2015-08-25

LA UTILIDAD DE LAS MOTOS

Hoy traigo una foto que puede ser un resumen de lo que en cuestión de motos representa Vietnam. Ya he hablado de la gran cantidad que pululan por todas sus ciudades, de cómo estos útiles aparatos sustituyeron mayoritariamente a las saludables bicicletas. Hoy veremos cómo han sabido sacarle todo el provecho que se le puede pedir a un vehículo ni muy grande y ni muy potente.

No en vano se les tiene a sus habitantes como astutos orientales.  Porque esa mirada de ojos rasgados lo dice todo. No sólo miran, analizan. Denota que dentro hay un pensamiento profundo que les sirve para sacar la máxima utilidad a las cosas. Igual que del campo al que le sacan tres cosechas de arroz al año, o de su habilidad para hacer copias perfectas de cualquier utensilio o prenda de marca que caiga en sus habilidosas manos.

Todo ello dicho con humor pero con el mayor de mis respetos y admiración.

Centrándonos en la foto, es una composición con cuatro situaciones captadas al vuelo o, más exactamente, al paso de nuestro vehículo, bien porque les adelantábamos o porque lo hacían ellos. Es decir, siempre en marcha, como el país.

La primera foto demuestra que para llevar de viaje a toda la familia no hace falta un monovolumen. En la foto aparecen cinco, pero me advierte mi hija que van seis, ya que la madre está embarazada. Tal vez sea así pues parece que reservan el sitio donde ahora va el casco para el chico que va en brazos y que será sustituido en ese sitio por la nueva criatura, retomando el casco su lugar natural, que será, sin lugar a dudas, la cabeza del marido. Esto mientras no se le encuentre otra utilidad.

La segunda es más de lo mismo. Bien distribuido y compensados sus pesos, puedes llevar un cargamento de chuches o lo que en cada momento tengas a bien. He visto transportar puertas, sacos, carritos, animales, verduras, bidones y electrodomésticos. Siempre todo bien aireado y soleado o lo que caiga en ese momento, que por esas nimiedades no va a variar su precio.

La tercera representa cómo en una moto se puede socializar. Se puede quedar con la novia, hablar con los colegas, saludar a la familia o decirle a tu jefe que ahora mismito estás llegando. Todo ello mientras recibes una dosis moderada de radiación electromagnética. Aunque esto último no está demostrado científicamente.

La cuarta es mi preferida. Frio en Vietnam no hace, de eso doy fe. Quien conduce la moto es una persona humana del género femenino. No creo que quiera viajar de incógnito, ni que esté descontenta con su físico ni que vaya a un baile de disfraces, en este caso disfrazada de iguana albina. Lo digo porque como ella había cientos, qué digo, miles. Esta moda la achacan a la polución que, por lo que se ve, afecta mayoritariamente a las mujeres. Así que tengo para mí que es un look un tanto impostado que hace furor entre las moteras.


La foto se puede ver pinchando en la pestaña superior Imágenes.

2015-08-07

LA CORTINILLA

La primera muerte de la que conservo recuerdo en mi memoria es a la temprana edad de unos cuatro años. No era muy consciente de lo que realmente había ocurrido, pero sí de que aquello suponía una tragedia en mi entorno familiar. Más tarde fue una tía de quien sí sentí plenamente su pérdida y me hizo descubrir qué significaba eso de morir.

Luego fueron los abuelos, después los padres, algún amigo y así, poco a poco, al principio de vez en cuando, ahora con más frecuencia, vas viendo cómo en las fotografías de tu vida se van borrando personas que has querido, has disfrutado de su amistad o simplemente estuvieron cerca de ti.

Resulta difícil humanizar la muerte. Por muchos cuidados, mucha atención, mucho amor que se le ponga, si llega, llega, y sin ningún miramiento. En las exequias fúnebres se pone música, se lee un poema, se resalta un testimonio o se glosan las cualidades del difunto, se cuenta una anécdota y algunos rezan. Pero cuando se echa la tierra o se pone la losa, ya no queda nada. Las incineraciones –que han tomado relevancia frente a las anteriores formas de deshacerse de un cadáver- me resultan una teatralización especialmente macabra y con una enorme carga simbólica. Ves cómo se corre la cortinilla que va tapando el féretro que instantes después entrará en el horno crematorio. No hay nada más desalentador y siniestro en todo ello.

Cuando la parca les dice a tus amigos que ha llegado su turno, empiezas a ser consciente de otra realidad y es que algún día serás tú el protagonista de la despedida. Ese día serás en exclusiva el centro de atracción, algo que has estado ansiando toda tu vida, aunque no de esta forma y, además, no te vas a enterar.

A medida que has ido viendo cómo se va quedando gente en el camino, has llegado a la conclusión de su inevitabilidad. Que la única certeza de la vida es la muerte. Porque la muerte está en la propia naturaleza. Es el fin de un proceso irreversible y por lo general en contra de nuestra voluntad. Es precisamente la negación misma de la vida.

Concluyo con Horacio aunque sea un tema recurrente y manido: Carpe diem, quam mínimum credula postero. Aprovecha el día, no confíes en el mañana.