La
risa y el llanto son las más genuinas representaciones de lo que pasa en el
interior de las personas. Gestos fáciles
de interpretar y que llevan a la empatía con esa persona.
No
sé si la risa es expresión adquirida por imitación o con la que ya nacemos,
pero del llanto no me cabe la menor duda a la vista –mejor al oído- de lo
temprano del lloro del niño y la potencia con que lo hace. Ambas las utilizamos
instintivamente para mostrar alegría o tristeza, aceptación o desagrado.
Existen
otras expresiones, todas muy físicas, para transmitir sentimientos y que cambian
dependiendo de la circunstancia y lugar. Todas aprendidas pero tan asimiladas
que las exteriorizamos de manera instintiva. Los abrazos y los besos requieren
un contacto con el interlocutor. Hacemos chocar las palmas –lo que se denomina
aplauso- para dar nuestra aprobación a algo que vemos u oímos. Nos llevamos las
manos a la cara tapándola por vergüenza, a las sienes para concentrarnos, a
boca cuando nos equivocamos o al mentón cuando dudamos. Alzamos los brazos, los
cruzamos o los extendemos en función de diversos testimonios que no necesitan
palabras.
Me
llama la atención por poco usual en mi entorno, cómo los negros de África se
manifiestan bailando mientras realizan la marcha. Supongo que es gesto
aprendido, pero parece que llevan el ritmo metido en el cuerpo como algo
consustancial a su ser.
Hay
otras expresiones que, más que aprendidas intuitivamente, están estudiadas y
que requieren cierta practica para su eficacia. Me refiero a los cortes de
mangas, a levantar el puño, un dedo o varios, a mover de distintas formas los
dedos, las manos, la cabeza, las cejas, la boca, la lengua y algunos incluso
hasta las orejas. Arrugamos el entrecejo o abrimos los ojos desmesuramentente.
Cuando cucamos un ojo puede ser signo de complicidad o treintayunas en el juego
del mus. En fin, la casuística gestual es inagotable.
Pero
entre todas hay una que me subyuga especialmente. Son los brincos que pegan los
hinchas cuando su equipo —generalmente de fútbol— mete un gol. No puede haber
más primitivismo en la acción. Imagen que nos retrotrae a las cavernas y que,
no me cabe duda, es fruto de la herencia genética que corrobora nuestra
descendencia de los primates.
Estamos
en la era del WhatsApp pero seguimos dando botes como hace veinte mil años.
Además el gesto tiene unos matices y una riqueza expresiva de la que los WhatsApps
carecen y más a la vista del paupérrimo uso del lenguaje que en ellos se da.
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