2013-11-29

YO MIRO, TU COPIAS, ÉL ESPÍA

El aprendizaje del niño y su evolución se basa en la observación y la imitación. Se empieza copiando y de mayores se sigue igual. Se copia en un examen, en un libro o en una invención. Algunos no pueden controlar el voyeaur que, quizás, todos llevamos dentro y se mira al vecino por la ventana, al conocido por Internet o al programa de TV que enseña lo que hacen los famosetes. A los de menos altura de miras les da por el cotilleo y otros acaban espiando para la industria o la política. De estos últimos voy a hablar.

Espiar denota profesionalidad, interés desmedido o falta de escrúpulos. En muchos casos las tres cualidades juntas y en todos actuar fuera de la ley. Mirar lo que tiene la industria competidora no es espiar, pero sí lo es robar patentes, fórmulas, planos o planes. Y en lo de los planes es donde entra el más genuino espionaje.

En cualquier negocio el espionaje industrial está a la orden del día. Es fundamental saber qué y cómo hacen tus competidores para ofertarlo tú y  ganar mercado. Así es como han prosperado países como Japón, Corea, India o China y así siguen haciéndolo en cualquier parte del  mundo. Ya no hace falta inventar, se copia y se mejora.

En el plano político la realidad supera la ficción. Todo lo que no sea nosotros es enemigo, o lo puede ser y, por tanto, susceptible de espiar. Es fundamental conocer las intenciones del enemigo tanto en una guerra convencional como en la guerra fría o en la paz. Se sabe que todos meten las narices en las intimidades de los otros. En aras a la seguridad todo se justifica. Ya la lo dicho Barack Obama: No se puede tener cien por cien de seguridad, cien por cien de privacidad y cero por cien de inconvenientes. Con un par. Esto me suena a el fin justifica los medios, eso que es perverso para nosotros pero no para ellos.

Pero los métodos van cambiando. El tipo duro de traje oscuro y sombrero que se jugaba el tipo, se desplazaba de un país a otro y se rodeaba de chivatos, ha dado paso al friki, al  hacker o al forense informático que se encarga del denominado cómputo forense, vamos, lo que en el argot sería el contraespionaje. Ya no se necesitan cochazos ni alternar en tugurios. Desde una mesa con un sofisticado equipo, complementado para dar ambiente con una coca-cola y un sándwich, se logran mejores resultados. Todos recibimos publicidad en muestro correo electrónico relacionado con nuestras búsquedas en Internet, lo que quiere decir que lo miran. Igual que nos miran las múltiples cámaras de seguridad que proliferan por todas las esquinas de las ciudades. En Río de Janeiro y Säo Paulo se van a instalar más de un millón y medio con la excusa de la celebración de los Juegos Olímpicos de Brasil.

Actualmente está en el punto de mira la mayor potencia mundial, EE.UU. Tiene pinchados los teléfonos de casi todo el mundo. Lo ha dicho Edward Snowden y antes Bradley Manning a través de Wikileaks de Assange, de quien ya hablé en agosto en la entrada Pon un enemigo en tu vida. La Agencia de Seguridad estadounidense (NSA) tiene el encargo de obtener y analizar la información transmitida por cualquier medio de comunicación. Lo controla todo -y cuando se dice todo, es todo- mediante un programa llamado PRISM y con la cesión de datos de correo electrónico, transferencias, chat, la nube, redes sociales, búsquedas, etc. que le proporcionan gustosamente, entre otros, Google, Microsoft, Facebook, Youtube, Yahoo o Skipe.

Estamos en la Sociedad Orwelliana descrita en la novela 1984. Esta es la realidad con la que tenemos que convivir. Fácil de entrar y difícil de salir. Hasta que nos desconectemos.                                                                  

                       







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