2018-02-11
DONDE NUNCA PASA NADA
Además de la vorágine de
las ciudades donde se vive más deprisa y las noticias se te amontonan sin dar
tiempo a asimilarlas, hay remansos de paz donde, aparentemente, todo transcurre
tranquilo. Son los pueblos, lugares campestres que consideramos idílicos, pero
seguramente será durante un rato o un verano. Donde, según palabras de mi
suegro, «la gente envejece, empobrece y embrutece».
Me comentaba el otro día
una persona que vive en pueblo: «ya puedes llevar viviendo treinta años, pero
como no seas de allí, no te enterarás de nada. Eso sí, ellos sabrán todo de
ti». El concepto de vida privada no tiene dos direcciones.
Hay una corriente entre
ciertos sectores de la progresía de irse a vivir a los pueblos en contacto con
la naturaleza, Son los que los autóctonos denominan agropijos. Si eres de pueblo, joven y estás a la última, no pasa
nada, pero si te has mudado de la urbe, ya no perteneces a los suyos.
Cuando de puertas adentro
no hay novedad, hay que buscarla fuera, pero sin que se note. La discreción de
los visillos es fundamental. Se espía al vecino por curiosidad y posiblemente
también por envidia y se espía al forastero.
Siempre que voy a un pueblo pequeño tengo la absoluta certeza de que soy
observado. Se puede llamar cotilleo, chismorreo, alcahueteo, comadreo o interés
sin especificar. El que llega de fuera siempre aporta algo. Es quien trae
noticias, las novedades y rompe la rutina. Esta forma de ser no sé si es debida
a la agudeza connatural, fina, que se adquiere de forma espontánea al nacer más
en contacto con la naturaleza, u obedece al dicho de que quien no tiene qué
hacer, con el culo caza moscas.
Me pasó hace poco. Fui a
un pueblo a enseñar una casa de la familia para la venta. Mi presencia ha sido
siempre más bien escasa, lo que no obsta para que me tengan totalmente
localizado a mí y a toda mi parentela tanto en línea directa como
colateral. Al día siguiente me llegó por
un familiar la noticia de que habíamos vendido la casa. Lo más alucinante es
que supieron la profesión de comprador, no sé si por revelación divina o por
esa agudeza que he mencionado antes. El caso es que ni yo ni el picoleto en
cuestión soltamos prenda al único lugareño con quien nos topamos y apenas cruzamos
un leve saludo. Habrá que convenir que
era él -el lugareño- el portador de ese don especial.
Esta visión de la absoluta
tranquilidad, donde nunca pasa nada como digo en el título de esta entrada,
lugar idílico donde se envejece, empobrece y embrutece, supongo que, inevitablemente,
habrá evolucionado. Casi todos los jóvenes y algunos mayores usan internet,
manejan las redes sociales, se desplazan, se relacionan, leen. De otros no
estoy tan seguro. Están muy aferrados al terruño. Cazurros hay en todas partes.
Por ejemplo en mi ciudad. Puede que se
junten los cazurros propios con los de los pueblos y que sea contagioso.
No hay más que ver los resultados que, elección tras elección, obstinadamente,
la gente vota a los mismos corruptos, lo que confirma que les gusta y, confirma
también, que a quienes reciben el voto les va bien que los votantes sigan
siendo cazurros. Esto es así o es que no entiendo nada.
No quisiera que alguien,
que siendo de pueblo pueda leer esto, se pueda sentir molesto. Tengo
familiares, conocidos y excelentes amigos de pueblo que me dan mil vueltas en
todos los aspectos y, además, me consta que leen este blog. Precisamente, si alguien
lee esta entrada, puede ser cualquier cosa menos cazurra. En cualquier caso, el
primero sería yo por vivir en una ciudad que es lo más parecido a un pueblo, donde
la mayoría de la gente se resiste a salir del páramo.
Supongo que lo adecuado
para vivir en esta aldea global que es el mundo, será ir alternando la city con la aldea a secas. La playa con la
montaña y, entre medio, un viajecito por aquí y por allá. Para qué nos vamos a
complicar la vida.
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Suelen decir que pueblo pequeño, infierno grande, pero hoy en día no se vive tan mal. El progreso llega a todas partes.
ResponderEliminarUn saludo.
Tienes razón, la tecnología rompe nuestro aislamiento y nos acerca a todos, pero hay gente que se resiste. No me refiero a quien es feliz en su isla y acepta a los demás. Cuando hablo del cazurro me refiero al envidioso, al miserable, al criticón, a quien trata de imponer a los demás su modo de vida.
ResponderEliminarGracias por pasarte y comentar.