Cuando se acerca el verano algunas
ciudades como la mía salen del letargo invernal y se animan. Es una gozada darse
una vuelta por la parte vieja porque siempre encuentras algo de interés y mucha
gente variopinta, sobre todo cuando el sol acompaña.
Este sábado era uno de esos.
La Plaza del Ayuntamiento acogía de todo. En la misma puerta de entrada se
había instalado una mesa petitoria contra el cáncer atendida por señoras bien. Enfrente
se plantaban unos manifestantes con pancarta reivindicativa de temática laboral.
En medio de la plaza un grupo de excursionistas baturros –identificados por su
característico pañuelo al cuello- comentando lo mucho que daba de sí esa plaza
en fiestas, plaza que de vez en cuando cruzaba algún peregrino del Camino de Santiago
mochila a la espalda. Y pululando por aquí y por allá se veían unos japoneses –o
al menos orientales- con cara de despiste, de alucine o de sorpresa, que no se
distingue muy bien su expresión, porque como dice Woody Allen, los japoneses no miran, sospechan.
Un teatro itinerante terminó
por llenar la plaza. Trasgresor, de protesta y de conmemoración, a modo de
procesión irreverente recordó el desalojo de unos locales ocupados por jóvenes.
De las cientos de fotos que
tomé me quedo con una de esta parodia y es la que se puede ver pinchando en
el recuadro superior Imágenes.
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