Hay
frases mágicas que te calan en tu juventud y van contigo toda la vida. Al
significado de una de esas de vez en cuando le daba alguna vuelta. No es la conciencia de los hombres la que
determina su existencia, sino que la existencia determina su conciencia.
Frase de la más pura filosofía marxista que desarrolla la llamada conciencia de clase.
Antaño
estas filosofías rompedoras se tomaban mas como un ideario, casi como una nueva
religión. Ahora dicen quienes teorizan sobre ello que el marxismo es un método.
Yo que no soy ni filósofo ni seguidor de Karl Marx, me limito a darle vueltas a
esta y a otras frases y, a buen seguro, con las mismas contradicciones del otro
Marx, esta vez Groucho con su genialidad: estos
son mis principios, si no le gustan tengo otros.
La
teoría dice que la conciencia es conocimiento, conjunto de creencias y
sentimientos comunes. La facultad que tenemos los humanos para elegir entre el
bien y el mal. Y que puede ser individual o colectiva.
Aunque
algunos pretendan que sea rígida y absoluta, es cambiante y relativa. Mi
interpretación de la frasecita concluye que acomodamos muestra ideología a
nuestra realidad social. De ahí esa conveniencia en tomar conciencia de clase.
La
conciencia está bien en la teoría, pero en la realidad práctica es moldeable.
Lo que a una persona le puede parecer un deber ético cumplir con una
determinada ley, a otra le puede parecer precisamente que debe hacer objeción
de conciencia y no cumplirla, habrá quien irá más allá y su conciencia le
llevará a la desobediencia civil, otros a la insurrección armada y algunos incluso
a su propia inmolación. Así que tenemos un mismo hecho con interpretaciones y
resultados dispares según la conciencia de cada uno.
Cuando
pasa algo nos parece bien o mal según el lugar donde estamos o la posición social
que ocupemos. El mismo hecho lo toleramos o rechazamos según quien lo haga o
según nuestros propios intereses.
De
cara al exterior apelar a la conciencia tiene eficacia nula. Solo para nosotros
mismos puede tener un valor relativo. Los principios, los argumentos, los
valores son como el chicle que se estira y se encoge a beneficio de parte. Por
eso el poco valor que le concedo a pesar de que hay quien ha dicho que es una
virtud que sólo poseen las personas honradas. Se trata de otro mecanismo del
poder tanto político, económico o religioso, para mantener influencia y
estatus. Decía alguien que no tarda en
transigir con el fin quien está dispuesto a transigir con los medios. Dicho de
otro modo, el fin no justifica los medios. Pero esta transgresión la vemos a
diario miremos donde miremos y siempre con resultado positivo para su autor.
A
pesar de lo mucho que se ha elucubrado a lo largo de siglos sobre el tema, voy
a ser simplista. La conciencia puede tener valor individual si somos honrados y
consecuentes con nosotros mismos, pero pierde eficacia cuando se extiende a
otros y más si se pretenden distintos valores para unos u otros.
Tal
vez bastaría con ser personas libres, críticas, con pleno dominio de derechos y
en una sociedad democrática y, por ende, respetuosa.
La
conciencia sería lo que queda.
Todos estamos llenos de contradicciones y en algún momento salen, pero la gente honrada trata de enmendarlas. Otros practican sistematicamente la ley del embudo, siempre lo ancho para ellos
ResponderEliminarCreo que la gente honrada actua en conciencia y otros hacen el mal conscientemente.
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