Por entrar en materia, empiezo con la más gorda: el Santo. El tal Fermín no existió. Se ha ido
tejiendo una leyenda en torno a su nacimiento y martirio a partir del siglo
XVI. Pamplona tenía sus ferias de ganaderos y mercaderes en junio y octubre.
Corría la pasta y lo celebraban. La Iglesia, muy amiga de meter su impronta
religiosa a lo pagano y santificarlo todo, se trajo de Amiens (Francia) la leyenda
de un individuo a quien supuestamente habían decapitado en el siglo III, pero
de quien jamás se había tenido noticia hasta siglos más tarde. Así que ya
tenemos un santo que jamás ha pisado ni Pompaelo (Pamplona-Iruña), ni Amiens,
ni ningún otro sitio. A partir de ahí se le crea una familia y todo eso. Ya
tenemos el mito. Milagros no se le conoce, pero seguro que, si se empeñan, los
encuentran.
En contra de la
creencia general, San Fermín no es patrono de Pamplona. El patrono es San Saturnino.
Aquí nuevamente la Iglesia nombrando patronos a diestro y siniestro..
La canción y el
imaginario colectivo es que S.F. era moreno de tez. El “santo morenico” le
llaman cariñosamente. Ese color se le fue poniendo a la figura a base del humo
de las velas que le ponían al pie. Algo muy habitual en la iconografía (lo de
las velas y lo de la toma de color). Ahora cualquiera se atreve a lavarle la
cara. No tendría parangón ni con el ecce
homo de Borja o el reciente San Jorge de Estella.
Atribuyen el color
rojo del característico pañuelo que se anuda al cuello a la sangre derramada
cuando decapitaron al santo. Esto es directamente una burda tergiversación.
Además, aunque mayoritarios, no todos lucen color rojo. Hay verdes, azules y a
cuadros -cada vez más numerosos- como llevaban los caseros. Su función
primigenia era quitar el sudor. Ahora es el principal distintivo de la fiesta.
Cuando en el encierro
alguien se libra de que le pille el toro, dicen que ha sido gracias al
capotillo de S.F. Dejar semejante responsabilidad al albur de lo que se le
ocurra a alguien, haya o no existido, parece una osadía o una temeridad. A
quien le pilla el toro, le pilla. Todos los años hay montones de heridos que,
salvo los que por su imprudencia se lo ha buscado, no merecían tal suerte.
El número de
corredores autóctonos es claramente minoritario y va disminuyendo. No es un
rito iniciático por el que tienen que pasar todos los lugareños. Si pensamos en
la paridad de género, no creo que llegue nunca. Hace años no se permitía correr
a las mujeres. Ahora no hay discriminación, pero no se animan a correr. El
encierro es un riesgo fundamentalmente porque hay factores que uno no puede
controlar y no son precisamente los toros. Son quienes corren delante o al lado
o permanecen estáticos con desconocimiento total de lo más básico. De todas
formas, si quieres adrenalina, ahí tendrás a tope y las sensaciones posteriores
son indescriptibles.
El atuendo es
fundamentalmente blanco y, como complemento, el rojo. Originalmente se calzaban
alpargatas de esparto, pero ahora pocos las llevan ya que eran un martirio más
real que el del santo. Esta vestimenta lleva menos de un siglo ideado por la
peña “la Veleta” que ya no existe. Con todo, es difícil ver a dos personas
exactamente iguales. Quede claro de que no se trata de un uniforme, sino de
todo lo contrario. Cada cual es libre de vestir como le venga en gana y añadir
su sello personal, pero si se lleva algo que sea con estilo. Hoy el mercado de
camisas es infinito. La faja es el atuendo más interesante desde mi punto de
vista y el que peor se luce por lo general. La función era, y es, sujetar el
pantalón, prevenir lesiones por los esfuerzos y contener gorduras. Hay quien
gusta de llevarla como llevan los condecorados, fundamentalmente militares, el
fajín. Debe ser estrecha y los flecos salir justamente de la cintura por el
lado izquierdo.
Los mozopeña suelen llevar una blusa anudada
a la cintura. Otra reminiscencia de la vestimenta ordinaria de antaño.
Reconozco que viene bien para distinguirse entre peñas, para el frescor de la
noche y para paliar en lo posible los efectos de los líquidos varios que pueden
caer, pero esa forma de llevarla es lo más antiestético que conozco.
Siempre se comenta
que llegan para fiestas un millón de visitantes. No los he contado
evidentemente, pero quienes lo dicen tampoco. No veo espacio físico en una
ciudad de doscientos mil habitantes para meter tanta gente. Más teniendo en
cuenta que todos se concentran en la parte más antigua de la cuidad.
En S.F. se bebe
mucho, se mea mucho pero fuera de tiesto y se tira todo al suelo sin ver si hay
baños o papeleras –que los hay por doquier- y, aunque el Ayuntamiento se
esfuerza en la limpieza, hay rincones intransitables.
Hay otros temas
imprescindibles de las fiestas como son los llamados guiris o la Fuente de la Navarrería, que ya comenté
el día 22/11/2011 en el post titulado «La Fauna Sanferminera» y que se puede
ver pinchando aquí.
Como resumen puedo
dar fe de que las fiestas de S.F. son las mejores del mundo. Son las más populares
y abiertas. Cada cual se lo puede montar como le dé la gana. Se puede divertir gratis
o gastando mucho. El alcohol no es imprescindible pero sí la música en la calle.
Admito toda siempre que no sea reguetón. Me cuesta admitir este estilo.
Para terminar pongo
una composición de cuatro fotos sobre las diversas formas de dormir que rompen
el último mito de que en S.F. no se duerme. Se puede ver pinchando aquí.
Solo conozco las fiestas por la televisión, pero conozco la canción de uno de enero, dos de febrero, tres de marzo... siete de julio san fermin. Me ha extrañado que digas que no es el patrón de Pamplona. Algún año iré a ver si llegamos al millón.
ResponderEliminarUn saludo.
La festividad oficial y por tanto no laborable de Pamplona es el 29 de septiembre, día de San Saturnino. El día 7 de julio San fermín no es festivo, pero no trabaja ni dios.
ResponderEliminarAnímate a venir y tendrás un buen anfitrión.
Un saludo.
Hola de nuevo, Isan.
ResponderEliminarHe leído dos relatos tuyos, pero todavía no me atrevo a comentarlos. Aunque estemos en la "intimidad de tu blog", no te conozco suficiente y tampoco a tus visitantes, pero sí expondré alguna idea.
Estoy contra el maltrato en general, incluído el de los animales.
Soy defensora de la libertad de expresión, siempre y cuando seamos conscientes que nuestra libertad termina donde empieza la de los demás. La libertad absoluta sería libertinaje, dado nuestro actual estado de evolución. Lo límites no deberían imponerlo las leyes ni los jueces, sino nuestra propia conciencia y sensibilidad.
No he estado nunca en las fiestas de S. F., así que no puedo opinar, pero ¿por qué necesitamos decir que algo es lo mejor o lo peor del mundo?. No deja de ser nuestra percepción y ya sabes que para los gustos están los colores.
¿Me he pasado?
Hasta otro ratito.
Te mando un cariñoso saludo.
Hola de nuevo Ana:
ResponderEliminarEn este blog se puede escribir lo que cada uno piense. No hay censura ni borrado posterior.
Cuando digo que son las mejores del mundo, más que todo es la expresión de un sentimiento de satisfacción. Supongo que para cada uno son las suyas. Efectivamente todo muy subjetivo.
El maltrato, ya la misma palabra lo define, no necesita ponerle apellidos para aborrecerlo. Con los toros parece que se quiere hacer una excepción por costumbre arraigada, pero no deja de ser un anacronismo con fecha de caducidad.
No solo no te has pasado, sino que me ha gustado que comentaras.
Un saludo.