2014-04-11

NO ME LO DIGAS CON PALABRAS

La risa y el llanto son las más genuinas representaciones de lo que pasa en el interior de las personas.  Gestos fáciles de interpretar y que llevan a la empatía con esa persona.

No sé si la risa es expresión adquirida por imitación o con la que ya nacemos, pero del llanto no me cabe la menor duda a la vista –mejor al oído- de lo temprano del lloro del niño y la potencia con que lo hace. Ambas las utilizamos instintivamente para mostrar alegría o tristeza, aceptación o desagrado.

Existen otras expresiones, todas muy físicas, para transmitir sentimientos y que cambian dependiendo de la circunstancia y lugar. Todas aprendidas pero tan asimiladas que las exteriorizamos de manera instintiva. Los abrazos y los besos requieren un contacto con el interlocutor. Hacemos chocar las palmas –lo que se denomina aplauso- para dar nuestra aprobación a algo que vemos u oímos. Nos llevamos las manos a la cara tapándola por vergüenza, a las sienes para concentrarnos, a boca cuando nos equivocamos o al mentón cuando dudamos. Alzamos los brazos, los cruzamos o los extendemos en función de diversos testimonios que no necesitan palabras.

Me llama la atención por poco usual en mi entorno, cómo los negros de África se manifiestan bailando mientras realizan la marcha. Supongo que es gesto aprendido, pero parece que llevan el ritmo metido en el cuerpo como algo consustancial a su ser.

Hay otras expresiones que, más que aprendidas intuitivamente, están estudiadas y que requieren cierta practica para su eficacia. Me refiero a los cortes de mangas, a levantar el puño, un dedo o varios, a mover de distintas formas los dedos, las manos, la cabeza, las cejas, la boca, la lengua y algunos incluso hasta las orejas. Arrugamos el entrecejo o abrimos los ojos desmesuramentente. Cuando cucamos un ojo puede ser signo de complicidad o treintayunas en el juego del mus. En fin, la casuística gestual es inagotable.

Pero entre todas hay una que me subyuga especialmente. Son los brincos que pegan los hinchas cuando su equipo —generalmente de fútbol— mete un gol. No puede haber más primitivismo en la acción. Imagen que nos retrotrae a las cavernas y que, no me cabe duda, es fruto de la herencia genética que corrobora nuestra descendencia de los primates.



Estamos en la era del WhatsApp pero seguimos dando botes como hace veinte mil años. Además el gesto tiene unos matices y una riqueza expresiva de la que los WhatsApps carecen y más a la vista del paupérrimo uso del lenguaje que en ellos se da.

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