El
otro día visitaba la catedral de mi ciudad. Suelo hacerlo con cierta frecuencia
porque me gusta admirar su gótico, deambular por las naves y capillas
laterales, pasear por el claustro, pensar e imaginar. El olor a incienso que aun
quedaba en el ambiente después de la celebración, añadía un plus más a mi gozo.
Puede que sean rescoldos de un pasado más místico, pero el lugar se presta a
ello. Al construir estos edificios sabían lo que se hacían. Lugares pensados
para la admiración de la grandeza de Dios, la pequeñez humana y, como de paso,
afianzar el dominio de la jerarquía.
Antes
mis pensamientos giraban en torno a todo esto. Ahora divagan libremente, son
más mundanos. Se mezcla una rabia contenida por la intromisión de las
religiones en la vida pública; por la apropiación terrenal de riqueza; por la
desmesurada influencia que ejerce en muchas personas y por el beneficio que
causa a otras. Todo en un cóctel junto con otras ideas más peregrinas como la que voy a comentar.
En
una capilla lateral descubrí una pequeña talla de san José con su hijo. No lo
pude evitar, lo primero que me vino a la mente fue la imagen de Terminator con el suyo en una de sus
películas (ver luego foto del día 11/04/17). Son inevitables las analogías. Encuentro claramente
una similitud formal de los elementos visuales ya que tienen entre sí semejanzas
significativas.
Lo
primero que me llamó la atención fue la herramienta de José. El cepillo de
carpintero es lo que mejor caracteriza a su profesión. Su manera de portarlo,
sus dimensiones y su forma. Todo muy similar a la del Cyborg de la película. Para este no deja de
ser una herramienta como otra cualquiera —la que se emplea en su oficio—, aunque
sea más letal. A fin de cuentas ambas herramientas sirven para destruir. Puede
ser enemigos o madera. Y de esa destrucción nace algo nuevo. Otro cyborg o un
bonito mueble.
Otra característica es la presencia de un hijo que, en ambos casos, no debe
estar claro si lo es realmente o no, y uno u otro vienen del pasado, del futuro
o de una dimensión paralela.
La
tercera analogía es más conceptual. No se ve en las imágenes pero se conoce en
la historia que ambas llevan implícita. En los dos relatos resulta que el hijo está llamado a salvar el mundo de su
destrucción.
Después
de analizar esto parece que, mejor que inventar historias, es más fácil copiar.
Todo está escrito. Se copia la idea y se le da la vuelta. Otros personajes,
otros tiempos, otros enemigos y otros métodos. Distintos matices y escenarios,
pero mismo fondo.
En
la sección superior Imágenes cuelgo una composición de las fotos que han dado pie a
esta entrada.
Las dos herramientas sirver para cepillar, más que para destruir.
ResponderEliminartienes razón. Ese es el término exacto.
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