2013-02-22

DIMISION PAPAL

ADVERTENCIA: El contenido de esta entrada tiene una carga satírica e irreverente acerca de una dimisión, por lo que si alguien intuye que se va a incomodar, mejor que pulse escape ahora y no siga leyendo.

Voy a empezar por el final. Ahora que se abren las quinielas entre los papables, conozco con total certeza quién va a ser el sustituto de Benedicto XVI.

Cuando yo aun era un adepto incondicional de este grupo, allá cuando mi edad estrenó dos dígitos, y estas cosas las vivía con auténtico fervor, vi una película que se titulaba El Séptimo Sello y me hablaron de las profecías de Malaquías y Nostradamus -nada menos- dos nombres que siempre han rondado por mi mente con un halo entre misterio, veneración y miedo. Tengo que reconocer el tremendo impacto que me causó. Debe ser el sello indeleble que estampan en los que caen en sus manos y que tanto cuesta borrar. Aquello que decían que imprime carácter. Hablaban todos del Apocalipsis, del fin del mundo y profetizaban acerca de los Papas que le quedaban a la cristiandad y de que el último se llamaría Pedro, como el primero, y que sería nada menos que el anticristo. Después de eso vendría el fin de la humanidad y el Juicio Final.  Así que siempre que ha sucedido un relevo en el papado me he acordado de todo esto, cada vez con más desinterés y total escepticismo, todo hay que decirlo.

En definitiva según mis cuentas ya ha llegado la hora. Por fin tanto tiempo esperando y solo queda el último Papa. Decía que sé quién será el sustituto. Se trata de  Peter Tukson, natural de Ghana. Lo tiene todo. Se llama Peter (Pedro), es de Ghana (o sea, gana, que fácil) y es negro (que es como me imagino a los antipapas). Así que ésta es mi apuesta. Si no sale este, todo era una farsa. Pero si sale, este verano nos quedamos sin vacaciones.

Al margen de todo esto, a mi todo de ver el cese en funciones del Papa me resulta muy extraño.  Dice que se va del cargo pero se queda en la empresa con alojamiento, manutención, atención personalizada, servicio a su cargo y sigue en el Consejo de Administración. Así, en principio, por analogía con casos similares de rabiosa actualidad, pudiera tratarse de un despido encubierto de la empresa que gerenciaba; un apartarle del cargo por no cumplir las expectativas que de él se esperaban. Lo que esconde su marcha voluntaria es un montaje con una excusa difícil de aceptar sin cuestionarla.

Tengo para mi que Ratzinger –no confundir con Mazinger Z- alias Benedicto XVI estaba meditando, que es como echarse una coscadita pero en guay, cuando, de pronto, le llegó un mensaje del Espíritu Santo, que es el portavoz de la cúpula de la pirámide de mando, que todos sabemos que está formada por tres personas distintas y un solo Dios verdadero, es decir, un tres en uno. Le debió sonar algo así como: “Estas despedido”.

Ratzinger en lugar de callárselo porque no se iba a enterar nadie, va y suelta que lo deja porque ha perdido fuerzas, lo que se puede traducir por bajo rendimiento en el trabajo. Y tiene razón en eso por no  haber lanzado puños fuera contra el mal como hacía Mazinger Z, para combatir la pederastia que tenía en su empresa/estado, por ejemplo. Entendieron mal aquel mensaje: “dejad que los niños se acerquen a mí”. ¡Uf!, qué mal suena esto en los tiempos que corren. En esta edificante actividad lo vemos a Benedicto en una de las instantáneas que muestro abajo.

Benedicto podría reclamar -de eso entiendo algo- que este despido es nulo de pleno derecho ya que carece de las formalidades necesarias. No se puede despedir verbalmente. Pero como está muy interesado en su retiro dorado, lo acepta con resignación cristiana, como un último servicio a la humanidad y se recluye en sus aposentos con esa malévola sonrisita y una cohorte de monjitas a su servicio.

Conclusión, ha hecho bien en dejarlo porque, además de no estar en condiciones, es un alienígena o un bicho muy peligroso como lo demuestran estas fotos bajadas de www.frikipedia.es 



    
                            

2013-02-08

COTILLEANDO EN EL BUS

Las rutinas cambian la percepción de las cosas. Si algo repites a menudo, es fácil que dejes de interesarte por los detalles. La ventaja de no hacer uso habitual de un medio de transporte colectivo, autobús, metro, etc., posibilita –por lo menos a mi me pasa- que cuando los usas te fijas más en quien viaja a tu lado. Es la novedad. Se ven cosas que, naturalmente, no pasan en tu coche. Las caras, los atuendos, la procedencia, las conversaciones en persona o por móvil, el constante trajín del personal.

Ejemplo palmario es la foto que puse en mi anterior entrada. Tal vez es que soy un poco aldeano, aunque muy viajado -eso sí- y me sorprendió. No solo era su atuendo, sino su conversación con otra paisana suya con la que también compartía su mal gusto a la vista de cómo había ataviado a su hija.

Un trayecto urbano escuchando una conversación ajena por el móvil es divertidísimo. Solo escuchas una parte –que por otra parte no te interesa nada- y tratas de intuir primero el motivo principal y luego los pormenores. Los hay quienes dan todo lujo de detalles y quienes te lo ponen difícil utilizando monosílabos. Y muchos, por lo general los más jóvenes, ni siquiera eso. Están absortos en su pantallita hablando por wasap o aparentando que lo hacen.

El otro día estuve observando la procedencia de los usuarios y me sorprendió la variedad. Sentado casi al final del autobús y de espaldas al conductor, me permitía observar las tres últimas filas y ver sus caras con relativo disimulo.

Enfrente, un poco ladeado, se sentaba quien di por llamar el peninsular. Era un tipo aburrido o cansado, o las dos cosas. Me lo imaginé desplazado de su entorno por motivos de trabajo.

Un poco más atrás estaba un subsahariano. Ya son ganas de poner un nombre rebuscado para que sea políticamente correcto. O sea, que era negro de África, lo digo sin ninguna connotación racista.

Al fondo, en los asientos más elevados venían ya de antes de que yo tomara asiento, una potente eslava –o de la zona- y una no menos fornida hispana aunque sin alcanzar su altura, o sea, pequeña. A pesar de sus diferencias de procedencia e idioma se entendían muy bien en un castellano que yo a duras penas podía seguir.

 Luego entró un padre con un niño en brazos. Era indio pero no hindú que a ambos conozco por aquello de ser yo muy viajado. Hicieron el viaje de pie, pero duraron poco.

Les sustituyeron una pareja joven de chinos, chico y chica. Se les distinguía por sus rasgos de chinos y porque hablaban chino. No distinguí si era mandarín o cantonés. Se situaron al lado de la puerta y estuvieron todo el trayecto hablando. En chino.

Justo enfrente venía sentada una hermosa mujer de mediana edad, morena, era claramente paisana mía y de quien podría dar muchos datos pero seguro que luego en casa me lo reprocha. Llegó nuestra parada y terminó la aventura.

¿Qué conclusión saco de todo esto? Siempre me gusta terminar con una, pero hoy no hay conclusión. Tal vez, eso sí, tanta variedad que hay hoy en día, poco a poco se irá mezclando  y dentro de mil años todos calvos. Y, claro, hablando en chino.


2013-02-05

VISTO POR AHÍ

Subió al autobús, se quitó el abrigo y se quedó de esta guisa. Si no es ropa interior es lo que más se le parece. Y eso que es en pleno invierno como se aprecia por la señora de al lado. No pude evitar usar mi cámara.