Modesta y sufrida piedra que soporta nuestro peso y cuanto peso queramos cargarle. Que tolera nuestra indiferencia cuando caminando por el campo le damos una patada con total desdén. Cuando la cogemos a la orilla del río y la lanzamos para hacer la mejor txipi-txapa. Cuando la troceamos o la moldeamos a nuestra conveniencia. Nos la imaginamos inerte, pero la piedra –que en realidad es roca- tiene vida propia. Construye y da solidez nada menos que nuestro mundo y es capaz de destruirlo en un arrebato de ira.
La piedra es un material natural, más o menos compacto, más o menos duro, combinación de uno o varios minerales que le confieren diferentes cualidades físicas. Se distinguen por su color, peso, forma, composición, dureza o utilidad. Desde la piedra pómez al diamante su variedad y uso son infinitos. Sirven para todo. Desde lo que la naturaleza le ha asignado, hasta el provecho mercantil o de poder que le conferimos. Una diminuta piedra puede hacernos inmensamente ricos o estropearnos una caminata.
Más que en sus cualidades físicas quiero detenerme especialmente en su significación metafísica. Por una piedra se mata y se ama. Una piedra sirve para atacar o defenderte dependiendo del lado en el que te encuentres. Imaginemos una manifa o una lapidación. Desde la caverna al caserío, pasando por los castillos, siempre ha servido de refugio seguro para cualquier ser vivo, como lo atestigua el cuento de los tres cerditos y el lobo. La piedra transmite cobijo y seguridad.
Un buen periodo de la humanidad está comprendido en la edad de piedra por la importancia de su uso como armas y utensilios. Las ofrendas a los dioses se hacían –se hacen- en el ara o piedra sagrada, como los rituales de la masonería. Hay piedras preciosas, filosofales, talismán, piedras angulares, primera piedra, piedra de toque, piedras en el riñón, corazones de piedra, piedra rosetta y Rolling Stones (aunque dicen que Cantos Rodados es una mala traducción). Llueve en forma de piedra, la rotura del gemelo es una pedrada, incluso al crack le llaman piedra. Tenemos un juego de piedra, papel o tijera y en el mus contamos con piedras.
El lenguaje cotidiano recoge perfectamente la importancia que siempre ha tenido. Está plagado de referencias: No dejar piedra sobre piedra; tirar la piedra y esconder la mano; lanzar piedras al propio tejado; poner piedras en el camino; pasar por la piedra; quedarse de piedra; el que esté libre de culpa que tire la primera piedra; tropezar dos veces en la misma piedra: agua de sierra y sombra de piedra.
El distraído tropezó en ella
El violento la utilizó como proyectil
El emprendedor construyó con ella
El campesino la utilizó de asiento
Para los niños fue un juguete
David venció a Goliat
Miguel Ángel hizo la más bella escultura
En todo caso la diferencia no estuvo en la piedra.
La diferencia está en las personas.
La piedra es serena, imponente. En muchas ocasiones vestigio de un apellido y una historia y sabiduría familiar, en forma de caserío centenario. Durante un tiempo coleccioné piedras de cada sitio que visité, y al verlas y tocarlas con el paso del tiempo eran fuente de recuerdos e imágenes grabadas en la retina. A la piedra hay que respetarla como se merece.
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