El otro día por la calle, mientras adelantaba a dos niños pequeños, seguramente hermanos, acompañados por una mujer joven, sudamericana, también pequeña, seguramente su cuidadora, que, seguramente, los llevaba del cole a casa, uno de los peques le soltó esta pregunta "¿Las hojas de los árboles están hechas de papel?". Recibió por respuesta un lacónico "NO". ¡Que ocasión para sacar la vena pedagógica que yo creia que todos llevabamos dentro! Hubiera bastado, tal vez, un "al revés". Ahí se acabó la conversación entre ellos y empecé yo a cavilar sobre todo esto.
Lo primero que pensé es en el poco cuidado que ponemos en decidir con quién dejamos a nuestros hijos. Cómo la necesidad de nuestras ocupaciones nos aboca a soluciones erróneas por precipitadas en unos casos y en otros por desidia. Y ¡ojo! no quiero que se me entienda mal. Nada tengo contra las mujeres, contra las jóvenes contra las sudemericanas, contra las pequeñas ni contra las cuidadoras. Todo junto o separado. La cosa va por otro lado.
Luego derivé en las relaciones intergeneracionales. En mi infancia era la madre, casi en exclusiva, la que se ocupaba de los hijos. Mi generacíón rompió esta situación y la educación y cuidado se compartió por la pareja. Luego viene el cuidado de los nietos y de los padres sin solución de continuidad. La duda está en quién nos cuidará a nosotros. ¿La cuidadora de los niños del principio?. ¿Una residencia sin presupuesto? Yo lo tengo muy claro pero hoy no toca hablar de ello.
Otra cuestión derivada que suscitó mi reflexión a propósito del conflicto intergeneracional, fue lo rompedores o revolucionarios que con veinte años fuimos con todo. Las ganas que teníamos de cambiar el estatus quo en la familia, en la sociedad, en el trabajo, en las relaciones de pareja. Echar por tierra las verdades absolutas, cuadriculadas e inamovibles que parecían eternas, como la esencia misma de la vida. Romper con los prejuicios y, en definitiva, con todo lo que oliera a rancio.
Luchamos contra nuestros padres y, cuando creíamos que habíamos ganado, resulta que tenemos que luchar contra nuestros hijos porque, para nuestro asombro, se han vuelto unos conformistas, unos consumidores y, en muchos casos, unos reaccionarios. O, tal vez, ahora que tenemos el poder, lo estamos haciendo peor que nuestros antecesores. Nos hemos apoltronado y hemos tirado por tierra aquellos ideales: "Haz el amor y no la guerra", "A cada uno según sus necesidades y de cada uno segun sus capacidades" "Debajo de los adoquines está la playa". Ohhhhhhh!!!!!!
Pero, con todo, tengo la esperanza puesta en que esta situación es insostenible y va a reventar. Hace poco me decía un amigo "Vamos a tener que volver a las barricadas" (supongo que metafóricamente, porque no me veo yo...)
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