Gustan los Notarios, especialmente ellos, de adornarse de un lenguaje formalista, que resulta rebuscado, arcaico y anacrónico, lo que reviste –sólo aparentemente- de solemnidad un acto que no pasa de ser un mero trámite administrativo. Cuando lees unas escrituras, aunque no conozcas su contenido, te das cuenta de inmediato de que se trata de un documento notarial.
En estos ambientes de la Ley y el Derecho todo es apariencia y formalismo. De tal modo es así que, en muchas ocasiones, la forma tiene tanta importancia como el fondo. Una palabra de más o de menos, una fecha vencida, un papel no cotejado o una norma no aludida, pueden dar al traste con una legítima reivindicación ajustada a Derecho.
Este lenguaje extravagante cobra especial relevancia en los protocolos notariales referidos a las herencias. En Navarra se debe hacer constar que se ha advertido al testador si desea realizar mandas pías o benéficas. La ausencia de esta referencia –a mi modo de ver totalmente inútil- da por nulo el testamento. Otra peculiaridad Navarra es la obligación de testar cinco sueldos febles o carlines por bienes muebles y una robada de tierra en los montes comunales por inmuebles. Su ausencia podría dar lugar a la anulación. En el fondo es una fórmula que encubre la decisión de desheredar a alguien ya que, en realidad, se le lega humo.
Otra cuestión es lo que hacen los herederos. Se puede recibir la herencia a beneficio de inventario, lo cual está muy bien por si se trata de un regalo envenenado, o puedes directamente repudiarla.
Recientemente yo he pasado por Notaría para uno de estos trámites. Hubo de todo. Dos repudiaciones. Cuatro que antes se llamaban tal y ahora cual. Otros cuatro –pero no los mismos- cuyo estado civil era divorciado. En seis herederos se acumulaban siete divorcios, varios repitiendo, aunque este dato no consta. Los empleos que cada compareciente tubo a bien adjudicarse –no sé para qué sirve este dato- son de lo más variopinto y multidisciplinar. Emérito, asesor, funcionario, operador, empleado, ninguno. Mayor inconcreción no se puede dar. Todos sirven para cualquier cosa y para lo contrario.
Y la tercera parte es que alguien que no estaba llamada al acto, se presenta como una interesada más sin formar parte de los herederos. Se lleva lo que en México se conoce como la mordida. Se llama Hacienda y no formaba parte de la familia aunque Hacienda, dicen, somos todos. De una simple vivienda familiar es capaz de arramplar unos miles de euros, sin moverse del sitio, sin especulación. Un bien que a lo largo de su existencia ha sufrido múltiples impuestos: de adquisición, de bienes inmuebles, plusvalías, contribución urbana, patrimonio, anteriormente con la renta. Que seguirá contribuyendo mientras se mantenga en pie y, cuando se caiga, por el solar y luego por lo que ahí se vuelva a construir. Que se compró con un dinero que previamente había sufrido tributación por rendimientos en renta. Que se calcula sobre una tasación catastral inflada que supera la valoración de mercado.
Y la historia se repetirá una y otra vez cuando el mismo hecho ocurra. Pero entonces ya no lo veré yo.
Míralo de esta forma: ahora tienes algo que antes no tenías. Lo de Hacienda es inevitable.
ResponderEliminarVaya suerte de los navarros. Yo tambien quisiera tener una robadita en mi herencia para lechugas y esas cosas, porque tal como viene el futuro todo vendrá bien.
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