2018-01-01

NEOLENGUA Y POSVERDAD

Hay neologismos de moda —hablando de moda podíamos decir que son las últimas tendencias en el lenguaje—, que vienen y van en el hablar. Palabras como posverdad, neolengua, empoderamiento, populismo, escrache, selfi, bitcóin,  cisgénero, uberización, fake news o aporofobia que es la que se ha proclamado de moda en 2017. Algunas son neologismos, otras retomadas de otros idiomas, casi siempre es el inglés, y algunas rescatadas del cajón de vocablos en desuso.

 

El lenguaje cambia porque está vivo. De poético, más elaborado, más redondo y ampuloso, ha pasado a más telegráfico y críptico en poco menos de treinta años. Palabras nuevas, modismos que están inventándose continuamente debido a las nuevas tecnologías, nuevos trabajos, nuevas diversiones, nuevos intereses. Ha cambiado el lenguaje y ha cambiado la forma de comunicarnos. Hablamos por videoconferencia, móviles, internet, WhatsApp eliminando palabras o reduciéndolas: tb, k, etc.

 

Hay un aspecto que siempre me ha preocupado. Es el lenguaje sexista. Me parece muy loable el empeño de quienes pretenden inventar uno nuevo para combatir el sexismo de la lengua castellana —algo que, a mi modo de ver, tiene difícil remedio—, poniendo en los textos grafías para abarcar a ambos géneros: los/las, todxs, tod@s. Pero las palabras que son de género masculino normalmente no las cambian. Por ejemplo, un individuo (del género masculino) no debería estar “cachas” sino “cachos”. El vocablo personas debería aplicarse exclusivamente al género femenino y para los del género masculino habría que usar “persones” o “personos”. Otra opción es poner personxs o person@s o, incluso, personas/es. Si queremos ser iguales, habría que hacer así con todos/as. Esto, además de no ser práctico, es un despropósito descomunal. El lenguaje sufre y se echaría a perder la obra literaria o el discurso. Ni siquiera una conversación de amigos podría ser fluida. Nos volveríamos «todxs los/las person?s loc@s».

 

Los titulares de prensa, también tienen su aquel en el lenguaje. Son las noticias indescifrables. Valga esto como ejemplo: «La startup navarra InsigthMedi entre las cien finalistas de South Summit 2017». O esta otra noticia: «…ha detectado elementos genéticos móviles (transposones) en hongos basidiomicetos conocidos porque producen setas comestibles y son activos degradadores de residuos lignocelulósicos…». No se trata de una revista especializada, sino noticias sacadas de un diario local.

 

Hace un tiempo teníamos certeza de lo qué era verdad. Ahora se proclama que la verdad ha muerto. Aunque todos tenemos nuestra verdad que no suele coincidir con la de los demás. La posverdad no deja de ser una realidad paralela. Una mentira encubierta. Como las fake news. En ambos casos la verdad se complementa con algo que obra la virtud de desnaturalizarla. Entre una y otra ya no queda nada de la verdad sin aditamentos. No quiero decir con esto que todo sea verdad o mentira. Hay cosas que son simplemente discutibles porque son las verdades de cada uno, matices, incluso puntos de vista encontrados.

 



Hay que irse adaptando, porque quien se queda quieto se anquilosa. Pero hay que evitar que la neolengua destruya el lenguaje, que la posverdad mate la verdad y que la actividad virtual y el ciberespacio  se apoderen de la realidad tangible.

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