COMENTARIOS AESTE RELATO CON EL QUE PARTICIPÉ EN EL TINTERO DE ORO DE 11/2022.
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Malos
tiempos para la lírica, dijo Bertolt
Brecht en otro contexto, pero me temo que llevamos mucho tiempo que no escampa
ni para la lírica, ni para el Arte en general, ni para cualquier otro aspecto
de la vida.
Nuestro modo de vivir
ha prescindido del Arte y ahora todo es consumo rápido de productos que igual se
ofrecen en Teruel que en Singapur o Toronto. Los artistas tienen que compaginar
la creación artística con un trabajo que les dé de comer, lo que provoca
desidia y abandono o retroalimentarse en pequeños círculos endógenos sin
trascender al exterior o, como diría Kant, “sin traspasar los límites de la
experiencia”. Las instituciones relegan el Arte a una mera obligación
secundaria y la juventud, se muestra cada vez menos interesada. Ya se sabe, es
la «generación ya» que yo la completo con «generación yo, ya» por considerarse
el centro del universo. Cuando voy a una charla donde el pensamiento, el Arte,
la geopolítica o la cultura en general esté presente, la asistencia de
veinteañeros y más se da con cuentagotas. Tal vez habrá que cambiar el
paradigma porque lo que hay no sirve o porque están “a otro rollo”.
Parece que este desfallecimiento se debe en gran parte a que
los programas del sistema de enseñanza han prescindido de él al igual que se
relega la filosofía a un mero acompañamiento, algo que adorne el programa, lo que
resultan ser asignaturas maría. La carga lectiva se prioriza con materias
enfocadas al mundo del trabajo y no para la vida, por lo que desaparece el
pensamiento crítico, la creatividad, la apertura de horizontes e, incluso,
hacernos más humanos y solidarios. Ni siquiera con el resultado de quien sale
de los institutos o facultades está, nunca mejor dicho, facultado para la vida
laboral siendo como es una constante transformación, pero ni siguiera para la
vida misma. Eso sí, tendremos gente dócil con buenos currículos que, como no
tengan otra fuente para espabilar, serán
los perfectos inútiles. Ese afán por primar la eficiencia, la eficacia, el utilitarismo
y la exaltación de la tecnología como sustitutiva de la creatividad, no como
medio de creación, nos apaga como sociedad.
También Internet, cómo
no, juega su papel. Potencia dar a conocer la obra, aunque cada vez menos por
la saturación de información que se maneja en ese océano digital. Esta
saturación quita todo su valor artístico y crematístico porque el producto se
puede conseguir sin tener en cuenta el trabajo de investigación, de preparación
y desarrollo de lo adquirido, con lo que tampoco no ayuda nada al creador. En
lo digital manda lo efímero, todo es líquido y volátil cuando el arte requiere
contemplación y sosiego, admirar el lenguaje, las formas, los colores, los
sabores y los sonidos para que te cause emoción.
Sin embargo, pese a que
casi no se vende, sigue habiendo muchos artistas, más que nunca, lo que resulta
paradójico. Ahora se dice que el Arte, “por fin”, ya no existe, que el Arte ha
llegado a su fin, no tanto porque cualquier cosa pudiera ser Arte, que también, sino porque
sus productos ahora se han diluido en lo cotidiano, están al alcance de
cualquiera y pierden el valor de lo sagrado, de objeto de culto, de admiración.
Hace ya muchos años se anunció que todo ser humano es un artista y cada acción
una obra de Arte por lo que todos nos podemos considerar artistas. El Arte se ha democratizado, o se ha hecho inabarcable.