CUMPLEAÑOS

Por estas fechas cumplo años, así que, como me quiero mucho, me voy a permitir felicitarme a mi mismo y colgar a la derecha de la pantalla unas fotos mías, lo que me da pie a un comentario. Tres no son muy recientes, es evidente. En la cuarta no se me ve nítidamente –también es evidente- por el pixelado que le he metido ya que empecé a empeorar –al menos físicamente- y me gusta dar buena imagen y mantener en lo posible el anonimato.

Representan cuatro etapas de mi vida. Es una división propia, por tanto nada que ver con las clásicas de primera, segunda, tercera y cuarta edad. Quiero decir con esto que aunque esté en la cuarta (la de la foto, naturalmente), todavía no he llegado a la decrepitud.

La primera es cuando tienes capacidad de asombro, te abres al mundo, tragas con todo y vas  asimilando los aleccionamientos y estímulos que te llegan de todas partes y más tarde desecharás y que van conformando tu personalidad.

En la segunda empiezas a cuestionarte tu vida, le das muchas vueltas al tarro y te revelas contra todo y todos. Es el punto imprescindible de inconformismo que a algunos nos dura toda la vida.

En la tercera ya lo tienes claro. Has roto tabúes. Has definido tu personalidad y quieres cambiar el mundo y hacer de tu vida algo que merezca la pena.

Después de eso vuelves otra vez a cuestionarte todo. No pasas de nada pero te tomas las cosas con cierta distancia. En mi caso quieres seguir cambiando el mundo y, si pudiera ser, volver a alguna de las anteriores etapas. Pero, si no es posible, alargar esta indefinidamente, naturalmente sin perder calidad.

En eso estamos.