2017-04-11

SAN TERMINATOR

El otro día visitaba la catedral de mi ciudad. Suelo hacerlo con cierta frecuencia porque me gusta admirar su gótico, deambular por las naves y capillas laterales,  pasear por el claustro,  pensar e imaginar. El olor a incienso que aun quedaba en el ambiente después de la celebración, añadía un plus más a mi gozo. Puede que sean rescoldos de un pasado más místico, pero el lugar se presta a ello. Al construir estos edificios sabían lo que se hacían. Lugares pensados para la admiración de la grandeza de Dios, la pequeñez humana y, como de paso, afianzar el dominio de la jerarquía.

Antes mis pensamientos giraban en torno a todo esto. Ahora divagan libremente, son más mundanos. Se mezcla una rabia contenida por la intromisión de las religiones en la vida pública; por la apropiación terrenal de riqueza; por la desmesurada influencia que ejerce en muchas personas y por el beneficio que causa a otras. Todo en un cóctel junto con otras ideas más peregrinas como la que voy a comentar.

En una capilla lateral descubrí una pequeña talla de san José con su hijo. No lo pude evitar, lo primero que me vino a la mente fue la imagen de Terminator con el suyo en una de sus películas (ver luego foto del día 11/04/17). Son inevitables las analogías. Encuentro claramente una similitud formal de los elementos visuales ya que tienen entre sí semejanzas significativas.

Lo primero que me llamó la atención fue la herramienta de José. El cepillo de carpintero es lo que mejor caracteriza a su profesión. Su manera de portarlo, sus dimensiones y su forma. Todo muy similar a la del Cyborg de la película. Para este no deja de ser una herramienta como otra cualquiera —la que se emplea en su oficio—, aunque sea más letal. A fin de cuentas ambas herramientas sirven para destruir. Puede ser enemigos o madera. Y de esa destrucción nace algo nuevo. Otro cyborg o un bonito mueble.

Otra característica es la presencia de un hijo que, en ambos casos, no debe estar claro si lo es realmente o no, y uno u otro vienen del pasado, del futuro o de una dimensión paralela.

La tercera analogía es más conceptual. No se ve en las imágenes pero se conoce en la historia que ambas llevan implícita. En los dos relatos resulta que  el hijo está llamado a salvar el mundo de su destrucción.

Después de analizar esto parece que, mejor que inventar historias, es más fácil copiar. Todo está escrito. Se copia la idea y se le da la vuelta. Otros personajes, otros tiempos, otros enemigos y otros métodos. Distintos matices y escenarios, pero mismo fondo.

En la sección superior Imágenes cuelgo una composición de las fotos que han dado pie a esta entrada.