A José Mari, como buen funcionario de los de antes, la jubilación le legó al cumplir los 60.
Aprovechó este tiempo, entre otras cosas, para desarrollar sus habilidades manuales. También tenía proyectos intelectuales más ambiciosos que fabricar “recuerdos de Olleta” en madera de boj, como era escribir sus memorias. Contaba con material, tiempo y apoyos, pero lo fue posponiendo por una razón u otra. Entre ellas ese ordenador de segunda mano que le regalé y del que, al parecer, no supo encontrar todas sus potencialidades.
- Esta es la etapa más feliz de mi vida- solía comentar.
Pero el tiempo es a la par inexorable y cruel con las personas. Cada día los ingresos hospitalarios se hicieron más frecuentes y cada día el deterioro se hacía más palpable. La dependencia del oxígeno, de la alimentación, de la medicación, las limitaciones y carencias se fueron multiplicando.
Aquella etapa feliz se convirtió en esto no es calidad de vida, que solía repetir. Y ese convencimiento de la irreversibilidad lo llevó a lo inevitable
No quiso prolongar una vida a la que ya no podía sacarle nada y se dejó ir de manera elegante para sorpresa de todos.
Me ha dejado triste este post...
ResponderEliminarUn abrazo!
Ya he agregado tu blog a mi lista de blogs favoritos... te seguiré de cerca.
ResponderEliminarNo se... he entrado en crisis con el blog...
ResponderEliminarPor?
ResponderEliminarLa pérdida del anonimato, la comparación con otros...
ResponderEliminarLa vida es muy corta como para preocuparse por eso...escribe y sé feliz...que a mí también me hará feliz.
ResponderEliminarGracias, eres un amigo.
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