Si
ponemos en otra categoría los seudónimos que suelen emplear los artistas
varios para firmar su obra, parecía que, conforme nos íbamos urbanizando, los
apodos irían cayendo en desuso, pero apareció Internet y los chat y facebook y
los blogs y los nicks y ahora todos tenemos uno de los de toda la vida y otro
nuevo, por lo menos. La diferencia está en que los de antes nos los ponían los otros de acuerdo con lo que veían de
nosotros y los de ahora los elegimos nosotros en función de nuestros intereses o
gustos. Los de antes tenían su enjundia, los de ahora son más anodinos.
Tengo
un amigo, Pedro, que cuando digo o hago ciertas cosas, dice de ellas que son txumadas. Lo pongo con tx porque me
siento más cómodo con esa grafía y porque -para mi sorpresa- chumada ya existe. En varios países de
Sudamérica es ir pasado de copas. Borracho, vamos. Y por ahí no va la cosa.
Txumada es un término que no viene en ningún diccionario. Se
lo inventó él tomado del apodo con tx
con el que me identificaban los amigos hace ya unos cuantos años y que aun usan
quienes con él me conocieron y no se han reciclado. Seguir oyendo de vez en
cuando ese alias me sienta bien porque me traslada a otras épocas y me produce
un efecto rejuvenecedor.
Tiene
una difícil explicación en conceptos conocidos. Viene a ser algo que, sin
considerarse ni bien ni mal, está dicho o hecho fuera de convencionalismos. Tiene
un toque de humor fino, de ingenio o de metepatas jocoso; de irreverente y de
inconveniente. Siempre sorprende. No estoy seguro si cuando él lo emplea me intenta
halagar o vituperar, pero admito que encaja perfectamente con aquello que lo ha
provocado.
Esta
característica debe venir con los genes ya que con nombre o sin él, quienes nos
conocen nos achacan esta cualidad irónica
a todos los hermanos. Y sospecho que algo de ello hemos transmitido.
Otro
amigo, Fermín, es -era- prolífico en inventiva. Digo era porque hace tiempo que
se le ha apagado la chispa. La del ingenio, no la de la vida. Todos los amigos
de cuadrilla llevamos al menos un apodo como principal y varios otros derivados
de ese, pero curiosamente él no tiene ninguno. Igualmente eran agraciados/as con
su correspondiente alias cuantos establecían un mínimo contacto. Casi todos
geniales conociendo su origen. La lista sería interminable, pero solo a modo de
ejemplo vaya el de apagavelas
atribuido a una conocida con una nariz, digamos, moderadamente prominente y
curva.
Este
amigo se inventó el término gandarias,
aunque ya existe como apellido. Este epíteto pretende ser un adjetivo que no
define nada concreto y que sirve para todo. Le dices a alguien eres un gandarias y no tienes que dar más explicaciones. Que cada cual lo
interprete como desee o como venga al caso.
Fermín
-mira casualidades-, ha hecho muchas chumadas.
Tal vez por la necesidad de mantener siempre el tono que de él se esperaba, y
eso le está pasando factura. Hace tiempo que no practica su faceta más txumística, epíteto que también a él se
le podía atribuir por méritos propios.