2020-10-14

EL FUEGO ILUMINA LA NOCHE

 

COMENTARIOS al Relato presentado en EL TINTERO DE ORO de acuerdo con las premisas del cartel. Se puede leer punchando AQUÍ o en la pestaña superior RELATOS CORTOS.


             

2020-10-08

EL HOMBRE SIN ROSTRO

 No pretendo hacer un tutorial sobre el modo de usar esta prenda que ya se ha hecho imprescindible y tiene pinta de que va para largo. La moda ha encontrado el filón y están creando tendencia, pero algunos van por libre, como la de la foto.

En esta foto no se explica cómo usarla sino cómo no hay que hacerlo. Además pongo en duda la eficacia de la que lleva la portadora, que es el mismo modelo que el que yo calzo, la estándar, ya que, si es capaz de traspasar con su mirada y leer el móvil, los puñeteros virus lo harán (lo de traspasar, no lo de leer) con más facilidad. Puede ser, no lo descarto, que la protagonista tenga la vista de Lince (Linceo para los amigos, personaje de la mitología griega, quien tenía la facultad de ver a través de paredes y objetos. De ahí es de donde viene el dicho “vista de lince”). Cabe también que se trate de “El hombre sin cara”, leyenda urbana de las que acojonan y es fuente de pesadillas. Yo me topé con él en un bar y no pasó nada, incluso pude sacarle discretamente la foto. Para verla, pinchar AQUÍ o en la pestaña superior IMÁGENES.

2020-10-02

EL COTILLEO

 

El cotilleo, también llamado chismorreo y comadreo, es veneno puro que la gente se ha acostumbrado a consumir en grandes dosis. Lo que podía ser un momento de diversión sin otra pretensión que un pasatiempo inocente se ha convertido en un ejercicio de ocultación de nuestras propias miserias aireando las de los demás. En todo cotilleo hay un punto de malicia que parece consustancial a él. A pesar de que alguien dijo: «que hablen de mí aunque sea mal», no se cotillea por hacer un favor a nadie. Hay rivalidad, envidia o desprecio hacia la persona agraciada con el comentario.

 

La sociedad burguesa de antaño —por lo general ociosa— practicaba este pasatiempo con un refinamiento aparente pero con un fondo perverso como hienas devorando a su presa con una sonrisa. Menos maldad había en la servidumbre ya que su diversión consistía en contar sottovoce los devaneos de alcoba de los señores. Al resto de la plebe seguramente no le quedaba tiempo ni ganas para la literatura. De todo esto se aprovecharon los medios impresos al ver el filón, luego fueron las televisiones y ahora las redes sociales. Es la seña de identidad de esta sociedad. La rumorología es la ciencia que practican los cotillas. Como cada vez necesitan más carnaza, muda en crítica mordaz y corrosiva que cuando se ha extendido lo suficiente se convierte en verdad absoluta.

 

Un tal J. M. Bergoglio (un argentino en Roma) dijo: «el cotilleo es una plaga peor que la del coronavirus». Parece una aseveración de grueso calibre, pero si nos atenemos a la infalibilidad (¡uy! Qué palabra más complicada,  creo que nunca la había escrito) del Papa que dicen que cuando habla es “palabra de Dios”, habrá que tomarla como cierta si le introducimos algunos matices. No obstante, siendo una plaga tan perniciosa no se le dedica un segundo a erradicarla. Diría que todo lo contrario. Se potencia, no sé si directamente por el poder, pero al menos sí por los medios mal llamados de información. En cualquier caso, sirve como adormidera para gente insulsa. La gente mira una noticia y no se molesta en profundizar sobre qué significa y en su trascendencia. Se fija en lo superficial, en la anécdota. Ha perdido el espíritu crítico, si es que algún día lo tuvo. Tal vez la única utilidad positiva puede consistir en ser fuente de inspiración para la creación literaria a modo de lanzador de ideas.

 

Jules Romains, poeta y escritor, sentenció: «La gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas, la gente mediocre habla de gente».


Ahí lo dejo.