2020-11-08

LA DECENCIA

Según una de sus acepciones, el concepto de decencia tiene implicaciones puritanas con las que no comulgo, pero la decencia se puede entender también como un límite moral necesario que creo que estamos perdiendo.

Vivimos en sociedades muy complejas, en una época de crisis, donde los valores cardinales de nuestro tiempo cambian a una velocidad de vértigo. Cada vez está menos claro qué es lo correcto. La línea que separa lo tolerable de lo intolerable se desvanece, soportamos la perversión de forma cotidiana y no existe una explicación clara de cómo conseguimos convivir con ella, pero lo hacemos. Esta crisis de valores mínimos está relacionada con el exceso de información. Una comparación entre el escándalo de Watergate y las filtraciones de Wikilik puede ilustrar este aumento de nuestra capacidad de gestión de la corrupción.

La década de los setenta resalta en la prensa un caso de espionaje entre partidos políticos que hizo renunciar al presidente de Estados Unidos, considerado la persona más poderosa del mundo. En el siglo XXI, en cambio, la plataforma fundada por Julián Asagne ha sacado a la luz crímenes de guerra, torturas de prisioneros, desastres ecológicos, corrupción política, sin consecuencias reseñables. Parece que cuanto más sabemos, menos nos importa. En parte, la sordidez nos ha vencido por exceso, pero no solo. Existe un fatalismo previo, un pesimismo sobre la capacidad de mejora de la era y de las personas. Este fatalismo frena nuestra capacidad de oponernos al desastre, reprime nuestra decencia. La decencia no implica heroicidad, el héroe es aquel que trasciende su situación y su identidad para hacer algo extraordinario. La imagen del estudiante frente a los tanques en la plaza de Tiananmen es un arquetipo de heroicidad porque enfrentarse a un tanque va más allá de lo que esperamos de un estudiante. La propaganda política viene a abusar del concepto de heroicidad tergiversándolo. El abuso de las metáforas militares durante la pandemia es un ejemplo de esto, pero aunque la heroicidad puede ser encomiable, no es algo que sea lícito exigir a la mayoría. La mayoría no somos héroes ni queremos serlo, pero sí necesitamos sentirnos decentes. Esto no significa que mantener la decencia en situaciones extremas no sea complejo y encomiable. Por ejemplo, las sanitarias han tenido que pasar por experiencias durísimas solo para cumplir con su oficio durante la epidemia. Esto nos recuerda que en las situaciones extremas, permanecer decente supone todo un reto.

La decencia es un límite. Cuando la perdemos, perdemos parte de nuestra dignidad y de nuestra identidad. Nos desdibujamos, dejamos de saber quiénes somos. Como ciudadanos se supone que debemos reaccionar contra los actos que atentan contra los principios del estado de derecho, mientras tanto convivimos con una sistematización de la injusticia: corrupción política, autoritarismo, crímenes tolerados a las élites, humillación laboral sistemática, vulneración de derechos básicos. Revelarse, no aceptar, protestar contra esta deriva no debería ser extraordinario ni minoritario. Se trata tan solo de exigir a la vida unos mínimos. No es algo que hacer por los demás, no es altruismo, es algo que debemos hacer por nosotras, para seguir despertándonos por las mañanas sabiendo quiénes somos como personas decentes.

4 comentarios:

  1. Suscribo todo lo que comentas, Isan.

    Hace poco escuché una entrevista a Umberto Eco que decía que vivimos en una era en la que la sobreinformación. Eso nos da la sensación de que sabemos de todo, y esa era la primera premisa de la estupidez. Yo creo que no vivimos en la era de la información, sino en la de la propaganda. En una entrevista a un exalto mandatario de google, este dijo que seis de cada siete noticias que salen en internet son falsas. Porque lo que se busca no es informar, sino mover las conciencias de la gente hacia donde se quiera. Yo me fijo mucho en los noticiarios, los cuales cada vez veo menos. Cuando se habla del COVID se empieza con lo mal que estamos, luego con la incertidumbre futura, después con las secuelas de los que ya lo han pasado y termina con los avances de la vacuna salvadora. De hecho lo pintan como "la carrera por conseguir la vacuna" ¡a ver quién se lleva el gato al agua! Porque invertir en sanidad cuesta dinero, pero en vacunas genera ingresos.

    La verdad es que sí, ya no sabemos qué es la decencia, solo hay bandos; derecha, izquierda, feminismo, patriarcado..., y si no perteneces a alguno de ellos eres un apestado social, un loco, un indecente...

    Muy buena reflexión, Isan, como te he dicho, lo suscribo todo.

    Un abrazo.

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    1. Hola, Pepe. Pues yo también suscribo toda tu reflexión. Lo que comentas de las noticias COVID, has atinado en la diana. Obedece a un diseño calculado. Precisamente sobre la propaganda tengo elaborando una entrada para cuando los relatos me dejen tiempo.
      Gracias por comentar. Hasta pronto.

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  2. ¡Hola, Isan!
    Estoy de acuerdo completamente con tu mensaje que ojalá cundiera en las mentes opacas de muchas personas que no acostumbran a tener una mentalidad crítica y un sentimiento solidario y de empatía hacia el prójimo.
    No es cuestión de puritanismo, sino de honor al compromiso de unos valores con los que fuimos educados y que se acercan a lo que denominas decencia.
    Llevamos tiempo sufriendo toda clase de ataques a nuestros derechos y libertades por parte de una élite oligárquica que gobierna el mundo, quitando e imponiendo gobiernos "títeres", mientras descaradamente parasitan nuestra existencia condenándonos a un esclavismo atroz e injusto.

    Tras sufrir los coletazos de la dictadura y tratando de luchar siempre en favor de la libertad y los derechos humanos, me encuentro ahora atrapada por la cicatera telaraña de la izquierda globalista más retrógrada que justo intenta destruir lo que con tanto esfuerzo nos costó levantar. ¡Quien diría que ahora es cuando estamos viendo al "monstruo" que vestido de cordero nos llevó a este escenario surrealista donde nada es lo que parece y hay que despertarnos de una vez del limbo para defender nuestra nación o nuestras propias vidas.

    Un abrazo.

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    1. Pues sí, Estrella, se han perdido valores y nos encontramos desorientados. Los que sí saben sus objetivos son quienes manejan los hilos como dices. Seguiremos adelante. Siempre nos quedará la literatura como la isla de salvación.
      Gracias por comentar. Un abrazo.

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