Los estereotipos son
las percepciones que se suelen tener de personas o colectivos, casi siempre
simplistas y exagerados que, en la mayoría de ocasiones, falsean la realidad o,
al menos, la simplifican. Son pequeños retazos que se toman aisladamente para
aplicarlos a la generalidad hasta hacerla poco fiable. Pasa con la mayoría de
países que apenas conocemos y pasa, como no, con Rusia, país que tradicionalmente
ha recibido una propaganda poco amable y que he tenido ocasión de visitar
recientemente.
De los rusos sabemos
muchas cosas: Primero fueron los Zares, la dinastía Romanov, Rasputín,
Dostoyevski, Tolstói, Tchaikovsky, Stravinsky, Kandinsky, Bakunin, Trotski,
Lenin, Stalin, Gorbachov, Kasparov, María Sarapova y tantos que la lista sería
interminable. Vencieron a Napoleón y a Hitler y fueron los primeros en poner un
hombre en el espacio. Han sido y son
pioneros en temas científicos, políticos y culturales. Fueron un poderoso
imperio y siguen siendo potencia mundial. Sobreviviendo a todo, cuatro
estereotipos que no pueden faltar: Siberia, la Montaña Rusa, La Ensaladilla
Rusa y la Ruleta Rusa.
Todo esto es lo que
mayoritariamente se conoce, pero hay más. También aspectos negativos que mucho
tiene que ver con el escaso poder adquisitivo del ciudadano de a pie. He visitado
únicamente San Petersburgo -antigua Leningrado- y Moscú y he percibido lo
suficiente como para complementar estos clichés.
San Petersburgo es el
fruto del sueño de Pedro el Grande, Zar más destacado de la dinastía de los
Romanov, quien la convirtió durante siglos en la capital del imperio y centro
cultural del país. Representa el lujo exagerado. Mansiones decimonónicas de
estilo europeo se reflejan en las aguas de los canales que atraviesan la
ciudad.
A Moscú llegamos de
noche, pero aun quedaba suficiente luz para apreciar el contorno amurallado del
Kremlin, sus amplísimas avenidas, su renovado parque automovilístico y su
temperatura veraniega. Moscú ya no es la capital del comunismo que todos
imaginábamos de gris plomizo y soldados enfundados en sus casacas. Hay
edificios grises estilo Stalin, pero son magníficas construcciones muy
apreciadas y demandadas. No en vano quien las hacía mal podía terminar en Siberia. La
gente es amabilísima, viste elegante, se puede pasear por sus calles con
confianza y las mujeres son hermosas. Es una ciudad próspera, avanzada,
abierta, colorida, con inmensos parques bien cuidados, llena de vida, de
actividad, de turistas y de más de doce millones de habitantes que hacen de
ella la capital más grande de Europa. Con el acierto de conservar lo antiguo
que es mucho y bueno y de renovar lo viejo, lo cual se nota en las innumerables
obras que abundan por doquier, seguramente acicalando la ciudad de cara al
mundial de futbol que se celebrará en 2018, pero que permanecerán para la
posteridad.
Supongo que sería
conveniente arañar un poco más la epidermis para conocer sus intereses e
ilusiones, las miserias y carencias de este pueblo, pero eso no está al alcance
de un individuo como yo que llega con un pack de turista.
Destacar algunas
cosas entre las muchas que me han llamado la atención. La decoración en
distintos estilos de cada estación del Metro de Moscú que constata que lo
práctico y lo bello son compatibles. La escasez de motos y bicicletas. Seguro
que el clima es factor determinante para que no se usen. La abundancia de
Iglesias, todas bellísimas, su estilo, fachadas, iconostasios, mosaicos,
frescos, decoración. Todas de religión ortodoxa. No sé si esta abundancia va
unida a la práctica masiva de la oración. Se veía gente devota pero no tanta
como cabría suponer en una población numerosa, añadido que la mayoría de
visitas eran de turistas. Daba la impresión de que la religión está bastante
arraigada en su historia y que la devoción que sus practicantes ponen es
intensa. Por último me impresionó la sonrisa de un ruso con una dentadura
perfecta toda de oro. Me temo que no los llevaba así porque ahora lo estén
poniendo de moda los famosos, sino porque viene de una cultura que, por lo visto,
aún subsiste en esas latitudes para aparentar un estatus social elevado. Rusia
modernidad y tradición juntas.
Como siempre suelo
hacer, cuelgo una composición de fotos de arquitectura representativa. Se puede
ver pinchando en la pestaña superior IMÁGENES.