El
otro día Evo Morales y Rafael Correa, Presidentes respectivamente de Bolivia y Ecuador, denunciaban el intento de
golpe en Brasil. La activación de un nuevo Plan
Cóndor contra los gobiernos progresistas. Este Plan Cóndor es el nombre con el que se conoce a “la
coordinación de acciones y mutuo apoyo entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur de América y con la participación de los Estados
Unidos que se llevó a cabo en las décadas de 1970/80. Consistió en
el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, traslados entre países y desaparición o muerte de personas consideradas por dichos regímenes
como subversivas o no compatibles con el gobierno de los Estados Unidos y por tanto con las
dictaduras militares de la región" (cita tomada de Wikipedia).—Concluían diciendo que en este nuevo Plan: Ya no se necesitan dictaduras militares,
sino jueces sumisos— .
Con las religiones pasa algo parecido. Por un lado están los
islamistas cuyos métodos han quedado claros. Como decía el fundador del
cristianismo “por sus obras los conoceréis”. Están repitiendo lo que hace
quinientos años hacían Las Cruzadas o la Santa Inquisición. Pero no podemos
esperar a que el mal llamado Estado Islámico, o quién diablos esté detrás de la
barbarie que asuela Europa, tarde otros quinientos años en moderar las formas.
Y ¿Qué pasa con la Santa Inquisición? En realidad esta institución jamás ha
muerto. Simplemente pasa épocas adormecida como una larva metamorfoseando. Despierta
con otra faz pero con las mismas intenciones. De Santa inquisición pasó a
llamarse Congregación del Santo Oficio para, posteriormente, llamarse
Congregación para la Doctrina de la Fe. Todo ello sin solución de continuidad.
Y en esas estamos. La Institución susodicha tiene por función custodiar la correcta doctrina católica en la Iglesia y de paso elimina a quienes osen
disentir. Su función trasciende a la mera institución de la Iglesias Cristianas;
se encuentra en el espíritu represivo de todas y cada una de las religiones
existentes. Todas contra el hereje o contra el infiel.
Hubo
una fugaz época de aperturismo y de actualización que duró el tiempo que
tardaron los integristas en rehacerse. Con la aparición de los yihadistas, la
competencia ha activado una cruel pugna entre ellos por conquistar espacio
ideológico. Quede claro que de lo que hablo es de integrismos.
Llevan
un tiempo que, al igual que la denuncia política de Morales y Correa, en este
ámbito también se ha activado un nuevo plan para rearmar de su pacata moral la
legislación y, en general, el comportamiento social. El legislador obedece los
dictados religiosos y ultraconservadores y planta en la Ley un enunciado
genérico como es ofender o menospreciar los sentimientos religiosos. ¿Los
sentimientos de quien? No se especifican
cuáles son esos en ninguna ley. Habrá que conocer todos los sentimientos de
todas las religiones para que no nos pongan una denuncia por vulnerarlos.
Ahora ya tenemos una sentencia y una condenada. Qué casualidad que
fuera una mujer. Ello en un país de los llamados occidentales, democráticos, aconfesionales
y progresistas. Habrá más, seguro. Todo es empezar ¿Que hizo la condenada?
Quitarse la camiseta en una capilla de la universidad y quedarse en sujetador.
La sentencia añade que dos mujeres se dieron un beso en la boca y cantaron
consignas al salir.
Me
pregunto si tenemos que esperar a lo que diga el ayatolá de turno para ver si
se ha vulnerado algo; si vale la denuncia de cualquier integrista para que te
condenen; si pasa lo mismo si se da un supuesto menosprecio de cualquier
religión para sufrir igual pena; si por criticar un dogma de fe te pueden
encarcelar. Tantas preguntas para una situación que si no fuera preocupante,
parecería cómica.
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