2012-03-06

UN FIN DE SEMANA CUALQUIERA

Podía haber sido cualquier otro. O tal vez no. Pero esta es la crónica de mi último fin de semana.

Cada seis semanas me toca atender a mi madre. Son seis semanas porque seis somos los hermanos que, en riguroso turno, nos ocupamos de ello. Ésta tocaba. Desde la mañana hasta la noche. Sábado y domingo. De diez a diez. Doce más doce, veinticuatro horas. Atender a mi madre me crea una tensión contenida que empieza diez días antes de que llegue mi turno y desaparece a las veintidós treinta del domingo.

El sábado amaneció espléndido y lo empecé de la mejor manera posible. A las nueve en punto me encontraba en pista jugando a tenis con un rival con el que siempre disfruto. Así que mi turno con mi madre empezó con quince minutos de retraso. La proximidad entre mi casa, el club y la casa de mi madre me permiten estos ajustes de tiempo.

Para las once estábamos paseando por la orilla del río. A las doce y media vuelta a casa pues las tomas de comida cada tres horas no perdonan. Como a los niños. Ay, el ciclo de la vida otra vez.

Me llama mi hermano. Se había confundido de turno y, mientras yo jugaba a tenis, él le dio su primera comida y su correspondiente dosis de medicinas y se fue. Así que ración doble. Ya me extrañó aquella mirada de mi madre entre sorprendida y aturdida que, naturalmente, no supe interpretar. Lo que sí me imagino es el estupor de mi hermano al llegar a casa y ver que su madre no estaba.

La tarde pasa entre toma y toma; entre lectura y tele. Conversación no hay. Imposible con mi madre por su incapacidad y con mi familia por su ausencia. A las diez llevo a mi madre a su casa y me desparramo en el sofá agotado.

El domingo se repite partido pero el tiempo ha empeorado notablemente. Llueve. Hoy mi madre se queda sin paseo. Quiero despejarme. Me da para una escapadita a la feria del stock. Acudo con mi mujer, que hoy sí está, y su hermana. Increíblemente encuentro el chollo que andaba buscando para lo que queda de invierno y los próximos. Entre tanta gente que llena el recinto veo algunas personas a quienes ya no seguía la pista. Debe ser hace mucho tiempo pues lo noto en sus arrugas. Otra vez el tiempo que pasa. El local está a rebosar y hay cola para entrar. En algunos estands hay carteles que anuncian “todo a 30, 40, 50, 60, 70, 80, 90, 100, o menos”. No lo entiendo. Es la hora de volver.

Por el camino encuentro en la calle unas cincuenta personas agolpadas, una ambulancia y algún policía. Están rodeando a una persona tumbada en el suelo a la que le están aplicando un enérgico masaje cardíaco y le colocan un gotero. Mal sitio para que te dé un patatús, en medio de la calle y lloviendo. Me llama la atención que no lleva ni abrigo, ni jersey, ni camisa, ni zapatos ni calcetines. No soy de hacer preguntas a la concurrencia, así que desconozco los detalles. Por lo menos, si muere -que tenía toda la pinta- lo hará en la Plaza de la Cruz, al lado de la Iglesia de San Fermín y con el cura que había salido –supongo que se disponía a la misa y fue advertido por algún parroquiano de lo que en la calle ocurría- a encomendar su alma, con su casulla morada pues es Cuaresma, y su oronda barriga que, ésta sí, lleva permanente. Y fue esta imagen del cura, allí plantado a la cabeza del tipo tendido en el suelo, rodeado de devotos feligreses cual comandante en jefe, la que se grabó en mi retina. ¡Que poderío!.Eché en falta un: ¡levántate y anda!

La tarde del domingo repitió la rutina del sábado.

Cuando a las diez y media del domingo salgo de casa de mi madre, la calle está vacía y silenciosa. Es entonces cuando libero mi tensión. No puedo evitar –a riesgo de dar con mis huesos en el suelo- dar un saltito con choque de talones en el aire.

5 comentarios:

  1. Y despues de leerlo, me quedo con ...el "saltito con choque de talones en el aire".

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  2. Yo te veo perdiéndote en la oscuridad dando satitos. Ja,jaja. Me ha gustado la frase "la tarde del domingo repitió la rutina del sábado" la veo como de Joaquin Sabina.

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  3. Qué buena labor esa de cuidar de la madre. Aunque suene a popicazo, ellas nos dieron la vida y nos criaron, ahora nos corresponde a nosotras devolverles un poco.

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  4. A mi me gusta la escena del cura con su tripa y su casulla rodeado de fieles.

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  5. Igual queda graciosa la escena de la calle, pero creo que el comentario es poco respetuoso con el cura y con el enfermo, ¿o no?

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