Derroche, sumisión, alienación
Diario de Noticias. Patxi Ventura
26·09·22 | 09:46
Aunque no nos entreguemos, creo que somos bastantes
los que manteniendo la esperanza de avanzar hacia una posible sociedad más
justa, más equitativa, más humana, más progresista, nos hemos visto
sorprendidos y golpeados por los megalómanos fastos del entierro británico, en
los que la flor y nata de los estamentos religiosos, científicos y políticos se
han prestado sumisamente a participar en un espectáculo mediático mundial, más
propio de los faraones, con liturgias medievales y costos inimaginables, pero
que ni aún así han resultado suficientes para provocar alguna multitudinaria
reacción intelectual y social de protesta ni en los sindicatos, ni en la
universidad o en los medios informativos, salvo escasísimas y honrosas
excepciones. Hemos visto a los máximos mandatarios republicanos, monárquicos,
religiosos, militares, científicos, todos sumisos y doblegados ante una puesta
en escena egocéntrica, mientras mucho más de medio mundo sigue pasando apuros
para sobrevivir. Y lo peor, igual que con Franco, colas interminables de pueblo
llano esperando día y noche para doblar la cabeza ante un ser humano que, como
casi todos, habrá tenido muchas virtudes, pero también sus defectos y pecados.
El culto a la personalidad tan criticado, afeado y condenado, con mucha razón,
en otras áreas e ideologías (Stalin, Lenin, Fidel, Che Guevara, Mao, Ho Chi
Minh, Tito, Perón...) resulta magnificado y alabado en las monarquías
hereditarias europeas, regímenes no democráticos y que por tanto no respetan la
integridad de las cartas de los Derechos Humanos, pues se reservan las
posiciones más relevantes para unas pocas familias y no para el acceso de
cualquier ciudadano. Parece mentira que una sociedad con un nivel de cultura
como la que parece que se tiene hoy en Europa esté, estemos, tragando, por lo
visto encantados la mayoría, con ese escandaloso derroche y promoción de un
sistema que como hoy lo representan y ejercen algunos, resulta más propio de la
edad media que del siglo XXI, pero que muestran su actual e inmenso poder a
través de organizaciones oscuras como Bilderberg y El Gran Oriente.
¿Imperialismo
humanitario?
DIARIO DE NOTICIAS. JULIO GRELA 21.02.2022
Llevamos semanas
siendo bombardeados en telediarios, prensa escrita y radios, con la eminente
invasión de Ucrania por parte de la pérfida Rusia. En oposición a estos
malvados tenemos a los desinteresados salvadores, Estados Unidos. Dispuestos a
defender, por medio de la OTAN, a un país a todas luces muy inferior al gigante
soviético.
Bien, sería difícil de
creer las buenas y desinteresadas intenciones de estos imperialistas, pues ya
se sabe la mentira evita el juicio y oculta al criminal, no son creíbles las
buenas intenciones de quienes fueron capaces de tirar dos bombas atómicas, con
cientos de miles de muertes y cientos de miles de lisiados, sobre una nación,
Japón, que ya había hecho una oferta de paz negociada y que no le fue aceptada.
Quien ha explotado a medio mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial en
el año 1945. Quien lleva décadas viviendo a costa del resto del mundo, con
incontables invasiones y golpes de Estado, tanto en Sudamérica como en Oriente
Medio o el sur de Asía. Quien ha inventado los argumentos más falaces, armas de
destrucción masivas, nunca encontradas, que les den derecho al saqueo y al
crimen, ataques que sólo ellos los conocen, pero que les sirvieron de excusa
para intervenir en Corea, tres millones de muertos, Vietnam con más de tres
millones de muertos, la mayoría civiles, donde todavía hay gente padeciendo las
secuelas del napalm.
Su cinismo no tiene
límites, cada vez que invaden lo hacen bajo la bandera de la libertad, la
democracia y la paz, y para eso acusan a sus enemigos de lo que
ellos hacen y se sirven de los poderosos medios de información a su servicio,
que para eso les pagan y controlan. Sigue la ruta del dinero y hallarás al
ladrón. Claro que todo esto se hizo antes, ahora no. Ahora con Biden las
cosas han cambiado y nos quieren hacer creer de sus bondades para con un país,
Ucrania. Que por cierto también cambió de dirigentes después de un golpe de
Estado y hoy, entre otras cosas, está armando peligrosamente a la población
civil, algo que puede dar lugar al germen de futuros para-policiales con
reminiscencias fascistas.
El miedo, más que
evitar una posible invasión armada, va a dar lugar a aceptar el imperialismo
como salvador sin ver la factura que seguro vendrá detrás.
PEDRODE NAVARRA, ZUMALAKÁRREGI,
AGIRRE, ¿HÉROES O VILLANOS?
ENRIKE MIRANDA 07.01.2022 |
00:43 Diario de Noticias
Los navarros que lucharon en 1512
contra los castellanos en Noain sabían que el triunfo sería su gloria y la
derrota su perdición.
Y así fue. Los defensores de
Navarra sufrieron persecución, escarnio, muerte y exilio. Solo quienes se
plegaron a la voluntad del rey castellano fueron indultados, pero aun así
sufrieron el estigma y el rechazo de sus vecinos beamonteses, e incluso sus
denuncias ante la justicia real por mantener sus deseos de volver a ser
navarros independientes.
Estos hechos sobre la batalla de
Noain se documentan en una interesante exposición que se puede ver estos días
en el Palacio Real de Iruña. Mientras el rey de Castilla indultaba a los
perdedores, los beamonteses navarros les seguían denigrando para mantener sus
privilegios.
Quinientos años después un
monumento les recuerda y honra en Salinas de Pamplona. ¿Fueron héroes o
villanos? Los procastellanos de hoy los consideran villanos, los defensores de
Navarra los consideran héroes y ejemplo a seguir.
El Gobierno vasco ha reabierto un
debate histórico sobre la consideración de héroe o villano en nuestro país al
presentar su Plan de Paz y Convivencia y exigir a los militantes de ETA y a las
organizaciones de la izquierda soberanista vasca que reconozcan que estaban
equivocados, que quienes usaron las armas nunca lo debieron hacer.
La dicotomía patriota-traidor en
nuestro país ya empezó hace 500 años, pues mientras Vélez de Medrano, alcaide
del castillo de Amaiur, era ajusticiado por traidor, los condes de Lerin,
Gendulain y otros eran premiados por la Corona de Castilla con prebendas y
propiedades, precisamente por ser traidores a su rey natural. También entonces
varios señores vizcaínos fueron premiados por acudir a la batalla de Noain con
sus milicias, en apoyo al rey castellano.
Desde Vélez de Medrano hasta
nuestros días han sido multitud las personas que en cinco siglos han tomado las
armas en defensa del país, bajo una u otra bandera, causa o llamamiento. Y
feroz ha sido la represión aplicada por los invasores. Empezando por
Hondarribia en 1524, conspiraciones a lo largo de 500 años, procesos de
brujería donde los inquisidores reales hacían revoltijo de herejes y rebeldes; Zumalakarregi,
levantamientos carlistas, abrazos de Bergara con perdón para unos y exilio para
los recalcitrantes; Aguirre y los gudaris de 1936; maquis, PC, FRAP, ETA,
Iraultza y antifranquistas varios han usado las armas en defensa del país,
dando sufrimiento y sufriendo muerte, represión y exilio.
¿Los navarros de Noain no
debieron enfrentarse a los castellanos? ¿El mariscal Pedro de Navarra, los
defensores de Amaiur y Hondarribia, Zumalakarregi y carlistas, Gobierno vasco y
gudaris de 1936, guerrilleros del maquis, las voluntarias del PC, FRAP, ETA y
antifranquistas...debieron quedarse en casa? ¿Se equivocaron al seguir el
lema: defenderé la casa de mi padre?
En Salinas el memorial recuerda a
los muertos en Noain. La Diputación de Navarra levantó un monolito en Amaiur en
honor de los defensores del Castillo. Zumalakarregi tiene calles dedicadas en
nuestros pueblos y ciudades. Memoriales diversos jalonan los pueblos, montes y
cunetas en recuerdo de los republicanos y gudaris. ¿Traidores o héroes?
Si realmente buscamos la
convivencia sin rédito político, no deberíamos poner tanto empeño en proclamar
quien es la persona traidora y quien la heroína, porque cada cual ya tiene su
parecer más personal, "pues nada es verdad ni es mentira, sino del color
con que se mira".
El Plan de Paz y Convivencia tal
vez deba poner más empeño en buscar los mecanismos de discusión y diálogo que
permitan poner fin a este conflicto de siglos y posibiliten el fin del
sufrimiento generado por este último ciclo armado, con el reconocimiento de las
víctimas de ambas partes y la vuelta a casa de los voluntarios y voluntarias,
estén en la cárcel o en el exilio, mejor antes que después para que las plazas
de nuestros pueblos respiren paz en libertad.
Han sido multitud las personas
que han tomado las armas en defensa del país bajo una bandera, causa o
llamamiento
A vueltas con la Ley de Amnistía
A raíz de una enmienda, presentada por el PSOE y Unidas Podemos, al Proyecto de Ley de Memoria Democrática en tramitación parlamentaria, por la que se dice que la Ley de Amnistía de 1977, se interprete y aplique de conformidad con el Derecho Internacional Humanitario, se ha generado un interesante debate sobre la mencionada Ley 46/1977, de 15 de octubre.
Llama la atención, entre las diversas opiniones surgidas, el artículo de la periodista Soledad Gallego-Diaz, Una gran confusión, publicado el 11 de noviembre en El País. Dice la citada periodista en su artículo que: “La Ley de Amnistía no fue un trágalo impuesto por la extrema derecha, sino una iniciativa de la izquierda que respondía a una enorme demanda de la sociedad española”. Ilustra su artículo con referencias a las intervenciones de diversos partidos políticos en el debate parlamentario de aprobación de la ley, entre otras la de Marcelino Camacho (PCE): “Consideramos que esta ley es una pieza capital de la política de reconciliación nacional… Queremos cerrar una etapa…”. O la de Xabier Arzalluz (PNV): “La amnistía es simplemente un olvido, una amnistía de todos para todos”.
Sin embargo, no es esa la percepción que tenemos muchas de las personas que, en los años 70, estábamos en la calle luchando por la amnistía. Las movilizaciones populares exigían la amnistía para todas las personas presas por su lucha y militancia antifranquista. No para los criminales golpistas ni para los franquistas que, de hecho, nunca han estado en la cárcel.
No es posible creer que Arturo Ruiz; los cinco obreros masacrados el 3 de marzo de 1976 en Gasteiz; Normi Menchaca; Jesús María Zabala; Mari Luz Nájera; los abogados laboralistas de Atocha; Manuel García Caparrós; Rafael Gómez Jáuregui; José Luis Cano; Miguel del Caño; Manuel Fuentes Mesa y tantas otras personas que cayeron asesinadas en los años 1976 y 1977 por reivindicar la amnistía y la libertad, lo estaban haciendo para que se amnistiasen los crímenes del franquismo y a sus asesinos.
Además, la Ley de Amnistía no se extendió a todas las personas encarceladas; se excluyó a los llamados “presos sociales” (COPEL); a las condenadas por “delitos de mujeres” (aborto, prostitución…); a los colectivos LGTBI+; a los militares de la Unión Militar Democrática (UMD).
Por lo que no es cierto que quienes se movilizaron y lucharon en las calles lo hacían por una amnistía para los crímenes del franquismo. Ese debate nunca estuvo presente, ni fue una reivindicación asumida por el movimiento popular. No, la Ley 46/1977, de 15 de octubre, Ley de Amnistía, no fue, ni mucho menos, una conquista del movimiento popular, ni una demanda de la sociedad. Como tampoco lo era la restauración de la monarquía.
También se reivindicaba la “disolución de los cuerpos represivos”, y mira tú lo que se consiguió; ahí siguen, en el año 2021, cargando contra huelgas obreras en Cádiz y manifestándose en defensa de la Ley Mordaza.
La reconciliación, el perdón, el olvido y la impunidad solo se aplicó a los crímenes del franquismo. A las personas luchadoras por la libertad, por la democracia, por los derechos de las clases trabajadoras, por la autodeterminación de los pueblos…, se les siguió reprimiendo, antes y después de la Ley de Amnistía.
Identificar lo que defendieron y votaron los partidos políticos en el Parlamento con la movilización popular es lo mismo que no distinguir entre un plátano y su cáscara. Aunque se denomine a ambas como plátano, una cosa es la corteza y otra, bien distinta, la fruta que es lo que se come.
La Ley de Amnistía nunca tuvo que ser aplicada como una ley de “punto final” y, sin embargo, la judicatura española lo ha hecho y lo sigue haciendo. Con anterioridad a la aprobación de esa ley, el Estado español ratificó, en abril de 1977, el Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles que, en su artículo 15, establece la imprescriptibilidad y la condición de no amnistiables de los crímenes cometidos en contra del Derecho Internacional, admitiendo la retroactividad para su enjuiciamiento. Por lo que la Ley de Amnistía no puede prevalecer, como lo hacen los tribunales de justicia españoles, contra el Pacto Internacional ratificado con anterioridad.
No se trata de un problema de legalidad, sino de una mala praxis judicial, basada en una nula aplicación de las normas de derecho universal y de derechos humanos.
Lo que subyace en el fondo es la defensa a ultranza por parte del poder establecido del régimen del 78 y del peculiar proceso seguido para el tránsito de una larga dictadura surgida de un cruento golpe militar. Proceso basado en la impunidad, el olvido, el mantenimiento de partes fundamentales del antiguo régimen y el aplastamiento del movimiento popular y de toda reivindicación de contenido rupturista.
La Memoria Histórica nos está diciendo de forma clara y persistente que toda superación de situaciones en donde se han producido crímenes contra la humanidad, como lo fue en el alzamiento, en la dictadura y en la Transición, solo se puede llevar a cabo en parámetros de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición, sin que falte ninguno de ellos. Así lo ratifican organismos internacionales, relatores de Derechos Humanos… La Ley de Amnistía no puede ser un obstáculo para conseguir estos objetivos. Ya sea derogándola, ya sea modificando el Código Penal, es preciso que los tribunales de justicia tengan claro que no puede haber excusa alguna para no juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura y la transición. Si no se avanza en este terreno, cerrando de forma correcta el pasado golpista, la dictadura y los crímenes de la Transición, nunca se conseguirá vivir en libertad y democracia. Esa sí es una aspiración social y no la perversa y tramposa Ley de Amnistía.
Noticias de Navarra
UN PASEO AL ATERDECER
JAVIER KORRES 16.07.2021 | 00:26
Diario de Noticias
Ayer salí de mi estudio después de cuatro meses de
reclusión, de una suerte de luto que no ha mitigado ni el peso del fracaso ni
el dolor. Una vez más, mi condición de múltiple me ha abocado a la ruptura y a
la soledad. Sí, ser uno y ser muchos al mismo tiempo me ha impedido conocer qué
es primero en cada momento, el orden de prioridades que establece o, debe
hacerlo, la consistencia de una relación. Aunque la presencia del caos en mi
vida ha disminuido notablemente, no lo ha hecho de manera suficiente. Sigo
siendo un ser caótico que se pierde en el laberinto fangoso de su propia
confusión. Mi tendencia a la soledad ha influido notablemente en mi ruptura,
una soledad que hace del silencio el núcleo vivo donde crecer hasta el declive,
hacia el mundo de la senecta con la suficiente clarividencia para, dentro del
caos conducirme hacia mí mismo de un modo calmo. Decidí salir de mi estudio
porque uno no es ajeno a la vida de los otros y especialmente porque la hora
había llegado y eso se sabe a estas alturas de la vida. Al subir en el urbano
sentí esa emoción que anida en la novedad y que augura emociones nuevas,
pequeños mundos ignotos que habían de presentarse sin preguntar, como
fotogramas de un film en el que pese a mi condición pasiva, yo era el
protagonista. Pagué al conductor que iba sentado en un pequeño cubículo y, al
darme el recibo me alegré de que fuera una chica joven la que dominaba el
enorme vehículo que iba a conducirme al centro. Aunque ya no es tan extraño me
pareció un buen síntoma y un buen comienzo en mi viaje. Sentado en la última
fila del bus, parapetado en mis gafas de sol fui observando cómo subían uno a
uno los viajeros y de qué modo se había instalado en ellos la rutina y cómo
también la incomunicación era un hecho quizá irremediable. Nadie hablaba con
nadie. Cada cual asido a su teléfono móvil indagando no se sabe qué mundos
virtuales, qué soflamas, qué ofertas, qué requerimientos de la publicidad y el
negocio. Me dije: imposible llegar de este modo al tiempo de la senecta, a su
sosegada sabiduría y, esta reflexión me impulsó a volverme de nuevo a mi
estudio y no salir de él hasta el día del juicio. Es claro que no lo hice. Al
llegar a la parada que me dejaba en el centro, bajé sin mucho entusiasmo pero
me dije que si bien no me gustó lo que vi en el bus, nadie podía decirme que no
hubiera espacios más amables donde convivir siquiera por una tarde. Sólo existe
lo que uno cree que existe, ¿no es así? De modo que me apresuré a caminar por
las viejas calzadas del barrio viejo. Se había convertido en una inmensa
terraza donde un ejército de solícitos camareros danzaban con sus bandejas
haciendo de ti un cliente potencial como se dice ahora de todo aquello que se
presupone. El que una moderna terraza con parasoles gigantescos compartiera
espacio con una iglesia del siglo XII era algo fantástico, de modo que sentado
a una mesa pedí un helado de queso y arándanos. Deseaba que alguien se sentara
a mi mesa donde yo le explicaría que entre el queso con arándanos y la piedra
milenaria de la iglesia se establecía una corriente de empatía nada desdeñable
y que ese era el motivo de mi presencia en la terraza en esa hora tibia de la
tarde, primera desde mi encierro en mi estudio donde nunca pude degustar nada
parecido a un helado ni el susurro generoso de una multitud de caminantes que,
quién sabe si hacían algo más que caminar. No me arrepiento de mi salida que no
fue precipitada ni meditada de un modo suficiente pero, he regresado a mi
estudio donde reina el silencio y los atardeceres tienen la insondable
querencia de una caricia en el alma.
MI ESTÓMAGO
AINGERU EPALTZA 02.03.2021 | 01:19
Diario de Noticias
No pude ver completa la entrevista de Jordi Évole a
José María Aznar. Mi estómago no da para tanto. Algún acertado comentarista
decía ayer que si hubieran colocado al expresidente un detector de mentiras, el
aparato habría estallado en mil pedazos al cuarto de hora. Que a estas alturas
Aznar siga intentando sembrar dudas sobre la autoría de los atentados de Atocha
o ni se ponga rojo cuando niega la corrupción del PP dice mucho de este
personaje tan encantado de conocerse como el del domingo ante las cámaras.
Entre tanta falsedad y tanta autocomplacencia, sorprendía una verdad: "Si
el que representa la institución no la respeta, ¿por qué lo van a hacer los
demás?". Hablaba, claro, del rey emérito y de la corona. Debe de resultar
descorazonador para un monárquico convencido como no dudo que será Aznar ver
chapotear en el barro a la persona que ha ostentado la jefatura del Estado
durante 40 años. El que fuera presidente del Gobierno marca ahora distancias
con el fugado a Abu Dabi. Otros siguen contándose entre los que el articulista
de un diario digital calificaba el otro día de "juancarplanistas".
Gentes que a pesar de todas las evidencias, siguen reivindicando la figura de
Juan Carlos I, exculpándolo por su pretendido papel como "salvador de la democracia".
Lo hicieron la semana pasada, con el PSOE a la cabeza, a cuenta del último
aniversario del 23-F, a pesar de las cada vez más abundantes publicaciones que
ponen en cuestión la versión oficial de lo sucedido aquellos días. Si
pretendían convencer a alguien que no lo estuviera ya, el campechano lo jodió
todo tres días después con la noticia de la regularización de más de 4 millones
de euros suyos con la Hacienda estatal. Los "juancarplanistas"
seguirán sin preguntarse de dónde ha salido y de dónde sigue saliendo tanto
dinero. La gente normal, la verdaderamente normal, se preguntará cómo es
posible tanta jeta y tanta impunidad.
SEDE VACANTE
DIARIO DE NOTICIAS. SANTIAGO CERVERA 27.12.2020
Es muy divertido leer las reacciones al discurso del
rey en Nochebuena. La cantidad de cosas que se pueden llegar a decir sobre una
intervención banal, tópica y perfectamente prescindible, que apenas dura siete
minutos y que han visto en directo menos del 25% de los españoles. De una parte
están los detractores, en distintos grados, de la monarquía, que se dicen escandalizados
por no haber escuchado afirmaciones contundentes y pegadas a la realidad,
incluso una posición clara frente a las golfadas genealógicas de la familia
Borbón. Es curioso que quienes menos creen en el papel del monarca sean los que
más le demanden determinación, como si quisieran que vindicara un papel
institucional rotundo. En el segundo grupo están los hagiógrafos, los que nos
cuentan lo que en realidad ha dicho el rey pero no nos hemos dado cuenta.
Desternillantes cheerleaders. Escriben, sin rubor alguno, frases
que comienzan con "el rey ha puesto énfasis en" o "el rey ha
sido muy claro al referirse a". Un subgénero avanzado del cortesanismo
mediático consiste en descifrar los mensajes ocultos de la alocución a través
de su imagen videográfica: tal foto en la estantería, un ejemplar de la
Constitución como atrezzo o, cualquier día, el color y brillo
de las bolas del árbol. Todo quiere decir algo, por lo visto, y somos tontos lo
que no nos percatamos. Todo adquiere relevancia política, como si nuestra vida
fuera a cambiar mañana mismo tras un discurso. Así pasa el día de Navidad en
las redes y los digitales, plagados de ridículas glosas o severas críticas.
Contribuyen a ello los partidos políticos, entre los que todavía no existe uno
solo, que yo conozca, que se niegue a entrar a un trapo tan raído. Lo bueno de
todo es que pasa el día 25, y tras la mala digestión nadie recuerda nada del
soberano discurso. Señal de que significa bastante poco.
Reconózcase, no obstante, que llegó este año la
prédica en un clima algo distinto, cuando uno de los partidos en el Gobierno no
desaprovecha momento alguno para hablar de una eventual caída de la monarquía.
Tenemos a Podemos, en efecto, haciendo lo único que saben hacer: poner tuits y
perpetrar payasadas. Pablo cree que es transgresor, adanista incluso, el primer
vicepresidente que pone en solfa el modelo de la jefatura del Estado. Con ese
señuelo intenta justificar todo un proyecto político, y es pretensión bastante
como para dejar de lado cualquier otra cosa –las residencias de ancianos, por
ejemplo– y poder disponer de más tiempo para seguir viendo series, que es en el
fondo lo que le gusta. No han hecho los de Iglesias, ni harán, lo que
corresponde a la legítima capacidad política que le ha otorgado el votante:
presentar una proposición de ley para modificar la Constitución y cambiar el
sistema de acceso a la jefatura del Estado hacia un modelo republicano, tal que
el de Italia, Alemania, Austria, Finlandia o Portugal. A mí me gustaría que lo
hicieran, sinceramente, pero no caerá la breva. Lo de los morados es un chiste,
lo del perro ladrador, una añagaza más para tomar el pelo a ingenuos. Nada como
el actual régimen para que estos oportunistas sigan con una nómina que en
ningún otro sitio alcanzarían.
Mucho menos comprensible es que quienes se dicen
defensores de España y de la España constitucional no se percaten de hasta qué
punto es un error encarnarla unívocamente en la figura del monarca, este o
cualquiera de su estirpe. Como si de una persona dependiera la pervivencia de
un proyecto común, lo que viene siendo una nación. El problema no es ya la
anacronía que supone atribuir la jefatura del Estado a una familia, ni siquiera
que se haya demostrado que la corrupción se ha instalado en ella con toda
facilidad. El problema es que el rey no es nada, apenas un discurso de Navidad
para consumo efímero de unas pocas horas. No tiene atribución alguna, no puede
hacer otra cosa que ofrecer al país palabras tópicas leídas en ante una cámara
o en un auditorio, y un álbum de fotos, como bien sabe la consorte. Un
economista diría que lo que tenemos ahora supone un gran coste de oportunidad
sobre lo que podríamos tener: una cabeza del Estado que por elección democrática
ejerza funciones moderadoras e integradoras, trabaje para ganarse un sueldo
contribuyendo a la mejora del funcionamiento institucional. Lo que sufrimos hoy
es una sede vacante allá en la cúspide, porque la Constitución no quiere otra
cosa. Y aquí, unos y otros, hablando de si la plática dejó algo provechoso.
El problema no es el anacronismo ni la corrupción,
sino que el rey no es más que un efímero discurso de Navidad
NO ES EL CORONAVIRUS, ES
CUESTIONAR LA LEGUTIMIDAD DEMODRÁTICA
DIARIO DE NOTICIAS. JOSEBA SANTAMARIA 03.11.2020 | 01:22
No tengo muchas dudas de que los incidentes y disturbios callejeros que
han vivido este pasado fin de semana varias ciudades del Estado tienen poco o
nada que ver con el estado de ánimo general de la sociedad ante la persistencia
del coronavirus. Es, en todo caso, la zanahoria que agitar como banderín de
enganche social y argumento de justificación mediática y política. El objetivo
real es otro. Y la causa, también. Basta ver las consignas coreadas, los
protagonistas de los incidentes –carne de cañón formada por jóvenes ultras y
más o menos jóvenes con antecedentes penales por delincuencia–, la simbología
exhibida y el modo de actuación común para saber que no hay nada, o muy poco,
de espontáneo. Obedecen a consignas previas, a una estrategia diseñada y a unos
objetivos ya perfilados. Extender las ideas de caos e inseguridad como paso
previo a incentivar aún más la agenda de ley y orden por encima de los
derechos, deberes y libertades democráticas. Es muy vieja la táctica de
alimentar el desorden en las calles para dinamitar las bases constitucionales
de la democracia. Ni siquiera los nazis fueron los primeros. Más bien creo que
esas algaradas forman parte de una estrategia política que lleva meses en
marcha en el Estado español y que comienza con el discurso político y
parlamentario que expande la idea de que el actual Gobierno de Sánchez e
Iglesias y sus apoyos, elegido libre y democráticamente, es ilegítimo, primero,
y totalitario, después. Esa lluvia fina es la puerta abierta a la justificación
posterior de un supuesto malestar social que se manifiesta de forma violenta
precisamente para defender la libertad. La perversión ultra del lenguaje
para intentar una manipulación masiva de la opinión pública. Todo empezó con
aquel triste ¡A por ellos! contra Catalunya y desde entonces
todo está intoxicado por un auge de los discursos antidemocráticos y una
condescendencia con sus más lerdos protagonistas. En realidad, un totum
revolutum de tipos engreídos, supremacistas e indocumentados
intelectuales que conforman la política de confrontación territorial,
xenofobia, acoso a las mujeres y manipulación informativa, donde lo simbólico
se impone a los valores, la toxicidad a la verdad y lo individual al bien
común. Todo lo contrario a lo que representan las sociedades democráticas
libres. Es cierto que forman parte de una parte aún pequeña frente a la inmensa
mayoría de la sociedad. Pero no vale dejarse llevar a engaño. Blanquear y
enmascarar las consignas fanáticas y violentas y asumir un discurso que
arremete sin ambages contra los principios democráticos, los derechos humanos y
la legitimidad de los gobiernos es realmente el peligro. En este país lo
sabemos bien. Es el primer paso para el objetivo final –las excusas, sea el
coronavirus u otras, son lo de menos–, de desmontar el modelo democrático de
convivencia. Un imposible si no fuera por la legitimación del discurso
extremista, la valoración social del todo vale, la complicidad
mediática con todo ello y el intento constante de vulnerar desde los
tribunales, la manipulación informativa, la presión de los poderes
empresariales y financieros y la agitación social el resultado de las urnas.
Esa idea suya de España es también en esto una excepción en la Europa
democrática.
FIRMANTES EN DEFENSA PROPIA
DIARIO DE NOTICIAS. PABLO
MUÑOZ 30.08.2020 | 01:48
Repasa uno la lista de firmantes del manifiesto de apoyo
al emérito y se puede echar las manos a la cabeza ante semejante alarde de
desfachatez adobada de servilismo y vasallaje. Setenta y pico viejas glorias
que representan lo más oscuro de la transición han unido sus firmas en favor
del Borbón fugado, sin más argumentos que la anacrónica y franquista
"adhesión inquebrantable" con las apelaciones tópicas a la presunción
de inocencia y al recuerdo de su legado en los cuarenta años –vaya, también
cuarenta– de democracia. No se limitan los firmantes a incensar al ilustre
prófugo, sino que aprovechan su estatus de pretéritas celebrityes para
echarnos la bronca a quienes le consideramos cofrade de El Dioni porque
"nunca se podrá borrar su labor de apoyo a la democracia y a la nación so
pena de una ingratitud social que nada bueno presagiaría del conjunto de la
sociedad española". Ingratos, que somos unos ingratos.
Entre los abajo firmantes, como zombis salidos del
túnel del tiempo, figuran algún ministro franquista como Rodolfo Martín Villa,
ministros y presidentes autonómicos socialistas como Alfonso Guerra o Rodríguez
Ibarra y populares como Esperanza Aguirre, Ana Pastor o Jaime Mayor Oreja, así
como ex fiscales generales y otros altos cargos que fueron protagonistas
destacados en los gobiernos de UCD, PSOE y PP. No podía faltar en la lista el
ubicuo Jaime Ignacio del Burgo, siempre en primera fila de pleitesía.
Seamos serios. De una manera o de otra, la mayor parte
de los abajo firmantes han sido responsables directos de un modo de hacer
política que dejó abiertas las puertas de la corrupción a todos los niveles,
desde el cutre chiringuito de influencias remuneradas de Juan Guerra a la
financiación corrupta de los grandes partidos pasando por las rapiñas reales
del emérito, su yerno y su corte de amistades. Acierta Iñaki Gabilondo cuando
deja constancia de que la fuga del Borbón no sólo ha desnudado al monarca, sino
que ha dejado en evidencia a toda una generación que durante muchos años miró
para otro lado ante los desmanes de la monarquía y ante las tropelías propias.
Los setenta y tantos abajo firmantes, todos ellos ex
ministros y altos cargos, bajo el pretexto de apoyar al rey, quieren cubrir con
un manto de impunidad su responsabilidad directa en la corrupción sistémica que
ha llegado a acumular montañas de expedientes judiciales acusatorios contra
quienes ahora pretenden defenderse a sí mismos defendiendo al fugitivo. Es una
desvergüenza que estos personajes, responsables de cuarenta años de
envilecimiento de la política, reclamen de la ciudadanía "que defiendan
con todos los medios democráticos a su alcance la integridad política y
territorial de la nación", en una más que preocupante combinación de
impunidad pasada, presente o futura y de unidad de España, el eterno argumento
que justifica todos los desmanes.
Los abajo firmantes, de una u otra forma quedaron
vinculados a estos cuarenta años de sobresaltos consecuencia de la corrupción,
Algunos de ellos ejemplos aún vivos de lo más degenerado de la política,
pretenden defenderse a sí mismos y absolver su propia historia saliendo en
defensa de Juan Carlos de Borbón, ese rey campechano venerado por millones de
juancarlistas,, ese monarca fugado al que absuelven reverentes para absolverse
a sí mismos, porque están hechos respectivamente a su imagen y semejanza.
CRISIS Y OPORTUNIDADES
JUAN TORRENS ALZU 02.05.2020 | 01:01
Diario de Noticias
Siguiendo la lógica especulativa que tanto nos enseñó
la crisis financiera del 2008, el tiempo de crisis es tiempo de oportunidades,
o, como decían los sotánicos satánicos de mis años escolares: "hagamos de
la adversidad virtud".
Así pues, ¿qué nuevos retos podemos afrontar con la
alegría que otorga el atrevimiento y la ignorancia? Urge reconsiderar nuestro
sistema educativo y revertir el fracaso en un nuevo planteamiento que dote de
confianza al alumnado. ¿Acaso necesitamos que nuestros descendientes se afanen
en institutos y universidades si San Google puede responder todas nuestras
ignorancias y olvidos? ¿Para qué estudio y superación si la robótica está mejor
preparada que la humanidad para administrar y fabricar cuantos utensilios
precisemos, tanto necesarios como superfluos? ¿Para qué pretender iniciativa e
ingenio si la bigdata conoce mejor que nosotros mismos
nuestros gustos, necesidades y conveniencias ubicándonos con prontitud y
eficacia en el lugar social que nos corresponde? Reduzcamos a la mínima
expresión el gasto educativo y dejemos que las cámaras de seguridad guíen
nuestros pasos prescindiendo de quehaceres y talentos. Sabemos por experiencia
lo bien que arden los libros, así que recobremos la utilidad de las bibliotecas
caldeando las pocas aulas que se precisarán en los fríos días de invierno.
Al ingente conjunto de nuevos desocupados que estas
iniciativas van a procurar, habrá que añadir la inevitable reconversión del
estamento militar: no tenemos una guerra desde hace ochenta años, y aunque la
hubiere serán más eficaces los drones y robots, ajenos a bajas, ascensos,
jubilaciones y vacilaciones que soldados y policías. Como queda dicho, las
cámaras de control social dirigirán las máquinas dotadas de métodos coercitivos
suficientes (pistolas laser, disciplinas mecánicas, gases lacrimógenos e
incluso armas de variada munición) para hacer frente a cuanta delincuencia y
ataque enemigo se les presente. No será difícil proveerlas de artilugios que
evalúen la fechoría respondiendo y reprimiendo el crimen y haciendo superflua
la labor del juez que quedaría liberado de su función.
¿Y qué hacer con las hordas de ociosos que dichas
iniciativas proporcionarían con la reforma de estos y otros segmentos
profesionales y laborales? Sabido es que el suministro energético es una de las
necesidades más perentorias de la nación en este momento, y no digamos en el
futuro que se avecina. Es menester que, a las consabidas infraestructuras
solares, eólicas e hidráulicas que ya funcionan, implementemos otros métodos
más imaginativos que aumenten el caudal energético necesario para el
funcionamiento de nuestra nación. Y dado que, al decir de los sabios, la
energía ni se crea ni se destruye y, ya que cada uno de nosotros somos una
eficaz fábrica de excrementos, pues no conozco a nadie que ingiera y no
deponga, aprovechemos el fruto entrañable de nuestro vientre para compostar y
transformar las cotidianas deposiciones en corriente alterna: la famosa energía
de la mierda. Si algo no nos ha de faltar son productores.
Una vez más tenemos la oportunidad de aplicar
soluciones imaginativas y producir las sinergias adecuadas para superarnos a
nosotros mismos y conseguir que la humanidad jalone un nuevo éxito en su
peculiar singladura en la evolución de la especie... de la especie de
estercolero que hemos convertido el planeta.
JUAN CARLOS I Y SUS HACEDORES
SABINO CUADRA LASARTE
DIARIO DE NOTICIAS 14.03.2020 | 01:28
¿Los reyes nacen o se hacen? Al margen de que con el
paso del tiempo puedan llegar a tenerla un tanto diluida por aquello de la
ingesta, ¿es verdad que tienen sangre azul o esto es un infundio? Y entrando en
el tema que nos ocupa, ¿qué aporta a este interesantísimo y sanguíneo
debate de la saga borbónica?
La troika monárquico-constitucionalista del PSOE, PP y
Vox acaban de rechazar en la Mesa del Congreso las distintas peticiones
formuladas a fin de crear una Comisión de Investigación sobre las presuntas
irregularidades fiscales del actual rey emérito español, Juan Carlos I. La
razón aducida para ello dada es simple: la Constitución española (artículo
56.3) afirma que "la persona del rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad". Según esto, el rey no puede ser investigado, procesado
y, mucho menos aún, condenado por actividades realizadas en su ámbito privado y
personal. Es decir, consideran que el monarca, como el agente 007, cuenta con
licencia para defraudar, robar o delinquir de la forma más descarnada. Punto
pelota.
El asunto viene a cuenta de que la Fiscalía suiza
sospecha que el emérito podía haber cometido un delito de cohecho llevándose
100 millones de euros por sus labores de conseguidor en la adjudicación de la
obra del AVE en Arabia Saudí a varias empresas españolas. De este dinero,
ingresado por el rey de ese país Abdul Aziz Al Saud en una fundación panameña
vinculada a Juan Carlos I, 65 millones fueron a parar a la que ha sido su
amante durante cinco años, Corinna Larsen. O sea, 36.100 euros por día de
amantía.
Quizás los borbones no tengan sangre azul, pero sí un
ADN especial. Solo hay que seguir el rastro dejado a lo largo de los tres
siglos transcurridos entre Felipe V, primero en la saga, hasta el actual,
Felipe VI, para darse cuenta de ello: Fernando VII, Carlos III, Carlos IV,
Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII y el emérito, Juan Carlos I.
Un ADN borbónico en el que destacan dos cromosomas. El primero, ser todos ellos
unos bragueta alegres compulsivos (Isabel II no lo fue en este sentido literal,
por supuesto, pero sí en todo lo demás) y el segundo el no hacer ascos a ningún
negocio, prebenda o apropiación, incluida la trata de esclavos, que sirva para
engordar sus patrimonios.
Entronado por Franco, que no por otro, Juan Carlos I
fue jurador de los principios del Movimiento, adorador del dictador y exaltador
del golpe del 18 de julio. Sin embargo, cual Paulo de Tarso, durante la
Transición se produjo su conversión democrática, hasta el punto de ser el
principal eje sobre el que pivotó el tránsito de la dictadura al régimen
actual. Así lo afirmó su leal oposición, quien, en cosa de meses, pasó de
considerarlo un crápula y un facha, a descubrir en él todo un compendio de
virtudes democráticas.
El franco-rey, al principio, no era nadie. Podía haber
seguido el camino de su cuñado Constantino, que se quedó sin reino cuando en
Grecia el pueblo echó a los coroneles golpistas, en 1974, y aprovechó de paso
para sacudirse aquella monarquía que había legitimado al régimen de los milicos
helenos. Pero no fue así. Aquí la leal oposición (PSOE, PSP y PCE en primer
término) se tragó todo su pasado franquista y lo consagró en la Constitución
como Jefe del Estado y Jefe supremo de las Fuerzas Armadas. La guinda fue
otorgarle la su inviolabilidad antes comentada. Hiciera lo que hiciera, nadie
podría cuestionar sus andanzas públicas ni privadas.
Más tarde llegó el golpe de Estado del 23-F y fue
elevado a los altares. Era él, en primer lugar, quien había parado aquella
intentona. Su figura fue ensalzada hasta límites insospechados y se renunció a
escarbar lo más mínimo en su implicación en aquella multifacética asonada. Por
si esto fuera poco, se descubrió una nueva faceta en el monarca y resultó que
no solo teníamos un rey demócrata pata-negra, sino que además era un campechano
de primer orden que soltaba tacos, merendaba bocadillos de jamón y decía
delante de toda la prensa, para que así constara, que los espárragos de Navarra
eran "cojonudos". Todo un castizo, él.
Mientras tanto, cuando sus ingentes tareas de Estado
se lo permitían, Juan Carlos I viajaba a Arabia Saudi, Kuwait, Emiratos Árabes,
a visitar a toda la satrapía misógina y criminal del Golfo Pérsico y hacer
risas con ellos, que para eso eran sus colegas coronados. La ausencia total de
afinidad cultural, cercanía histórica o parentesco dinástico no era obstáculo
para encontrarse allí como en su propia casa. Le acompañaban toda una flotilla
de grandes ejecutivos de las multinacionales del IBEX-35, a quienes hacía las
oportunas presentaciones de cara a estrechar de lazos económicos y de todo
tipo. Y por medio siempre se quedaba algo.
En su discurso de Navidad de 2011, cuando su yerno
Urdangarín era investigado por varios delitos por los que sería condenado a
seis años de cárcel, Juan Carlos I afirmó: "Afortunadamente vivimos en un
Estado de Derecho y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y
sancionada con arreglo a la Ley. La Justicia es igual para todos". Y eso
lo decía, sin sonrojarse, el inviolable, el irresponsable, el protegido por el
artículo 56-3 de la Constitución. Mas tarde, en 2017, mientras era presidente
honorífico de la ONG conservacionista WWF, se supo de sus cacerías africanas
abatiendo especies protegidas. Entonces afirmó aquello tan conmovedor de:
"Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a suceder". De sus
lágrimas de cocodrilo aún se están riendo los saurios del Nilo.
No, los reyes no tienen sangre azul. Los reyes no
nacen, sino que se hacen, o mejor dicho, los hacen. En el caso de Juan Carlos
I, sus hacedores han sido quienes dieron por buena la reforma franquista;
aquellos que le ensalzaron y cantaron aleluyas; los medios de comunicación que
cubrieron sus andanzas y silenciaron sus correrías y negocios; los Consejos de
Administración de las empresas del IBEX-35 que tanto han agradecido sus
servicios. Son ellos quienes han hecho rey a este despropósito.
De Felipe VI hablaremos otro día.
¿CÁTEDRA DE CINISMO O
SIMPLEMENTE MORRO?
Diario de noticias. MANUEL
MORA HERNÁNDEZ 29.02.2020 |
El 27 de enero de 2020, se celebró en Polonia el 75
aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, símbolo del
genocidio nazi. Una concentración de delegaciones de la mayoría de países
democráticos en repudia del holocausto del pueblo judío, entre las que cabe
destacar la presencia, como representantes españoles, de nuestro rey Felipe VI
y la reina Letizia. Conviene recordar que no solo murieron judíos a manos
de los nazis en aquella guerra, también murieron en aquel campo unos 5.200 españoles
que huían del franquismo. Y también murieron, aproximadamente, otros 5.000
españoles de la tristemente célebre División Azul, integrada por unos 50.000
soldados supuestamente voluntarios. Más de 2.000 regresaron mutilados y 7.800
enfermos. Los prisioneros tuvieron que esperar más de 12 años para ser
liberados por los rusos al ser considerados como traidores o
mercenarios. Españoles diferentes, eso sí, enviados por Franco para apoyar
a Hitler en el frente ruso y premiados los que consiguieron regresar, con un
puesto de funcionario, un estanco o una administración de lotería. Nuestro rey
emérito ha confesado muchas veces su admiración por Francisco Franco, el
dictador que acabó con la única fórmula democrática en este país, la república.
Que fue aliado, cómplice y apoyo del genocida nazi, además de confesar que era
consciente de que era rey de España, por voluntad de Franco. Felipe VI, nuestro
actual rey, nunca solicitó un referéndum al pueblo español para ser aceptado
legal y moralmente como sucesor de Juan Carlos I, su padre, con lo cual los
ciudadanos entendemos que acata personalmente la forma improcedente y
totalitaria de imposición de la monarquía por el dictador, así como los
principios, morales o inmorales, de quién instauró su saga monárquica en este
país. No he conseguido leer un solo comentario periodístico que cuestione
la sinceridad de esta visita a Auschwitz, o catalogarla como mínimo de
oportunista por aquello de que los tiempos han cambiado, etcétera. Parece ser
que los tiempos que corren permiten cualquier incoherencia. Lo vemos en el
periodismo, la política, la economía y parece ser que también en la monarquía.
No vamos a ninguna parte.
Estamos en guerra, pero yo no
soy su soldado
21 MAR 2020 13:40
Publicado en https://www.elsaltodiario.com
Desde la declaración del estado
de alarma no dejan de suceder acontecimientos que animan a la reflexión,
empezando por la utilización del miedo como método de amordazamiento hasta el
análisis de nuestro propio comportamiento personal y colectivo. Pero hay algo
que llama poderosamente la atención: las ruedas de prensa que, diariamente,
ofrece el llamado Equipo técnico del comité de gestión de la crisis del
Gobierno.
Rueda de prensa posterior a la reunión del Comité de
Gestión Técnica del Coronavirus. Foto: Moncloa/Borja Puig de la Casa
La puesta en escena es brutal: un
médico, Fernando Simón, rodeado —con apariencia de secuestrado— de un general
del ejército —al que el médico le da la palabra el primero—, un alto mando de
la guardia civil (otro militar), y otro alto mando de la policía nacional,
junto a una sola mujer —María José Rayo, a la que le dan la palabra la última
para hablar de los transportes—. Tampoco es gratuita. Tras una breve e insulsa
—se intuye que muy a su pesar— intervención del médico, llegan los que parecen
formar el núcleo duro del equipo. Y así todos los días de esta crisis/guerra.
El pasado viernes 20 de marzo, el jefe del Estado
Mayor de la Defensa, general del aire Miguel Ángel Villarroya, comenzó su
intervención —no improvisada, previamente escrita— diciendo crípticamente,
mientras tuteaba a los televidentes, que “hoy es viernes en el calendario, pero
en estos tiempos de guerra, o crisis, como queráis llamarlo, todos los días son
lunes”. En su discurso declara que estamos en guerra y formamos parte del
ejército bélico, “en esta guerra irregular y rara que nos ha tocado luchar,
todos somos soldados”, y se muestra positivo con que la sociedad vaya acogiendo
valores que entiende que son patrimonio del mundo militar. Aplaude la
“disciplina” que estamos mostrando, “todos comportándose como soldados en este
difícil momento”, afirma que “el espíritu de servicio no es exclusivo de los
militares”, animando a que les copiemos, y “que todos nos comportemos como
soldados”.
Villaroya
informa, con la finalidad de ¿tranquilizarnos?, que el ejército continúa su
despliegue por todo el territorio español
Informa, con la finalidad de ¿tranquilizarnos?, que el
ejército continúa su despliegue por todo el territorio español. Nos cuenta que
ayer en un pueblo de Zaragoza aplaudieron al ejército desde los balcones y
sugiere que “ese es el espíritu que hay que demostrar”. Es de esperar que
mañana se congratule de que, por fin, la sociedad española asuma también como
propio el concepto, igualmente militar, de obediencia ciega. El médico dice
“muchas gracias (mi) general”, y continúa dando la palabra al resto de
uniformados.
Más inquietante si cabe fue la intervención del mando
policial, José Ángel González al comenzarla afirmando que “la normalidad sigue
siendo absoluta”. Ahora resulta que el estado de alarma ya es la situación
normal. La excepción convertida en norma. Afirma que hay una “tendencia
alcista” en número de personas detenidas, y avisa que, “en los incumplimientos,
tolerancia cero” (¿incumplimientos de qué órdenes?, debemos recordar que por
incumplir las normas previstas en el estado de alarma se prevén multas, no
detenciones).
José Ángel González comenzó su intervención afirmando
que “la normalidad sigue siendo absoluta”. Ahora resulta que el estado de alarma
ya es la situación normal. La excepción convertida en norma
El teniente general de la Benemérita, Laurentino Ceña,
tranquiliza a la población comunicando que desde un helicóptero se ha observado
una fiesta “en un lugar inhóspito con difícil visión”, y que, en colaboración
con otras fuerzas policiales han conseguido paralizarla y multar a sus
intervinientes —realmente 4 personas en un hotel en Leganés— demostrando que
“tienen vigilancia por mar, tierra y aire” —el Rey emérito debió llevarse los
100 millones a través de un agüero cósmico hacia otra dimensión—. Después nos
cuenta que, durante el estado de alarma, la delincuencia se ha reducido en más
de un 50% (entonces, ¿cómo se explica la “tendencia al alza” de las
detenciones?).
La sra. Rayo, teóricamente personal civil, finaliza su
intervención de forma sorprendente (no perdamos la capacidad de sorpresa)
nuevamente con lenguaje militar, avisando que “es importante mantener esta
guerra” y se permite “parafrasear a mi compañero, General Villarroya en sus tres
cualidades del mundo militar que podemos aplicar en esta época que son ”la
disciplina, el espíritu de servicio y la moral de victoria” —¿volverá otra vez
el franquista desfile de la Victoria?—, mientras ambos sonríen con adolescente
complicidad.
El médico finalmente comparte una intimidad: que él es
“un tipo muy afectuoso”, pero que ahora, al llegar a su casa no tiene
oportunidad de contacto “porque llega rendido” (que el médico hable de
rendición en este contexto de lenguaje bélico quizá cobre todo el sentido
después de escuchar a sus “compañeros”).
Hace ya unos años me declaré insumiso a la realización
del servicio militar, entre otros motivos, porque consideraba que el ejército
utilizaba a los jóvenes que se veían obligados a compartir un año de su vida en
dicha institución, para trasladar a la sociedad civil sus principios rectores:
disciplina, espíritu de servicio… obediencia ciega, y luchaba (y lucho) por una
sociedad en la que podamos relacionarnos a través de otros valores: confianza,
solidaridad, empatía, apoyo mutuo, reflexión colectiva…
Siempre pensé que solo tras un golpe de Estado podría
ver un militar en TV arengando a la sociedad en defensa de sus valores, nunca
imaginé verlo en un estado formalmente democrático, y teóricamente gestionado
por una coalición de izquierdas
Siempre pensé que solo tras un golpe de Estado podría
ver un militar en TV arengando a la sociedad en defensa de sus valores, nunca
imaginé verlo en un estado formalmente democrático, y teóricamente gestionado
por una coalición de izquierdas.
No pretendo llegar a conclusión alguna con esto, pero
sé que nada es neutro, y menos ahora que vuelven los tiempos de venta de
(nuestra) libertad a cambio de (supuesta) seguridad. Son muchos datos, en muy
poco tiempo, y procedentes de muchas fuentes.
Pero sí sé un par de cosas: que debemos cuidar nuestra
salud individual y colectiva, con la misma intensidad que debemos defender los
derechos fundamentales, entre ellos la dignidad; que el miedo y la rapidez de
los acontecimientos no nos debe hacer olvidar que tenemos que pensar, de
sentipensar y de reflexionar sobre lo que está sucediendo, porque eso es lo que
nos ayudará a crecer; y que no debe haber pandemia alguna que nos haga perder
nuestra conciencia crítica. Al contrario, estoy convencido que nos va a hacer
mucho más fuertes.
Por supuesto que nos quedamos en casa, pero no por
espíritu militar, ni por disciplina, ni por obediencia ciega; lo hacemos por
solidaridad, por el cuidado personal y colectivo
Ah, por cierto, general, no se confunda: ni yo ni creo
que muchas personas vayamos a ser nunca sus soldados: debe saber que, por
supuesto que nos quedamos en casa, pero no por espíritu militar, ni por
disciplina, ni por obediencia ciega (pues sepa que somos gente que piensa); lo
hacemos por solidaridad, por el cuidado personal y colectivo, porque de ésta, o
salimos juntxs o no salimos, y, por supuesto, por la defensa de la sanidad
pública; y, en ese contexto, general, nuestra guerra no tiene nada que ver con
la suya.
Desde el aislamiento físico, pero no emocional. Endika
Zulueta San Sebastián, abogado. 20 de marzo de 2020.
BORNONES, BOLSILLOS Y BRAGUETAS
DIARIO DE NOTICIAS. JOSE MARI
ESPARZA ZABALEGI 13.03.2020 | 01:15
Los reyes puteros salen caros a sus súbditos. Más aún
si son de la saga reinante, que tiene dos focos insaciables debajo de la
cintura: los genitales y los bolsillos. En España se accede a la Jefatura del
Estado por vía vaginal y de ahí su obsesión por ser sementales y ricos. Así
que, como los caballos de raza, hay que estudiar su pedigrí histórico para
entender, por ejemplo, el reciente lío del cobro de comisiones por Juan Carlos
y el desvío de 65 millones a una fulana alemana. Es un Borbón y basta. Lo lleva
en los genes.
Su ancestro, Fernando VII, hijo a saber de quién, dada
la casquivanía de su madre, se casó cuatro veces, con una prima primero, con
una sobrina después y con otra sobrina finalmente, de la que nació Isabel II.
Ésta, pellejo de mancebía que tan bien ridiculizaran los hermanos Becquer
en Los Borbones en Pelota, se casó al final con un doble primo. Uno
de sus 10 hijos, nacidos de diferentes amoríos, fue Alfonso XII, llamado el
Puignontejo por ser hijo de Puigmoltó, un teniente catalán que aunque cortó la
trasmisión de la sangre real, aportó algo de prestancia física a una familia
tarada de endogamia.
Alfonso XII se casó con una prima primero, y con una
monja después. Se afamó entre las bambalinas de los teatros, persiguiendo actrices,
cantantes y cabareteras. Los agentes del Estado no daban abasto para encubrir,
con la manta del talonario, los escándalos de su desaforada pilila. Las citas
con la cantante italiana Adelina Borghi, llegaron a suponer tal problema de
Estado que el presidente Cánovas la puso en la frontera francesa con una
generosa jubilación. Aquellas meretrices reales costaron caras al vasallaje.
Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos, tuvo seis hijos y al menos otros tres
bastardos. Más que mujeriego, era adicto a la pornografía, sobre todo al cine
porno, hasta el extremo que se creó una productora para abastecer a la casa
real, la Royal Films. En el libro Hasta la coronilla. Autopsia de los
borbones de Iñaki Errazkin, se cuenta que Anita Loos, la guionista de
Hollywood famosa por su película Los caballeros las prefieren rubias,
fue invitada por Alfonso XIII y en la conversación salió el sonado caso de
Fatty Arbuckle, el conocido cómico del cine mudo, caído en desgracia cuando en
una orgía sexual dicen que violó a una chica, Victoria Rappe, con una botella
de champán y murió dos días después. "¡Qué mala suerte, eso le puede pasar
a cualquiera!" dijo el Borbón, comentario que Anita incluyó en sus
memorias (Adiós a Hollywood con un beso) y que dice todo de la vida
privada del Borbón y de su ideal del sexo.
En 1931 el rey y su familia salían al exilio, echados
a patadas por un pueblo harto de sus borbonadas. Con el rey iba su hijo Juan,
padre de Juan Carlos. "Un rey solo puede estar en el trono, en el cadalso
o en el destierro", dijo en 1978 a la revista Interviú. A él
le tocó el destierro pero muchos se arrepintieron de no haber puesto a trabajar
la guillotina en aquella primavera republicana.
En el destierro, Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII,
se casó con una prima (¡prima otra vez!) y de esta unión nació Juan Carlos. Don
Juan se ofreció a Franco en 1936 para "salvar España", consumió mares
de güisqui y siguió la tradición lujuriosa de la saga, aunque al estar fuera de
España no tuvo que andar el Estado tan pendiente de lavarle las sábanas.
Franco prefirió a su hijo como sucesor y le hizo
jurar, varias veces sobre la Biblia, que seguiría fiel a su régimen. Y ahí lo
hemos tenido, perjuro, Rey de la democracia a la española. Todos hemos sido
testigos de su trayectoria: en cuanto al bolsillo, en pocas décadas hízose con
una de las mayores fortunas de Europa, con oscuras gestiones y tráfico de
influencias. En cuanto a la bragueta, es inmensurable lo que costó al erario
público. Cuentan que desde joven osciló entre el glamour y la sordidez. Ergo,
entre la nobleza y los prostíbulos. Ser un ciclán no le ha impedido cubrir, con
su único testículo, docenas de barraganas, señoritas de compañía y aves de
paso. Buena parte de ellas cobraron sus tarifas, acrecentadas por la necesidad
del Estado de socapar los escándalos. Una de ellas, la vedette Bárbara Rey,
negoció al alza su silencio y en lugar de la asignación mensual que ya
disfrutaba, entregó el material sensible que tenía a cambio de una cantidad al
alza, que unos cifraron en cuatro millones de dólares y otros en cuarenta.
Marta Gayá se llevó dos millones. A Corinna le investigan 65 millones, que
según dice "los recibió del rey Juan Carlos por el cariño que le
profesaba". Me alegro por ellas. Se lo han ganado. Ha tenido que ser muy
desagradable tener encima a ese mataelefantes.
Seríamos igualmente republicanos si los borbones
tuvieran la talla de filósofos griegos o sabios renacentistas. Aunque fueran
austeros y honrados, no dejaríamos de proclamar que la monarquía es rémora
medieval, antítesis de democracia. Pero soportar a estos borbones ha sido la
peor de las humillaciones.
Por eso, ser republicano e independentista no es una
mera opción política: es una actitud vital, pura higiene moral. Cuando en una
nueva versión del "¡Vivan las cadenas!", hasta el PSOE proclama que
en esta monarquía están representados los valores republicanos, está claro que
con España no hay futuro. Nuestro mundo no es de ese reino. Quédense ellos con
sus amados borbones, sus insaciables bolsillos y sus voraces braguetas.
TUMBAS Y APOLOGÍAS
POR JOSEMARI ESPARZA
ZABALEGI
08.02.2020 | Diario de Noticias
Estos días, jueces y policías españoles se han esmerado
en destruir, en las faldas de Aralar, túmulos funerarios dedicados a algunos
jóvenes, insurrectos indígenas, muertos en los avatares del conflicto vasco. Al
mismo tiempo, en otros lugares colocaban nuevas placas y túmulos a los caídos,
digamos, en el lado de la ley. Nada nuevo, así se forjó la Hispanidad.
Destrozando los templos, cementerios y huacas de todo América y poniendo en su
lugar sus propios ídolos y militones: Cortés, Pizarro, Valdivia... Eso sí,
siempre con el apoyo de otros indígenas, porque Malinches y Condes de Lerín
haberlos, húbolos siempre.
Empero, todo pueblo acaba honrando a sus insurgentes.
A Coruña está llena de estatuas, calles y plazas dedicadas a María Pita,
orgullo de Galicia. No fue una pacífica madre de Calcuta: se la recuerda porque
en 1589, a mano airada, mató a un oficial inglés que pretendía conquistar la
ciudad. Un acto violento pues, preside el imaginario de las libertades galegas.
Media Francia se estremece ante la figura, siempre
armada, de Juana de Arco, mílite, virgen y mártir, y la otra media ante los
héroes de la Comuna de París. Guatemala honra a Tecun Umam, armado con la maza
de quebrantar españoles. En Perú, Túpac Amaru es padre de la identidad
nacional, pionero de la abolición de la esclavitud, sublevación mediante. Desde
Cuautemoc a Pancho Villa, pasando por el navarro Mina o Emiliano Zapata, todas
las plazas mejicanas son una alegoría a la insurrección armada. Estados Unidos
honra a George Washington como padre de la patria, violento independentista
"primero en la guerra, primero en la paz y primero en el corazón de sus
compatriotas", según reza su obituario. Irlanda del Norte está llena de
respetados memoriales, de todos los colores políticos. A Garibaldi, "mosquetero
de la Libertad" según Rubén Darío, se le glosa como "héroe de dos
mundos" por su empeño armado en la independencia italiana y de los países
americanos. El Rif llora por Abd el-Krim. Praga muestra orgullosa la ventana
por donde la multitud, dirigida por Jan Zizka, defenestró a sus tiranos.
Catalunya canta a sus segadores y a sus bon cop de falç sobre
las gargantas de sus opresores. Cuba honra a Martí, al Che o a Fidel, mentes y
brazos armados. El gran Mandela nunca se arrepintió de su lucha violenta y pasó
de ser declarado terrorista a recibir el Premio Nobel de la Paz en 1993.
¿Y los españoles? Desde Santiago Matamoros, el Cid,
Espartero o el Duque de la Ahumada, hasta el último benemérito caído en la
guerra del norte, el orgullo español engorda con la pitanza militarista. Y más
si, como el general Concha, mueren por pacificar "las provincias
insurrectas". España es un reino asaz violento, a juzgar por tanto milico
glorificado. Y para los que queden sin nombrar, siempre habrá una tumba con pebetero
al soldado desconocido. Jamás al currela desconocido, al obrero sublevado, al
científico olvidado, al ama de casa invisible, al comunero armado. España,
imperio en eterna mengua, siempre fue martillo de herejes, de pueblos y de
insurgentes.
Por eso resulta tan difícil a los vascos honrar
públicamente a quienes vencieron en Orreaga o resistieron en Amaiur; al
mariscal Pedro de Navarra; a los matxines; a los que se sublevaron contra las
quintas; al maquis; a los gudaris del 36 o a los del 58. La plaza Argala de Arrigorriaga
fue prohibida por la Audiencia Nacional, pese a haber sido asesinado por la
policía franquista. Y como Argala, Txiki, Otaegi, Etxebarrieta, Txikia, Artajo,
Asurmendi, Txapela, Blanca Salegi y tantos más, que en otros países serían
próceres de la libertad. Que franquistas como Carrero, Manzanas o Araluce sean
quienes reciban reconocimiento, indica hasta dónde ha llegado la perpetuación
del régimen. Y si levantar un memorial para quienes murieron frente al
franquismo acarrea condenas por "apología", mejor ni intentarlo con
los de la modélica transición o la avanzada democracia de la que gozamos.
Sin embargo, todo el mundo tiene derecho a honrar y a
llorar a los suyos, sean deudos, camaradas o meros paisanos. No ganarán el
respeto a sus tumbas pisoteando las de los demás. Con sus "gloriosos
caídos", Franco hizo lo mismo y así les fue. Además estamos en otro ciclo
político. Tengamos los duelos en paz.
Esperando el día en que pueda honrarla en público,
tengo en casa una foto de Argala. Al lado, la Elegía para un hombre
delgado y un texto: "Insurrección es toda conjuración que tenga
por objeto mejorar el ser humano, la patria y el universo. Es, pues, un acto
legítimo: si hay en un Estado un poder perverso, el hombre-ciudadano sabrá
buscar los medios de derribarlo... Aunque bien sé que esta doctrina contraría a
un centenar de ladrones coronados que gobiernan la tierra". La foto es
mía. La elegía de Alfonso Sastre. El texto de Simón Bolívar.
VETOS Y CAVERNAS
POR JAVIER ARMENTIA
20.01.2020 Diario de Noticias
Estas semanas me siento raro, la situación del país me
produce una desazón profunda. Perdón, me corrijo: el ambientillo o situación
percibida, lo que se comenta y difunde machaconamente por los medios y las
redes. No es la situación real, tampoco es solamente la narrativa de lo que
vivimos, sino una entelequia creada de manera deliberada para desestabilizar.
Para desestabilizarnos. Declaro así que conmigo lo han conseguido. Rabio. Lo del
pin "neandertal", como han llamado a ese veto que se impone con la
pasión que le pone a las cosas vacuas la ultraderecha, es el epítome de su
programa reaccionario. Hace muchísimo tiempo, cuando el nacionalcatolicismo,
recuerdo que en mi colegio, que era todo lo laico que podía ser un colegio
entonces, llegó la educación sexual a las aulas. Lo contaba un cura, con unas
diapositivas adorables (ahora diríamos cuquis) llenas de flores y
abejas, de diagramas poco científicos pero políticamente correctos, en unas
tiras de "filminas", como les llamaban entonces. Era todo blanco,
pueril, falso de hecho y desde luego lleno de errores y patriarcado, aunque
entonces no sabíamos qué era eso, ni había que ser igualitario. Vamos, como si
todo el país fuera la casa de esa pareja de Vox o la otra del PP o alguna sede
episcopal ultramontana. Saben a lo que me refiero, especialmente si lo
vivieron. Incluso con esa deseducación sexual de todo pasando por el matrimonio
hubo familias que protestaron, que veían con esas moderneces la invasión del
demonio comunista en las aulas. Casi medio siglo después, esta semana, escucho
los mismos miedos de la ultraderecha, pero con la sorpresa de quien creía que
aquello había pasado a la historia. Pues no, los tipos de los vetos estaban y siguen
estando. ¿Pero quién demonios les ha dejado salir de la caverna y ocupar el
espacio público?
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