En
mi pueblo cuando algo se repite dos años seguidos, se convierte en tradición.
Para el tercero ya es costumbre inveterada.
Estas
fechas navideñas son propicias a las tradiciones. El
alumbrado navideño, los banquetes, los villancicos o los conciertos son una
muestra. Parece que son de toda la vida, pero todas tienen un principio.
Alguien se las inventó o las hizo por primera vez o las copió de alguna otra
parte. Algunas -me apetece decir esta frase- hunden sus raíces en la noche de
las tiempos.
El pino es tradición pagana del norte de Europa que festejaba el
solsticio de invierno. Los regalos de estas fechas derivan de los que se hacían
los romanos en las celebraciones saturnales. Tanto lo uno como lo otro los
cristianos lo incorporaron a su parafernalia festivo-religiosa. La costumbre de
instalar belenes o nacimientos es del siglo XIV exportada a buena parte del
mundo desde Italia. Hay otras más locales como el Olentzero de los vascos, las
escobas que esconden los noruegos o la ropa interior de color rosa de los
argentinos por citar alguna. Mitología y tradiciones que los cristianos han
tenido mucho esmero en sincretizar en su beneficio.
Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás o como diablos se llame a ese
obeso simpaticote, porque los tres son lo mismo, forma parte de esta mezcolanza,
aunque se ha impuesto un carácter más crematístico gracias a Coca Cola.
Volviendo a mi pueblo, se ha convertido en tradición, no exenta de
polémica que el Rey Negro de la cabalgata sea siempre el mismo. El que organiza
el cotarro, vamos. El rey del mambo. Y, haciendo un inciso, ni los reyes eran tales ni eran tres. Parece
ser que una representación pictórica lo estableció como verdad para siempre.
Retomando al Negro del Mambo. El tipo es blanco, así que se embadurna la cara
de negro-negro y los labios de rojo-rojo, lo cual no deja indiferente a nadie.
A unos da miedo, a otros da risa o a otros indigna. Mira que hay en la cuidad
modelo dónde elegir.
Sobre la representación del, digamos, fundador del cristianismo, es
donde quiero hacer una reflexión. Aunque lo de fundador da para muchos libros.
Se dice de él que siempre fue judío de religión porque de raza está claro que
lo era. Incluso hay quien sostiene que ni siquiera existió y que la nueva
religión fue idea del emperador Constantino en el S/IV.
La figura principal del belén es el niño Jesús desnudo o con poca
ropa. Todo un exhibicionismo convertido en tradición cristiana que siempre me
ha llamado la atención. Tanto al nacer como al morir nos lo presentan casi
completamente desnudo, sin ninguna consideración a la dignidad de su persona y
a cuanto representa. Es curioso ¿tendrá esto alguna simbología, alguna razón de
ser? Pues seguro que sí y todo apunta a la idea de mover al enternecimiento y a
la compasión. Nace muy humilde, sin ropa en pleno invierno, es de suponer que sus
padres se habrían ocupado de abrigarlo convenientemente. Algún pintor lo
representó así en un lienzo y se quedó para siempre desnudo. Con la
sensibilidad actual acerca de la protección a la infancia, roza la pederastia.
Igual que los niños-ángeles que siempre revolotean por los cuadros
completamente desnudos. Aunque, como dicen que no tienen sexo, igual esto no
cuenta.
En cuanto a la representación de alguien crucificado, es
simplemente macabro.¿Quién tiene en la pared, encima del sofá o de la cama una foto de
su padre con la lengua fuera ahorcado por la justicia, o la de su hijo en el
suelo en medio de un charco de sangre, a quien una pandilla de pegó un tiro?
Pues eso.
En definitiva, la Navidad trae sentimientos encontrados. Puede
gustar, poco, mucho, nada o resultar indiferente. Incluso hay quien la desconoce.
No estoy seguro de si la celebración incrementa la creencia en las religiones
que la festejan, lo que sí tengo por cierto es que lo que incrementa son los negocios.