En alguna ocasión me imagino hablando con algún erudito, pongamos de la edad moderna por situarnos en una época en la que triunfa el progreso y pongamos a Leonardo da Vinci o Isaac Newton -para que nos vamos a andar con pequeñeces- ya que cualquier otro es posible que no me entendiera. La idea no es que yo viajo a su época, sino que ellos se trasladan al momento presente y yo les muestro los avances de la civilización a la que ellos han contribuido tan decisivamente.
Seguramente les maravillaría mi narración con los muchos y grandes inventos: volar, viajes espaciales, comunicaciones, imagen y sonido, energía, armas de guerra o más simples como la bicicleta o la máquina de vapor. Otros serían más complejos: genoma humano, manipulación genética, computación, nanotecnología, energía atómica, por citar algunos.
Muchos de ellos se pueden explicar por sí solos. De otros bastaría un conocimiento mínimo, pero de la mayoría, a buen seguro, tendría dificultad para explicar de forma comprensible en qué consiste, cómo se consigue o para qué sirve. Demasiada sofisticación para hacerlos entendibles por quien es mero usuario. Y aquí nuevamente la barbarie del especialismo que decía Ortega y Gasset. Hay casi tantas ingenierías como individuos. El sabio -como lo eran ellos- ya no existe. El científico está constreñido a un campo muy estrecho del conocimiento. Es el prototipo del hombre-masa.
La segunda parte viene cuando tendría que hablar del progreso social y personal. No sabría qué decirles. Hemos alcanzado altas cotas en tecnología pero no llega a todos por igual. En cuestión de bienestar vamos en claro retroceso y eso los que habíamos alcanzado un nivel, porque hay quien todavía está como en la edad media. Hemos avanzado en ideas y derechos pero diría que en muchas ocasiones y para según quien y donde, de manera más formal que real. Porque cómo podría explicar que en el tercer milenio con todos esos avances se torture a un semejante o se le someta a tratos inhumanos o degradantes; se condene a muerte en un juicio, y me da igual el motivo; se desplace de un lugar en nombre del progreso (el de otros) a quienes han vivido allí ellos y sus ancestros; se discrimine por el color de la piel, el sexo, el idioma, o la opinión política; se obligue a trabajar en esclavitud; se le detenga arbitrariamente, sin garantías procesales ni presunción de inocencia; se le impida la libre circulación o residencia; haya injerencias en su vida privada; se le impida el derecho a la propiedad, a la libertad de pensamiento, de opinión, expresión, reunión o asociación.
Para qué seguir. Son derechos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, solemnemente proclamados y sistemáticamente incumplidos. Y aquí es donde se me caería la cara de vergüenza y debería callarme y seguramente ellos, espantados, me pedirían el camino de regreso a su época donde se sentirían más seguros.
Que va, que va. Yo creo que les fascinaría. Leonardo se alegraría que sus inventos tomaran formas e Isaac intentaría elaborar en su mente esa fórmula que justificaría tanto movimiento a su alredor.
ResponderEliminarCiertamente su fascinación sería enorme y la conversación ni te cuento. Pero además de eso me interesaba resaltar lo poco que han progresado algunas personas en comparación con algunas cosas. Por ahí iba mi reflexión.
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