2018-05-15

EL FINAL DE ETA



¿Esto se acabó? ¿Ya es el final? ¿El final de qué? Yo no soy tan optimista con el fin de ETA como dice alguien: «nos emociona dejar a los jóvenes lo que ansiamos tanto los mayores: vivir en paz». Pero ¿estamos seguros de que con el fin de ETA va a ser realidad? Me temo que no.

Vaya por delante que el que haya desaparecido ETA es motivo para congratularse. Todo el mundo sabe que matar está mal. Es un concepto básico de ética elemental. Lo saben también los que lo han hecho y quienes lo justifican.  Así que pedir que se diga que “matar estuvo mal” me parece estéril. Dice la Presidenta de Navarra “todos compartimos que la violencia no es válida”. Estoy totalmente de acuerdo si válido es según el diccionario: “que vale o debe valer legalmente”. El problema es cuando se le pone apellidos y una violencia resulta ser mala y otra buena. Casi todos los Estados practican de la “buena” y de la “mala”. Cuando ETA estaba fuerte, es decir, cuando su actividad “valía”, todos los gobiernos negociaban con ella. A medida que se debilitaba, todos sacaban pecho. Esto induce a pensar que no les importa tanto la ética de su actuación como la estética del resultado.

Se está haciendo excesivo hincapié en si han pedido perdón y cómo, para desnaturalizar el hecho histórico. ¿Quién ha pedido perdón alguna vez en un conflicto? Como decía un soldado antifranquista de los pocos que quedan: «yo he conocido dos terrorismos, pero el del franquismo fue peor. Cometió más crímenes contra gudaris y contra personas civiles, pero de esto hoy parece que no se acuerda nadie. Los que sienten la democracia tienen que tener en cuenta que vivimos todavía bajo el fascismo. La noticia del fin de Eta me parece muy bien. Ahora el franquismo tendría que pedir perdón por su terrorismo. Estamos jodidos con este régimen. Esto es una dictadura, no una democracia. En una democracia uno puede hablar libremente e ir contra todo el mundo. No matando a nadie, se puede hablar. Pero no te dejan hablar. Solo hay que mirar a Cataluña.» Lo mismo se puede decir con el GAL, el Batallón Vasco Español, la Triple A, la guerra sucia, las torturas en comisaría, qué han dicho, qué han callado y qué han consentido todos: PP, PSOE, Ciudadanos o el Gobierno de turno.

Hace tiempo que el Gobierno tenía amortizada la actividad armada. Veía que esto se acababa, lo ha estirado cuanto ha podido y le ha dado la vuelta. Ahora terrorismo es un concepto de amplio espectro. Cualquier reivindicación política pueden considerarla como tal, haya o no violencia. No hay más que mirar a Catalunya y, por si acaso no cuela, existe la figura del delito de odio. Pero ¿es legítimo tener odio a los “separatistas” y no a los “unionistas”? ¿Se les aplicará a ambos la misma Ley? ¿Se pueden penalizar los sentimientos? La batalla del respeto hay que ganarla por vía cultural y educativa. Aplicar la vía penal puede ser efectivo a corto plazo, pero no soluciona nada a largo.

Ha desaparecido ETA pero, no nos engañemos, estamos en el mismo punto de partida. Tenemos los mismos problemas, las mismas necesidades, las mismas ansias e idénticas reivindicaciones y todas con escasas posibilidades de materializarlas. Con la disolución de ETA no se acaba el conflicto, porque las demandas políticas son mayoritariamente sentidas. De momento, a la hora de reivindicar algo, ya no sé si tenemos que seguir poniendo la coletilla de la “condena absoluta y sin paliativos de la violencia etarra” que parecía obligada en cualquier tertulia pública o escrito si no querías que te acusaran de filo terrorista. Como en el franquismo, que se cerraban los escritos oficiales con: “…es gracia que espero alcanzar de su recto proceder, cuya vida guarde Dios muchos años por el bien de España” ya que, sin ella, no había nada que hacer.

Aquí hay un conflicto político o un contencioso irresuelto entre Euskal Herria y España y no es de ahora. Viene de muy lejos. Se empezó con la conquista de territorios vascos mediante las armas, la separación, la merma de los fueros, la guerra del 1936, la imposición de una Constitución no aceptada, ha seguido solapada o abiertamente y ha habido una respuesta violenta, armada, en el último medio siglo. Después de tanto hablar de ETA, resulta que el problema era más profundo y antiguo. ETA era una dolorosa consecuencia. El periódico The New York Times hace un análisis titulado ¿Por qué se están rompiendo tantas democracias? Empieza diciendo: «Italia, Polonia, Hungría e incluso España: la democracia europea está en ruinas.» Analiza varios factores profundos y sigue: «Más de dos tercios de los países que han pasado a la democracia desde la II Guerra Mundial lo han hecho bajo las constituciones escritas por el régimen autoritario saliente (…). Las instituciones democráticas son frecuentemente diseñadas por el régimen autoritario anterior para salvaguardar a las élites establecidas en el nuevo Estado de derecho y darles una ventaja política y competencia económica después de la democratización.» Se comenta por sí solo.

No quiero que se interprete que pretendo banalizar algo con este escrito. Todo lo contrario. Es un punto de vista, el mío, preocupado y con deseos de solución. De cara al futuro me quedan muchos interrogantes, pocas certezas y mis temores, porque decir que todas las expresiones tienen cauce democrático es una falacia. Vuelvo a mirar a Catalunya. 
Alguien ha dicho que ahora Euskadi se ha quitado plomo de las alas. Me parece una frase ingeniosa, muy buena. Pero algo le falta para ser verdad. Ya me gustaría que fuera realidad y que ahora se pudiera volar, pero nos seguiremos encontrando con el mismo techo que lo impide.

No deseo la violencia de la bomba y el tiro en la nuca, pero tampoco la de la tortura y la represión o la Justicia vengativa como la que hemos visto y seguimos viendo tantas veces. Simplemente queremos democracia. El derecho a decidir libremente. Fácil de entender, difícil de aplicar.

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