El mundo de los concursos
literarios, certámenes, relatos, cuentos, narraciones, es inmenso. Tanto, que
es inabarcable. El premio también diverso. Desde la simple mención hasta la
dotación económica importante. Participar en ellos “es como rascar, todo es empezar”,
porque se le coge gusto. Luego te das cuenta de que ese maravilloso relato que
habías mandado “con muchas posibilidades”, no deja de ser uno más que pasará
directamente a la papelera de quien hace el escrutinio. Entre tanto ha habido
una idea a la que se la ha ido dando forma con investigación y trabajo, pero,
sobre todo, ha habido ilusión, pasión, interés y satisfacción por el resultado.
Mejorable como todo, desde luego. Diría que es una actividad enriquecedora y
divertida, sobre todo para quienes no nos va la vida en ello y nuestras
aspiraciones en este campo son modestas.
Ayer de casualidad encontré uno
de estos concursos organizado por Zendra e Iberdrola con ocasión del día de los muertos. También casualmente estaba ultimando un relato que cumplía
las condiciones. Como quiera que se juntan la ocasión y el pecado, “en
exclusiva primicia mundial” publico este relato en mi blog, ya que la
publicación en Internet es requisito imprescindible para optar al premio. Se
puede leer pinchando aquí o en la pestaña superior RELATOS BREVES.
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