La sociedad de consumo para seguir funcionando tiene que fabricar o idear constantemente bienes o servicios y venderlos. Pero si los productos no se estropearan nunca, el sistema no serviría a los propósitos de los fabricantes y comerciantes, es decir, de quienes manejan el mundo.
Para que este sistema ficticio siga viento en popa se ha inventado la llamada obsolescencia programada que consiste, ni más ni menos, en fabricar los objetos para que no duren siempre sino que tengan fecha de caducidad, como los yogures. Dejan de funcionar o se vuelven inservibles tras un periodo calculado previamente. Un electrodoméstico, un vehículo o un bolígrafo por ejemplo, si su fabricación se hiciera para durar, con un simple cuidado y mantenimiento podrían servirnos para toda la vida. Ejemplo paradigmático son las herramientas antiguas, las mantelerías o los vehículos que circulan por Cuba.
Ahora se emplea el usar y tirar. Se arregla lo imprescindible porque sale más barato reemplazar la pieza o todo el objeto. Añadido a esto el propio progreso de la industria con nuevos inventos o funcionalidades hace que lo que teníamos ya no sirva ni se pueda adaptar. Todo esto forma parte de una estrategia encaminada a la demanda constante de bienes y servicios. Se dice incluso que el avance tecnológico va mas rápido que lo que el mercado puede absorber y que se están vendiendo cosas que ya están obsoletas con el objetivo de aligerar estocajes y poder vender ahora y luego. El sistema produce un consumo compulsivo y despilfarrador que arrasa con el medio ambiente y con cuanto se pone por delante.
Recientemente un electrodoméstico mío empezó a fallar y tuve que llamar al técnico de la casa. El precio del cambio de una pieza era lo suficientemente caro como para plantearte el cambio total. Pero el problema no era ese ya que eso es una simple toma de decisión. O cambias la pieza de un aparato con varios años a un precio elevado o cambias el aparato entero por uno nuevo.
El problema vino a la hora de anotar el teléfono del servicio técnico en mi móvil. Mi lavaplatos podía haber tenido un nombre más convencional como Fagor, Bosch o Westinghouse, pero tenía que llamarse CANDY. ¿Cómo voy a anotar en mi agenda CANDY seguido de un número novecientos? No se, me vi dando muchas explicaciones. Que Candy no es una persona; que es un servicio de reparación, no de otro tipo. ¿Cómo se puede llamar un electrodoméstico Candy o Cindy o Cyntia sin que te entre cierto rubor?
Estuve ideando nombres breves fuera de toda sospecha sin conseguirlo, así que recurrí al viejo truco de la anotación en papel sin referencia nominativa alguna.
Si decides quitarte de encima a "Candy" pasaría a formar parte de toda esa basura electrónica que generamos y que tanto contamina nuestro medio ambiente. Quizá ese "precio elevado" no lo sea tanto. Cuestión de prioridades.
ResponderEliminarLa opción ha sido mantenerla, ya sabes se le toma cariño.
EliminarY por qué una "Candy", tendiendo una "Bosh", en casa??
ResponderEliminarLo he pillado, pero ni se me ocurriría insinuarlo.
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