El grafiti fue una pintada contestataria y reivindicativa de
un movimiento urbano y rebelde. Hace tiempo cambió el sentido, aunque muchas siguen conservando ese carácter
de denuncia. Pasó de ser pintada subversiva o una gamberrada a considerarla
arte. De recibir multas por hacerlas a cobrar por ello.
No es nuevo esto de embadurnar paredes. Tiene una larga
historia. Ya lo hacían los romanos. El auge se dio en los setenta del siglo
pasado con la masiva pintada de trenes y metros.
Ahora el mundo del arte lo ha adoptado en su seno como una
forma más y, ciertamente, hay verdaderas maravillas por cualquier rincón. Conservan,
eso sí, las paredes de edificios y puertas como lienzo y el aerosol como
material. Un tal Banksy, mundialmente conocido en este mundillo, es el mejor
grafitero actual. Si dicen, será, yo no tengo motivos para contradecirlo.
Cambian también los usos de los edificios. De fábricas pasan
a ser museos, de locales comerciales a viviendas, de pisos a negocios y de tugurios
destartalados a viviendas de lo más cool.
Parece que Berlín es la galería de arte urbano al aire libre
más grande del mundo. No sé si la mayor, pero sí se ven muchas. Lo que queda del
Muro de Berlín y otros edificios es lugar idóneo para ello. Como lo es el
barrio Misión de San Francisco con murales que abarcan edificios enteros.
Hoy traigo una foto que representa precisamente lo que he
comentado: el grafiti hecho en un edificio reciclado. La tomé en Berlín. Es una
obra que el artista que firma con el palíndromo XOOOOX, hizo en el cemento de
lo que en su día fue búnker alemán en la II Guerra Mundial, reciclado ahora en
galería de arte privada y donde su propietario ha instalado un ático como
vivienda. No se puede dar más antagonismo entre ambos conceptos.
La foto que se puede ver pinchando en la pestaña superior IMÁGENES.