2013-10-25

EL GESTO

No se, hay personas que nada más mirarlas no te gustan. Tienen un gesto que te desagrada, malicioso, traidor, mezquino, que, inevitablemente, te hace poner a la defensiva. De las que sin que abran la boca siquiera, sabes que no traen nada bueno. A mi me pasa que cuando veo una de estas personas, si su mirada o su gesto transmiten esa sensación, ya no tiene nada que hacer. No lo puedo evitar. Me cierro totalmente a cualquier interrelación. Incluso si tengo trato personal puedo ser cortante y hasta desagradable con ella o crítico con cualquier cosa que haga o diga si sus actuaciones son públicas. Es la química de la atracción de la que hablé hace tiempo en este blog.

Supongo que el gesto no va adherido al cargo o a la fama, sino que viene de fábrica. Hay políticos de cualquier color que no lo tienen, pero también es cierto que los que lo tienen son más proclives a dejarse notar en la vida social.

En mi ciudad dos personas responden a este estereotipo. Bueno hay más, pero quiero referirme a esas en concreto porque ambas tienen proyección pública y por lo mucho que les une.

Él abogado de éxito, Eduardo Ruiz de Erenchun, hijo de una saga familiar con raigambre en plaza.  Profesor de la Universidad del Opus y autor de diversas publicaciones especializadas. Ha adquirido cierta fama por llevar algunas defensas mediáticas como la del expresidente del Gobierno en un caso de choriceo foral, la denuncia de Barcina contra Kontuz por otro del mismo pelo como fue la compra de locales de la CAN y la del homicida de Nagore Laffage en sanfermines.

Ella política, Consejera de Salud del Gobierno de Navarra a día de hoy, Marta Vera, sin ningún otro mérito que atribuirle que el de ocupar puestos basados en la confianza como por ejemplo en la Cámara de Comercio, o la de pertenecer a esa tropa de brillantes y expertos economistas que han llevado a esta sociedad al desastre. Actualmente es más conocida por la bazofia de la comida hospitalaria, por la desbanda de cargos de su Departamento y por la derivación a la Sanidad privada de lo que se puede hacer en la pública. Actividad que forma parte del sutil y perspicaz método de ocupar cargo público para favorecer  economías privadas y que tanto gusta practicar a neoliberales y aledaños.

Ambos tienen el mismo gesto, la misma expresión. Es una leve mueca, una falsa sonrisa que comparten y que intuyes que oculta algo. Será que beben de la misma fuente. Ambos pertenecen a ese selecto club donde se reparten los mejores trozos del pastel comunitario. Ambos son matrimonio, canónico o civil, pareja estable o de hecho, me da igual. Lo que me induce a pensar que la pose se la curran en la intimidad del domicilio conyugal, seguramente cuando se reúnen por las noches, después de haber cometido separadamente tropelías varias durante el día, más la una que el otro. Porque, si no se lo trabajan previamente, es difícil que salgan en las fotos -siempre por separado- con el mismo careto. O, como decía al principio, será que estos rasgos vienen con la propia naturaleza y ejercen una fuerte atracción entre los de su género.

También cabe que esto del gesto sea como los colores o como los pimientos de Padrón, a unos gustan y a otros non.