Esta
entrada sigue en la línea de la anterior
sobre la información.
A
nada que rasques un poquito en la superficie de la noticia, se ve que lo de
menos es que ésta sea veraz y objetiva. Lo importante es que la manipulación a
la que se le somete sea creíble para los objetivos de quien la manipula. Es la
neolengua de la que habla Orwel en la novela 1984. Primero se roban las
palabras, después se cambia su significado y finalmente se reescribe el pasado.
Es
fundamental la propaganda –que no información- para justificarlo todo. Como por
ejemplo los desmanes cometidos, destrucciones innecesarias, daños colaterales, y tropelías varias.
Se demonizan personas y países a quienes se les denomina eje del mal. Se organiza una guerra contra el terror y ataques preventivos para un cambio de régimen de esos que son tan
malos, malonos.
Pero el régimen que pueda existir en un país importa muy poco si
éste es amigo o si posee capacidad y fuerza como para plantar cara o si no
tiene nada con lo que arramplar. El enemigo tiene que ser lo suficientemente débil
como para que el atacante salga victorioso de la destrucción y con recursos bastantes
para que el invasor haga negocio con su reconstrucción una vez hecho pedazos.
El
que gana en la guerra tiene la razón y como tiene la razón es el bueno. Para
ganar hay que tener más armas y más destructivas y así creamos el falso
silogismo de que quien tiene más armas es más bueno.
Cuando
actúa el imperio crea su propia realidad que es que el único camino a la
seguridad es el camino de la acción. Aunque la razón suele estar muy repartida,
la realidad sólo es una, la que impone el vencedor. Ya no existe otra moral que
la que él ha creado y ha tenido esmero en difundir: No había más remedio, salvar a pueblos oprimidos, sistemas corruptos,
peligro para la humanidad.
Así
que esta manipulación de la realidad y de la información hace que nos inhibamos
por temor a equivocarnos y que no busquemos otra información que la que nos
gusta, el resto se ignora. Perdemos objetividad, matices, otros puntos de vista
y espíritu crítico. Los estados ganan contribuyentes sumisos, los dirigentes se
forran y los ciudadanos se sienten protegidos.
Primero
está lo que la gente quiere oír, después la verdad.
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