2020-06-11

LA MODIFICACIÓN DEL COMPORTAMIENTO

El coronavirus ha modificado sustancialmente nuestros comportamientos y costumbres. Algunos de ellos provisionalmente, otros con proyección de futuro.

Entre los primeros destacaría cómo muchas personas han sacado ese policía que llevaban dentro más o menos larvado. Quizás ya venían apuntando maneras desde cuando la escuela donde eran el típico chivato. Siempre he odiado a los chivatos, a los acusicas, a los delatores, a los denunciantes anónimos, a los soplones, a los que señalan con el dedo. En esta ocasión se ha llegado al insulto desde los balcones a quien transitaba por la calle, llevara o no motivo bastante para hacerlo. Se ha prodigado el francotirador con el ojo pegado a la mirilla telescópica y el dedo en el gatillo, agazapado esperando que pase la presa.

Entre los comportamientos que se perpetuarán (ahora se dice que han venido para quedarse, no me resisto a ponerlo), está el tele trabajo. Aparentemente inocuo (¡qué guay!, trabajar sin salir de casa) pero que presenta desventajas evidentes si no se regula a tiempo. No todo se puede realizar vía internet por las indiscutibles limitaciones que tiene por la propia idiosincrasia de algunos trabajos que deben ser necesariamente presenciales. El Estado Español está a la cola de Europa en esta forma de trabajar, así que su aumento será exponencial. La pandemia ha sido el acicate. Facilitará la conciliación familiar, la autonomía tanto en disponibilidad de tiempo como en organización de tareas.

Pero los peligros que trae este sistema son ciertos. Fundamentalmente son la desregulación del las relaciones patrón-trabajador y la desprotección de los derechos de los trabajadores mediante la reducción de plantillas, lo que avoca a la precariedad, si no a la explotación. Más horas no pagadas, menor protección social, más responsabilidad por el resultado del trabajo. El enriquecimiento del contacto y puesta en común con los compañeros —el trabajo en equipo crea sinergia, cuando no es directamente imprescindible—, la agilidad en las consultas de apoyo, el conocerlos personalmente. Sería muy triste conocerlos por pantalla o simplemente por un código de empleado. La  inestabilidad del freelance es evidente.

 Otro inconveniente es el aislamiento individual y la falta de socialización que conlleva. El roce personal, la confidencia, las celebraciones, son fundamentales para la salud mental, incluso física. Finalmente, la venta online también se incrementará en detrimento del comercio local, lo cual será el desastre para la vida social de calle en ciudades y barrios que los despersonalizará.

Pero, cuidado, no hay que rechazar este sistema porque el ímpetu de los sistemas tecnológicos de trabajo evolucionan de manera imparable hacia ello. La cuestión es aprovechar sus ventajas y regularlo adecuadamente.

Y como esta entrada ha empezado con el coronavirus y con los cambios de rutinas, hoy me voy a desmelenar y cambiaré mi costumbre de preservar mi anonimato colgando una foto del reciente confinamiento. Una foto de frente que representa cómo afronté la pandemia. Se puede ver pinchando AQUÍ o en la pestaña superior IMÁGENES.