Ya me has entendido. Es la frase que se escucha cuando pides al
interlocutor que repita por no entender lo que ha dicho. Normalmente no es un
problema de sordera del receptor ni de voz del emisor -que podría ser- sino de
que aquello que te han dicho no cuadra con lo que intuyes o, simplemente, no
tiene sentido.
Es
posible que de un tiempo aquí tenga cierta obsesión con la forma de comunicar,
de expresarme correctamente para que el mensaje se entienda. Puede que este
blog haya contribuido a ello o puede que, como cada vez se descuida más el
lenguaje oral o escrito, tanto en el fondo como en la forma, esté cansado de
realizar el esfuerzo suplementario para seguir con interés una conversación. El
resultado suele ser la inhibición.
Hay
un juego muy antiguo que consiste en ponerse varias personas en círculo. El
primero dice algo al oído al de al lado. Éste, a su vez, lo transmite al
siguiente y así sucesivamente hasta terminar en el primero. Lo que oye no se
suele parecer en nada con lo que él ha dicho al principio.
En
muchas ocasiones hay diferencia entre lo que pensamos y lo que decimos y
también entre lo que decimos y lo que los demás interpretan o entienden. Lo que
perjudica gravemente la conversación. Finalmente en algunos hay diferencia
entre lo que dicen y lo que hacen. Pero esa es otra historia.
La
oratoria me parece un deleite en sí misma. Es el arte de hablar con elocuencia.
La estética de la retórica. No es fácil pero tampoco hace falta ser un erudito.
Me gusta entablar una conversación cualquiera en grupo –el tema es
intrascendente- siempre que lo que se diga tenga cierta coherencia. Hay quien
confunde retórica con demagogia, lo que directamente arruina el diálogo. Me
gustan las conversaciones sosegadas, sin manipuladores, ni histriónicos, ni
falseadores de la realidad, ni acaparadores de la conversación. Ya he dicho que
no era fácil.
La
finalidad de la oratoria puede ser persuasiva, comunicativa o, simplemente,
estética. Lejos de lo que hoy en día se suele dar. Conversaciones a grito
pelado, para avasallar, imponer criterios o directamente para insultar al
contrario. Hay quienes hablan con la condescendencia de quienes se creen
autosuficientes y consideran que están un peldaño por encima de los demás,
dando una lección magistral: tú no sabes,
estás equivocado, yo te digo.
Termino
con tres refranes enlazados: Quien no habla, ni Dios le oye; por eso hay que
procurar que tus palabras sean mejores que tus silencios, porque quien dice lo
que no debe, oye lo que no quiere.
A buen entendedor pocas palabras bastan!!
ResponderEliminarPues para ti dos: muchas gracias
EliminarEs triste que teniendo tantos medios de comunicación a nuestro alcance muchas veces no consigamos entendernos. Tendríamos que ejercitar mas la oratoria para poder expresar y desarrollar mejor nuestras ideas y sentimientos. Yo el primero!! También pienso que escribir sobre lo que sea, pero sobretodo sobre las ideas y pensamientos de cada uno es una ayuda a esto. Agur bat!
ResponderEliminarHay que hablar con más sosiego. Esa es la forma para encontrar satisfacción incluso en una tertulia intrascendente.
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