cruel y despiadado, es algo más que  placer o diversión lo que se puede sentir. Los principios y valores que se desarrollan en gran parte también son válidos para la propia vida. En origen son la implementación de un sistema del orden social, pero sobre todo fomenta la reflexión, la capacidad de análisis, creatividad, concentración, visión espacial, paciencia, humildad, toma de decisiones… El objetivo de los peones —el pueblo llano— es etimológicamente sacro oficio (sacrificio) en beneficio de las figuras superiores. Excepcionalmente puede llegar a Dama. Otras figuras representan estamentos diversos pegados a la realidad. El Rey, el monarca soberano imprescindible para que el juego siga. Ya me da rabia tanto poderío concentrado en uno, sobre todo cuando en todo el juego no pega palo al agua arropado por sus vasallos que le deben protección pero que nadie podrá ocupar su puesto. Sólo al final, cuando no tiene casi quién le proteja, se decide a sacar la espada. Por último la Dama, única mujer, con un poder inmenso por encima de cualquier otro.

Me da escalofríos pensar cómo en una guerra se manda a la gente a morir, así directamente, como en el ajedrez que se sacrifican piezas para ganar posiciones. La piedad las buenas intenciones, la cortesía, no existen cuando se mueve un caballo para cargarse otra pieza sabiendo que va a morir o cuando se manda a un tanque a abrir un corredor en las filas enemigas. Para los señores de la guerra, una batalla es un juego de estrategias donde lo único que interesa es el resultado sin reparar en los estragos humanos y materiales.

 

 

2023-03-12

UN PREGÓN MEMORABLE

 

ESTE RELATO PARTICIPA EN LA PROPUESTA DE «EL TINTERO DE ORO» PARA MARZO 2023 DE ACUERDO CON LAS PREMISAS DE ESTE CARTEL:

 



UN PREGÓN MEMORABLE

Qué complicado es esto de ser alcalde, pensaba. ¿Por qué no tendré una vida tranquila? Cuánto mejor la soledad del verdugo, que ya conozco. ¡Qué tiempos aquellos! Ahora es mi yerno quien ejerce, no sin dudas, hay que decirlo.

—Desde que nos quitaron el apeadero del tren, este pueblo está languideciendo. Tenemos que idear algo para seguir en el mapa —dijo Pepe con voz ronca pero firme, dando un golpe en la mesa.

Nadie sabía el porqué de esa ronquera. Unos decían que era causa de los carajillos mañaneros, él por lo mucho que tenía que discutir con los de arriba. Sea como fuere, se habían reunido en la cantina por ser lugar más cómodo. Allí estaban las fuerzas vivas del lugar: el boticario, el maestro, el cura y el sargento de la Guardia Civil.

Enseguida se pusieron de acuerdo. Harían una verbena. Aprovechando que un americano importante y forrado visitaría el pueblo, engalanaron este con motivos andaluces mezclados con otros del salvaje oeste. Colgarían una pancarta a la entrada: “¡Americanos, os recibimos con alegría! Contratarían a Carmen Vargas, cupletista del momento. Algunos mozos se vestirían como en las procesiones de Semana Santa asemejando a los que habían visto en el cine del Ku Klux Klan.

—Señor alcalde, el pueblo espera ahí abajo. Salga al balcón y anuncie el pregón de la fiesta.

Volvió a escucharse su voz de cazalla:

—Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar.




2023-02-26

CONTRA LA GUERRA, PACIFISMO


 Solo el pacifismo y la diplomacia que conduzca a la paz son procedimientos justos y eficaces contra las guerras.

Contra la guerra europea Rusia-Ucrania, que afecta directamente a Europa, y que, por lo tanto, también es nuestra guerra, solo hay una respuesta y una actitud concordante con los derechos humanos y con la efectividad a largo plazo, que es el pacifismo. El militarismo no es ni justificable, ni eficaz. La equidistancia frente al militarismo es más militarismo, es decir, el oponer la OTAN al militarismo ruso, por mucho que Sánchez quiera tergiversarlo.

Cuando se cumple un año de guerra, Borrell y los demás cancilleres europeos siguen siendo totalmente incapaces de proponer ni una sola idea de negociación o vía diplomática. Sus exclusivas propuestas y peticiones de más ayuda militar y de más municiones para Ucrania las podría formular un cabo chusquero del más miserable de los ejércitos del mundo. ¿Cómo es posible que se mantenga en la Unión Europea un personaje como Borrell, que es absolutamente incompetente para defender algo que no sea el status quo?

Causa vergüenza y da pena oír las recientes conclusiones del cónclave de cancilleres europeos de Munich, con la única conclusión de pedir más armas para Zelenski. Tienen además la cobardía de propugnar una guerra limitada en la que los ucranios solo pongan la carne de cañón. El ejemplo y la aportación de Europa —y más en concreto de la Unión Europea— debería haber sido impulsar la negociación aunque fuese difícil y aunque en ocasiones pudiera parecer impopular. Lo ineficaz y lo cobarde es seguir propugnando guerras limitadas en las que la carne de cañón la pongan otros; y eso hace la OTAN.

El absoluto rechazo que merece la guerra emprendida por Putin —también cruel, injusta y farisaicamente limitada, sin utilización nuclear pero con amenazas nucleares— solo resulta dialécticamente justificable para quienes defiendan el pacifismo, pero no para quienes propongan una réplica armada, que inevitablemente también será cruel, injusta y aún más farisaica y cobarde que la agresión rusa.

El final de la guerra de Vietnam de hace unos decenios y la reciente salida de USA de Afganistán ponen en evidencia que las guerras se juegan más en la opinión pública y en la lucha ideológica que en los campos de batalla. Norteamérica perdió la guerra de Vietnam en su propia casa, igual que España había perdido la guerra de Cuba y de Filipinas en Madrid. El armamentismo de la OTAN no sirve más que para que efectúen incalculables negocios los constructores y negociadores de armas, así como para aniquilar el proyecto político europeo. Europa solo puede tener voz en el mundo defendiendo el pacifismo, la diplomacia y la negociación.

Los antecedentes de la guerra Rusia-Ucrania no se limitan a una necesariamente rechazable invasión militar. No se pueden olvidar los precedentes de la deposición del presidente pro ruso de Ucrania llamado Yanucovich, que había sido elegido democráticamente y que prefirió dimitir antes de provocar una guerra, y que fue depuesto por movilizaciones sociales promovidas por la internacional derechista. Menudo ejemplo ha dejado la intervención norteamericana en todos los países de Latinoamérica, como para ir ahora predicando la defensa de la libertad en el Este europeo.

Están también los Acuerdos de Minsk, de hace prácticamente 10 años, cuando se libraron batallas en casi los mismos parajes que ahora se están volviendo a llevar a efecto. Ucrania culpa a Rusia y Rusia culpa a Ucrania del incumplimiento de aquellos acuerdos; quizás tengan razón las dos partes y seguramente ambos los incumplieron. Pero existe base para poder formular líneas de negociación.

¿Por qué los Borrell, Sánchez y compañía no son capaces de llegar a ninguna propuesta que no sea la del cabo chusquero? La explicación está en actitudes como la de no reconocer la independencia de Kosovo –por ser unilateral y fundada en la autodeterminación–, la de despreciar historias como las de Chequia y Eslovaquia o los cambios de chaqueta en temas como el Sáhara, la OTAN, etcétera.

El modelo político europeo tiene que ser diferente a las actuaciones militaristas en las que la defensa de los estados esté por encima de la defensa de los derechos humanos. Hay que comprender a los ucranios que no quieren ser rusos, pero no se puede olvidar que los pro rusos eran prácticamente la mitad de Ucrania y la palabra genocidio no se refiere a territorios sino a personas, igual que el concepto de los derechos humanos.

Es una pena y una injusticia, una injusticia y un desastre que desde Europa no se aborde la solución de nuestra guerra europea desde el pacifismo, y de que estemos esperando a que los mandatarios americanos que han hecho lo que han hecho desde Méjico hasta Tierra de Fuego, vengan a hablar de libertad en Kiev, mientras sus empresas armamentísticas están forrándose.

La exigencia radical de los acuerdos antinucleares y contra la ruptura de los mismos que ha efectuado Putin de forma gravemente irresponsable y peligrosa, solo tiene fuerza desde el pacifismo. Lo que debiera haberse promovido en todas las ciudades europeas son manifestaciones por la paz y contra los armamentos, tanto nucleares como todos los demás. Pretender que con tanques se defiende la libertad es una degradación humana.

PATXI ZABALETA


 


2023-02-11

ChatGPT VS Bard

 






No voy a decir que la Inteligencia Artificial (IA) ha venido para quedarse porque me parece una expresión que se emplea con profusión, aun no siendo cierta en la mayoría de ocasiones, y porque me resulta odiosa y un punto repelente, pero creo que en este caso es apropiada.

Me estoy refiriendo concretamente a ChatGTP de Microsoft que se incorpora a la carrera y a Bard de Google que se ha presentado recientemente, ambas con funciones similares, pero hay más por ahí. En poco tiempo el escenario de la IA se ha revolucionado como nunca, dando un vuelco cuantitativo y cualitativo impensable. La competencia está servida.

Presentan estas herramientas un futuro con muchas potencialidades que se intuyen y que a pasos agigantados irán tomando forma. Del mismo modo presentan muchos interrogantes que se irán despejando. De momento parece un juego que engancha, al que poco a poco le iremos cogiendo el gusto, a la par que él irá creciendo y aportando más utilidades, porque esto es lo que tiene la IA: que aprende y se desarrolla. Son bots especializados en el diálogo pero, esta es la pega, no garantizan la veracidad de cuanto dice, ni siquiera la coherencia. Tampoco parecen muy dispuestos a llevar la contraria a su “amo” aunque este se equivoque. Su utilización se está prohibiendo en algunos colegios para evitar el uso fraudulento en las tareas estudiantiles y, como no, para detectar plagios o el verdadero autor de los trabajos u obras. Se han creado otros bots especializados en la detección de textos artificiales, incluso se especula con quién puede ostentar la propiedad intelectual del texto creado por IA. Me pregunto si pronto descubriremos las maldades que seguro encierra, porque estoy convencido de que no es inocuo. He hecho algunas pruebas con ChatGTP —que ya se ha incorporado a mi móvil como un contacto más— pidiéndole que me hiciera un texto con unas premisas. Tengo que decir que ha cumplido su cometido de acuerdo con lo que se le pedía, pero, sin ser decepcionante el resultado, le falta lo que podríamos llamar el espíritu, la chispa, la creatividad artística o la impronta del autor. Supongo que pronto me sorprenderá. Ahora, para formular una tabla Excel,  resolver problemas matemáticos o crear imágenes es perfecto. De esto último arriba pongo una foto de ejemplo.   

Yo estoy muy ilusionado con el invento. Me gustará leer esta entrada dentro de tres o cuatro años y hacer un comentario sobre lo que digo y lo que ha pasado con la IA. De momento —como todos los seres vivos— la IA nace, crece y se reproduce. Veremos si muere o resulta inmortal y nos sustituye como especie dominante.

2023-02-09

LOCURA DE AMOR

 ESTE RELATO PARTICIPA EN LA PROPUESTA DE «EL TINTERO DE ORO» PARA 2/2022 DE ACUERDO CON LAS PREMISAS DEL CARTEL:


LOCURA DE AMOR

 

Todos los días la esperaba con una cerveza en la mano, sentado en un taburete del bar, bamboleando mi cuerpo serrano en un intento de aplacar los nervios, pero que, a medida que llegaba la hora, se hacía más frenético.

 

¡Hum…, todavía la recuerdo! Las formas curvilíneas del vaso se  asemejaban a las suyas. Imaginaba tener su cuerpo abrazado, terso... Me gustaba fantasear una conversación, una caricia, un beso.

Llegó a las ocho. Lucía su andar cimbreante y una sonrisa que iluminaba la estancia. Intuí que algo grande sucedería pues estaba más radiante que de costumbre. Se sentó casi pegada a mí. Tanto, que me pareció sentir palpitar su corazón, o quizás fuera el mío desbocado.

 

Me sentía incapaz de apartar la mirada del vaso que estrujaba con indisimulado nerviosismo. Trataba de hilvanar lo que siempre quería decirle pero me guardaba. Un simple «me gustas» o «te quiero» podría haber bastado para expresar lo que sentía. Pero apenas podía balbucear un imperceptible saludo. Y lo que  tantos desasosiegos me estaba costando decirle, así, de sopetón, lo soltó ella. Oí que decía claramente «te amo». Del sobresalto, el vaso se me fue de las manos volando en una parábola imposible por encima de mi hombro. Mi reacción al volverme sobre el taburete fue instantánea y más propia de un felino que de una persona oronda como yo.

 

Allí estaba, abrazada a un tipo al que le caía por el rostro la espuma de mi cerveza. Conforme empezó a clarear su rostro e hizo reconocibles sus rasgos, deseé que me tragara la tierra, o que cayera un rayo sobre mí o, mejor, sobre el otro. Aquel hombre abrazado a quien yo creía que se gustaba de mí era mi jefe. El que todas las mañanas me repetía con deleite lo buena que estaba su novia, a lo que yo le respondía que, para buena, la mía.

 

Entré en pánico. En un intento por arreglar la situación, me levanté atropelladamente para limpiarle la cara y ese abrigo de cuero del que tanto fardaba, con tan mala fortuna que pisé el vaso que rodaba por el suelo, perdí el equilibrio y en otra inverosímil cabriola, me agarré a lo que pude. De pronto, me encontré en el suelo encima de quien yo creía que estaba por mí, pero resultó que estaba por él.

 

La posición y el momento me ofuscaron. Mi sueño hecho realidad. Los ciento veinte kilos que todas las mañanas soporta mi báscula harían el trabajo de contención. Comencé a besar con frenesí el cuerpo del deseo: frente, cara, cuello, boca. Ella clavaba sus uñas en mis mejillas, lo que interpreté como un signo de aceptación. Animado, continué sobándole el cuerpo mientras mi boca trataba de hacerse hueco buscando los pechos. En este momento entre mi jefe, el camarero y unos parroquianos que presenciaban la escena, trataban en vano de separarme, agarrando y empujando, luego el jefe comenzó a pegarme puñetazos sin ninguna consideración a un subordinado. Momentos antes de perder el conocimiento, consecuencia del patadón que me arreó en la cabeza con esas camperas que tanto apreciaba, me pareció estar volando y que todos gritaban y gesticulaban, aunque yo para entonces ya no entendía nada.

 

Cuando abrí los ojos fui consciente de mi penosa situación. La última patada supuse que había acabado con mi vida. Estaba muerto. Era evidente que aquel sitio no era mi casa, mi curro o mi bar, lugares que conforman mi universo. Me encontraba en el cielo o, tal vez, en un lugar intermedio a la espera de ubicarme, ya que nadie se había dirigido a mí para orientarme sobre cuál debía ser mi proceder ante una situación evidentemente nueva para la que esta sociedad pusilánime no había tenido la decencia de prepararme. Con cuarenta tacos, una melena bien cuidada —vale, me sobra algún kilo y sudo bastante—, marginado del glamur y de todo lo demás, estaba perdido.

En una breve inspección, necesariamente ocular ya que me encontraba inmovilizado, me vi tumbado en cama y rodeado de aparatos raros. Tan blanco todo que quedé sobrecogido. Tan silencioso que hacía daño a mis oídos acostumbrados a los sonidos de la tele y las máquinas del taller. De mi nariz salía o entraba —dependiendo de su función— un tubito parecido al que se perdía en el interior de mi brazo y al de mi más preciado miembro, que fue el que más me preocupó. Lo confuso de esta situación me hizo albergar alguna duda del lugar, así que, en un ímprobo esfuerzo, ayudado por un golpe de barriga, intenté incorporarme para la oportuna ubicación, con tan mala fortuna que di con mis abundantes carnes en el suelo, arrastrando tras de mí el aparataje al que estaba adherido. Estos fueron cayendo uno a uno sobre mi espalda con un estruendo que aún retumba en mi cabeza.  Quedaron fracturadas un par de costillas, lo que completó la manita, pues ya llevaba otras tres antes de fenecer, regalo de mi jefe a modo de finiquito.

 

Con la caída todo se aclaró. No, no me había muerto. No estaba en el cielo. ¡Estaba en una nave alienígena de experimentación! ¡¿Cómo es posible que no me hubiera dado cuenta antes?! En ese momento comprendí que la vida es dolor,  que el dolor es sinónimo de vida y que yo estaba más vivo que nunca a juzgar por el dolor que sentía. ¡¡¡Espérame, Yolanda!!!

 


2023-01-17

EL PODER DE LOS DIOSES

 ESTE RELATO PARTICIPA EN A PROPUESTA DE «EL TINTERO DE ORO» PARA ENERO DE 2023 CON LAS PREMISAS DE ESTE CARTEL:





 

EL PODER DE LOS DIOSES

Ezio pastoreaba por las laderas del monte Olimpo quejándose de su suerte porque, llamándose Ezio que significa águila, no podía volar como quería su imaginación. La compañía de las cabras y el eco del mar en los riscos no era bastante para llenar su espíritu. Leía para compensarlo, Conocía a los dioses, sus fortalezas y debilidades, pero a quien más admiraba era a Proteo, hijo de Poseidón. Cuando se acercaba al mar, se acordaba de él. Lo imaginaba pastoreando a las bestias marinas y escapando de quienes querían interpelarle. Le gustaría conocerlo y, en sus ensoñaciones, fantaseaba con un encuentro: «Que injustos sois los dioses conmigo. Yo aquí, perdido, sin apenas contacto humano. Otra suerte corréis los moradores de ese otro Olimpo que me está vedado», decía compungido. «No creas, amigo Ezio, huyo para estar tranquilo porque me acosa una humanidad ávida en conocer un porvenir que cada día se presenta más borroso y, acostumbrada a las certidumbres y a la seguridad, ve tambalear su casa y el futuro de su prole. Yo, que puedo agorar la suerte de los demás, no puedo conocer mi propio futuro». «Pero, tú, Proteo, tienes el don de la profecía, representas la personificación del inconsciente, la mutabilidad del ser y la transformación permanente que el tiempo trae, ¿cómo puedes hablar así? Me gustaría ser tú». «La vida es muy caprichosa, amigo Ezio, y nuestro destino ya está escrito de antemano. Yo llevo una carga insoportable. Mis poderes no son un don sino una maldición».

 



2023-01-15

LA CAJA CON INCRUSTACIONES DE NÁCAR

Este relato responde a la propuesta de JascNet de ACERVO DE LETRAS para enero con los siguientes requisitos: Escribir sobre una CAJA que encuentran en la puerta cuando alguien llama.

Este es el enlace: https://jascnet.wordpress.com/2023/01/01/vadereto-enero-2023/ donde se pueden ver todos los elatos.


LA CAJA CON INCRUSTACIONES DE NÁCAR

 

—Jodé, Raúl, acabas de llegar y ya me estás jodiendo, como siempre.

—Vale, Luis, solo quería saber si a ese pibón de la cocina te la estabas tirando.

—¡Que bestia eres! Bah, déjalo.

Hoy toca. Cada tres meses se repite el ritual y aquí están riéndose, unos a carcajadas, otros con una sonrisa impostada, como perdonando la vida y yo tratando de capear la velada de la mejor manera que puedo.

Pablo y Esther han llegado los primeros, como siempre. Él con una botella de bourbon, ella con una cara que lo dice todo. Todavía no ha superado nuestro affaire. Enseguida  han llegado mi hermano Raúl que, por ser el mayor, a estas alturas se sigue creyendo con derecho a hacer funciones de padre y Adela contagiada por ese espíritu maternal. Para colmo vienen acompañados de una vieja amiga, Sandra, con la que están empeñados en liarme. Suelen traerla de vez en cuando. La primera vez me pareció por su aspecto una mojigata. Pronto tuve ocasión de cambiar de parecer pues resultó ser una ninfómana agobiante con la que tenía claro que no quería nada, ni siquiera un revolcón salvaje. Los últimos en llegar, Alfredo y Rosa, son insoportables. Si tienen tanto como presumen, no sé qué hacen aquí, pero se da la circunstancia de que él es mi jefe y ella la hermana de Esther, así que hay que hacer el paripé.

Estoy harto de estos amigos. Siempre es lo mismo: a ver cuándo te echas una novia que te dure más; haz algo que ya vas cumpliendo unos añitos; menos bragueta y más braguetazo.

Dicen que soy el anfitrión perfecto. La realidad es que quieren separarse por una noche de los niños. A mí todos me parecen un tormento por no decir insoportables, los niños, digo, aunque a veces también los padres con los niños. Así que, reunirnos en mi casa, es el precio que tengo que pagar gustoso por no tener que reír las gracietas de los mocosos en sus casas.

Luego llegarán los gin-tonics, los juegos de mesa, lo bien que nos lo pasamos y lo mucho que nos queremos. «Una piña, como siempre», apostillará mi hermano. Les encanta fabricar recuerdos a cual más fantasioso en función de un pasado idealizado, pero las vivencias y recuerdos solo saben a algo cuando dejan un buen poso para saborearlo. Yo hace tiempo que dejé atrás recuerdos y vivencias con esta pandilla que, si fue, ha pasado mucho tiempo.

Por primera vez he contratado un cáterin y está resultando estupendo. No tengo que ocuparme de nada. Una chica muy reservada, creo que me ha dicho que se llama Bárbara, lleva media tarde trajinando metida en la cocina. Te traen la comida, te la sirven y luego limpian todo. En esas estamos.

La velada posterior promete ser soporífera: cafés, licores, juegos de mesa y una conversación insulsa hasta que los despache.

—Los del cáterin piensan en todo. Han traído cartas de póker, un juego de preguntas y una güija. —digo como mostrando interés por no parecer un borde.

—¡Qué emocionante, una güija! A eso quiero jugar.  Yo convocaré a los espíritus, que tengo experiencia —dice Sandra entusiasmada.

Al llevar unos platos a la cocina, comento en voz alta: «no sé cómo aguanto a esta panda, más vale que esto es cada tres meses». Bárbara me mira con una sonrisa electrizante y con un guiño que no sé cómo interpretar.

Dispuestos para el juego, entra Bárbara con una caja de cartón en la mano.

—Han llamado a la puerta y he encontrado este paquete en el felpudo —dice dejándolo sobre la mesa—. No tiene nombre ni dirección.

Sandra se apresura a abrirlo. Saca una cajita de marfil redondeada, adornada con incrustaciones de nácar. Podría servir para guardar alguna alhaja, unos anillos, los dientes de leche de la niña, una llave o un recuerdo querido. La sorpresa inicial da paso a los recelos y las conjeturas. Se la van pasando de mano en mano.

—A mi me parece perfecta como puntero para jugar a la ouija. —propone Sandra mirándola con admiración y obsesionada con tomar protagonismo.

—Sí, pero no se puede abrir, aunque parece que no hay nada en su interior —conviene Raúl agitando la caja y volteándola.

Alfredo la echa descuidadamente sobre la mesa. Con el golpe, se abre mostrando su interior vacío.

—Esto me parece muy excitante. Vamos a empezar ya —concluyó Sandra —, cogeros de las manos y cerrad los ojos.

—Mientras calentáis el ambiente, traigo las bebidas —digo desentendiéndome del jueguecito.

Ha sido un visto y no visto. Antes de que Sandra terminara su invocación, un remolino los ha atrapado agarrados de sus manos como estaban y en un alocado torbellino, la cajita los ha succionado sin dejar rastro.

Ahora estoy dando vueltas a la bonita caja. No sé si es un amago por abrirla, aunque sin ningún interés de que eso suceda, o como forma de calmar mis nervios que por momentos se están apoderando de mí mientras Bárbara se acomoda a mi lado en el sofá con dos gin-tonics.