ESTE RELATO PARTICIPA EN LA PROPUESTA DE «EL TINTERO DE ORO» PARA 2/2022 DE ACUERDO CON LAS PREMISAS DEL CARTEL:
LOCURA DE AMOR
Todos los
días la esperaba con una cerveza en la mano, sentado en un taburete del bar,
bamboleando mi cuerpo serrano en un intento de aplacar los nervios, pero que, a
medida que llegaba la hora, se hacía más frenético.
¡Hum…,
todavía la recuerdo! Las formas curvilíneas del vaso se asemejaban a las suyas. Imaginaba tener su
cuerpo abrazado, terso... Me gustaba fantasear una conversación, una caricia,
un beso.
Llegó a las
ocho. Lucía su andar cimbreante y una sonrisa que iluminaba la estancia. Intuí
que algo grande sucedería pues estaba más radiante que de costumbre. Se sentó casi
pegada a mí. Tanto, que me pareció sentir palpitar su corazón, o quizás fuera
el mío desbocado.
Me sentía
incapaz de apartar la mirada del vaso que estrujaba con indisimulado
nerviosismo. Trataba de hilvanar lo que siempre quería decirle pero me guardaba.
Un simple «me gustas» o «te quiero» podría haber bastado para expresar lo que
sentía. Pero apenas podía balbucear un imperceptible saludo. Y lo que tantos desasosiegos me estaba costando
decirle, así, de sopetón, lo soltó ella. Oí que decía claramente «te amo». Del sobresalto, el vaso se me fue de
las manos volando en una parábola imposible por encima de mi hombro. Mi
reacción al volverme sobre el taburete fue instantánea y más propia de un
felino que de una persona oronda como yo.
Allí estaba,
abrazada a un tipo al que le caía por el rostro la espuma de mi cerveza.
Conforme empezó a clarear su rostro e hizo reconocibles sus rasgos, deseé que
me tragara la tierra, o que cayera un rayo sobre mí o, mejor, sobre el otro.
Aquel hombre abrazado a quien yo creía que se
gustaba de mí era mi jefe. El que todas las mañanas me repetía con deleite
lo buena que estaba su novia, a lo que yo le respondía que, para buena, la mía.
Entré en
pánico. En un intento por arreglar la situación, me levanté atropelladamente para
limpiarle la cara y ese abrigo de cuero del que tanto fardaba, con tan mala
fortuna que pisé el vaso que rodaba por el suelo, perdí el equilibrio y en otra
inverosímil cabriola, me agarré a lo que pude. De pronto, me encontré en el
suelo encima de quien yo creía que estaba por mí, pero resultó que estaba por
él.
La posición y
el momento me ofuscaron. Mi sueño hecho realidad. Los ciento veinte kilos que
todas las mañanas soporta mi báscula harían el trabajo de contención. Comencé a
besar con frenesí el cuerpo del deseo: frente, cara, cuello, boca. Ella clavaba
sus uñas en mis mejillas, lo que interpreté como un signo de aceptación.
Animado, continué sobándole el cuerpo mientras mi boca trataba de hacerse hueco
buscando los pechos. En este momento entre mi jefe, el camarero y unos
parroquianos que presenciaban la escena, trataban en vano de separarme,
agarrando y empujando, luego el jefe comenzó a pegarme puñetazos sin ninguna
consideración a un subordinado. Momentos antes de perder el conocimiento,
consecuencia del patadón que me arreó en la cabeza con esas camperas que tanto
apreciaba, me pareció estar volando y que todos gritaban y gesticulaban, aunque
yo para entonces ya no entendía nada.
Cuando abrí
los ojos fui consciente de mi penosa situación. La última patada supuse que
había acabado con mi vida. Estaba muerto. Era evidente que aquel sitio no era
mi casa, mi curro o mi bar, lugares que conforman mi universo. Me encontraba en
el cielo o, tal vez, en un lugar intermedio a la espera de ubicarme, ya que
nadie se había dirigido a mí para orientarme sobre cuál debía ser mi proceder
ante una situación evidentemente nueva para la que esta sociedad pusilánime no había
tenido la decencia de prepararme. Con cuarenta tacos, una melena bien cuidada
—vale, me sobra algún kilo y sudo bastante—, marginado del glamur y de todo lo
demás, estaba perdido.
En una breve
inspección, necesariamente ocular ya que me encontraba inmovilizado, me vi tumbado
en cama y rodeado de aparatos raros. Tan blanco todo que quedé sobrecogido. Tan
silencioso que hacía daño a mis oídos acostumbrados a los sonidos de la tele y
las máquinas del taller. De mi nariz salía o entraba —dependiendo de su función—
un tubito parecido al que se perdía en el interior de mi brazo y al de mi más
preciado miembro, que fue el que más me preocupó. Lo confuso de esta situación
me hizo albergar alguna duda del lugar, así que, en un ímprobo esfuerzo,
ayudado por un golpe de barriga, intenté incorporarme para la oportuna ubicación,
con tan mala fortuna que di con mis abundantes carnes en el suelo, arrastrando
tras de mí el aparataje al que estaba adherido. Estos fueron cayendo uno a uno
sobre mi espalda con un estruendo que aún retumba en mi cabeza. Quedaron fracturadas un par de costillas, lo
que completó la manita, pues ya llevaba otras tres antes de fenecer, regalo de
mi jefe a modo de finiquito.
Con la caída
todo se aclaró. No, no me había muerto. No estaba en el cielo. ¡Estaba en una
nave alienígena de experimentación! ¡¿Cómo es posible que no me hubiera dado
cuenta antes?! En ese momento comprendí que la vida es dolor, que el dolor es sinónimo de vida y que yo
estaba más vivo que nunca a juzgar por el dolor que sentía. ¡¡¡Espérame,
Yolanda!!!
¡Anda que tu patoso y gordo prota hace juego con mi cineasta! Si es que abundan los que la sociedad llama perdedores, frikis, y un largo etc de epítetos de estos seres anónimos a los que solo le quedan los sueños de Yolandas por cubrir. Has retratato también y bien a “los otros” a los jefazos triunfadores, a quienes se la llevan de calle.
ResponderEliminarEn efecto, has escrito una locura, pero dicen que el amor a lo loco se vive mejor, o peor, a saber.
Los dos hemos estado en sintonía asonante con nuestros personajes.
Un abrazo de los fuertes, Isan.
Hola, Isabel. Tienes razón, nuestros personajes se parecen. Lo cierto es que este pipo de protagonistas son los que triunfan el el cine o los libros. Parece que el espectador y el lector se ponen del lado del perdedor estableciendo una corriente de simpatía. Un abrazo también para ti..
EliminarExcelente relato, muy bien narrado, que no supe si reír, tenerle lástima al sujeto o sentir pena, muy bueno, Un abrazo.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Hola, Patricia. Mejor reir porque, en resumidas cuentas, es un personaje de ficción. Un abrazo.
EliminarHola, Isan. Vaya personaje que has escrito, me generó una mezcla de sentimientos: empatía, vergüenza, tristeza y enojo; sobre todo, por su manera de actuar. Ja, ja. Me gustó mucho el relato. Suerte en el Tintero. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Cynthia. Está mal reirse de alguien, pero en este caso, como le comento a Patricia, en realidad no existe, así que venga la risa Suerte también ara ti. Un abrazo.
EliminarUn desafortunado que descubrió que la mujer amada, deseada, idealizada, prefería a otro. Que resultó ser el jefe del protagonista-
ResponderEliminarLo que llevó a una serie de torpeza, que derivó en una aproximación a algo deseado por él. Y a la vez, muy alejado de eso. Lo cual no entendió, confundiendo un rotundo rechazo con ardiente aceptación.
¿Será en una nave extraterrestre? ¿O será un delirio como creer que estaba en el cielo?
Bien contado. Un abrazo.
Hola, Creo que es un pobre hombre que vive en su mundo irreal, lo cual puede ser mejor que la cruda realidad le decepcione. Gracias por pasar. Un abrazo.
EliminarMe ha encantado esa salida de estar dentro de una nave alienígena de experimentación. Ha sido brutal ¡Ja, ja! Anda que te ha salido un personaje de lo más estrafalario, digno pariente de Ignatius. Muy, muy bueno todo el relato. Y muy gracioso también.
ResponderEliminar¡Suerte en el reto del tintero!
Hola, MJ. Me alegro de que te haya parecido como comentas porque eso es lo que pretendía hacer en consonancia con lo que se pedía. Gracias por pasarte y comentar. Un abrazo.
EliminarHola Isan la verdad es que todavía estoy procesando la historia. Me parece muy buena. El personaje protagonista y el final apoteósico no tienen precio. Suerte Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Me dejas contento con tu comentario. También te deseo a ti suerte. Un abrazo.
EliminarMuy bien narrado, Isan. Ciertamente, a tu protagonista se le nubló la razón hasta el punto máximo. El final es sorprendente, me gusta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Carmen. Sí,un poco nublado estaba porque no distinguía la realidad de los deseos. Gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarHola Isan. Irónico y simpático y bien contado relato que en más de un momento me ha sacado una sonrisa, por no decir algo más. Un personaje muy bien creado y similar al Ignatius homenajeado en esta edición, incluso en su descripción física. Al pobre lo pierde su excesiva devoción por su amor platónico, hasta llegar a creerse que ese "te amo" iba dirigido a su persona. A partir de ahí se desencadenan toda una serie de sucesos cada cual más estrambótico, hasta dar con el protagonista en un hospital más muerto que vivo. El hombre tiene una tendencia innata para deformar la realidad e inventarse situaciones y lugares irreales, supongo que en algún momento saldrá de su error y se dará cuenta de que no, no es una nave extraterrestre jaja. Eso sí, ni aún en el último momento pierde la esperanza de recuperar a su amor perdido. Muy buen trabajo. Un saludo.
ResponderEliminarHola. Jorge. Está claro que los personajes gordos tienen mas atractivo en la narración que otro cualquiera. No sería lo mismo que contara que un tipo de 1,75 bien vestido le pasara eso. Y por esa atractivo, también se le quiere más a quine todo le sale más. La esperanza es fundamental para mantener la ilusión. Gracias por este comentario tan certero. Un abrazo.
EliminarEs que así es la vida, Isan. Una nave de experimentación donde en cuanto creemos tocar el cielo con la mano, de varios patadones vuelven a conectarnos a los cables. Y de dolor en dolor parece que vamos aprendiendo. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Juana. Pues bien mirado puede ser como dices que somos conejillos de indias. Te agradezco el comentario. Un abrazo.
Eliminar25 mg. de haloperidol le hacen falta ahora por no haberse medicado antes. Para bajarse del amor y de la nave extraterrestre.
ResponderEliminarTu personaje es un sutentico desastre, no hay por donde cogerlo. Peor que Ignatius que es difícil.
Quizás este mejor en su nube, o quizás no tiene más remedio.
Has retratado el más...pffff...no sé qué poner...de los que he leído hasta ahora.
Bravo
Abrazoo
Hola, Gabiliante. Lo mejor, está claro, es que mantenga la ilusión y la esperanza del reencuentro, ahí esta el ejemplo de don Quijote con su Dulcinea. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
EliminarHola Isan, me da penita este personaje, ¡le pasa de todo! inocente alevin de más de cien quilos y esa mala gente. Si no estaba muerto, no de la nave me da que tampoco va a ser. Ël ya se imagina en otro espacio sideral, al menos toca con la punta de la nariz la esperanza. Un abrazote
ResponderEliminarHola, Eme. No tiene pinta, pero igual a partir de esa situación se produce la transformación y sale reformado. Gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarHola, Isan. Aún estoy asimilando el último giro. Si bien la historia iba tornándose cada vez más macabra ese giro ha sido la guinda. Vaya personajazo. Del que se cree sus propias fantasías, qué digo fantasías, sino que interpreta las cosas según lo que le apetezca, como unos arañazo de defensa propia, ja, ja. Esa parte me ha encantado, él sintiéndose correspondido y el resto tratando de hacerle entrar en razón a base de curtirle el lomo. Supongo que el abuso de cerveza hizo de las suyas, y, como dice Eme, puede que lo de la nave solo sea una parte mas de una mente desquiciada que se las ingenia de la manera que puede.
ResponderEliminarMe gustó mucho, compañero, me hiciste pasar un muy buen rato.
Un abrazo!
Hola, Pepe. Pues muy halagado con tu comentario y contento por haberte hecho pasar un buen rato. A este tipo me lo imaginaba siempre en el mismo bar bebiendo cerveza sin parar y haciendo gracias a la concurrencia. Efectivamente no hay nave extraterrestre sino psiquiátrico. Te agradezco mucho el comentario. Un abrazo.
EliminarBuenísimo, Isan. Una situación que encajaría perfectamente en "La conjura de los necios". Has logrado un relato muy visual, muy divertido y con un giro final tremendo. Me ha encantado.
ResponderEliminarHola, Marta. Me alegro de que te haya parecido así prrque de eso trataba la propuesta. Gracias por pasar por aquí. Un abrazo.
EliminarSi, ahora entiendo de donde le ocurre a uno todas estas cadenas de sucesos infortunados.... son INDUCIDOS, puede que al despertarse el gordo se de cuenta que no esta en una nave, sino que el es un cerebro en un sotano en donde un cientifico le crea esas falsas memorias.
ResponderEliminarTodo es posible.... la cuestion es, porque los experimentadores SIEMPRE nos hacen sufrir? que no podian darnos pensamientos e ilusiones de felicidad?
Hola, Jose. Seguro que va a ser como dices: falsas memorias. Esperemos que los experimentadores se vayan refinando y se convenzan que es mejor crear ilusiones de felicidad. Muy oportuno tu comentario. Un abrazo.
Eliminar¡Hola, Isan! No sé, compañero, me has dejado sin palabras (o casi): ¡¡la imaginación al poder!! Y con ese giro final tan sorprendente que no tiene precio... Suerte y un abrazo!
ResponderEliminarHoal, Beri. No creo que te falten a ti las palabras, lugar donde te manejas de maravilla. Muchas gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarEsto es lo que podría denominarse, una serie de catastróficas desdichas; título igualmente de una peli en la que todo se va torciendo según se desarrolla la trama.
ResponderEliminarTu personaje a parte de un friky es un patoso de mucho cuidado que no da ni una.
Que injusta la vida de algunos.
Abrazo.
Hola, Francisco. El personaje es un friky pero vive feliz en su mundo, solo necesita la ilusión de una Yoanda, y un bar donde socializar. Gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarHola... hay que reconocer que son cosas que alguna vez me han pasado... Solo que no todas a la vez , Ja Ja... Pobre hombre que de alguna manera debe haber heredado la suerte del Coyote Wile y el Pato Lucas al mismo tiempo... me he divertido un mundo, ¡Saludos!
ResponderEliminarHola, Octavio. Pues sí, las cosas esas pueden pasar, pero no todas juntas, quizás ahí esté la gracia. Un fuerte abrazo.
EliminarQue aparatosa y trepidante aventura la del protagonista! No podía ser otra cosa que una abducción experimental alienígena! Ja, ja! La sorpresa final me ha encantado, aunque lo siento por nuestro amigo! Un abrazo y mucha suerte!
ResponderEliminarHola, Marifelita. No sufras por él, es feliz en su mundo y tiene una ilusión. Gracias por visitarme. Un abrazo.
Eliminar¡Hola! Vaya final más sorprendente. Buen relato. Un abrazo. :)
ResponderEliminarHola, Merche. Gracias por leerme. Un abrazo.
EliminarIsan un buen relato el cual me ha sacado una muy buena carcajada. Eres un candidato para una buena puntuación.Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen. Me gustaría que tu predicción se cumpliera, en cualquier caso me conformaré con que alguien se haya divertido al leerlo. Un abrazo.
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ResponderEliminar¡Remiáu, Isán!
Sí, su redacción –ágil, suntuosa y chispeante– es más propia de un felino que de un humano; y su reacción, humanamente apropiada para esos desencuentros inapropiados. ¡
¡Ah el amor, esa obnubilación que vuelve atontados hasta a los más avezados!
. ¿Está usted seguro de que no es una encarnación de Bastet para deleite de sus lectores? Ya ve que incluso los marcianos –y tenga seguro que también los murcianos– sienten curiosidad por su cercanía.
Sí, la vida es dolor. Y se lo dice este felino lleno de chinchones a causa de que su oculista le niega unas gafas que le aclaren la vista. Por suerte su escribir es lucido y claro.
¿Qué lo esperen en Holanda? Llévese bufanda y enga cuidado que allí no le den gato por liebre.
Un gran relato, compañero.
Hola, Nino. Ya veo que tus rimas perduran más allá del estupendo relato que te leí hace algún día del Cegatón, lo que te agradezco. Nos veremos en la gala. Un abrazo.
EliminarHola Isan.
ResponderEliminarMe has hecho reír con el estrafalario personaje que nos has traído. Un pobre friki que descubre que la mujer a quien ama, es nada menos que la novia de su jefe y entra en un bucle de torpezas en el que confunde rechazo con aceptación por parte de la joven y que lo deja fuera de combate.
Personalmente, creo que el pobre sigue metiendo la pata, y no está en una nave extraterrestre, sino en una unidad psiquiátrica del hospital, por lo menos. Y sigue delirando, como cuando pensaba que había muerto y estaba en el cielo.
No si al final, vamos a sentir lástima y le vamos a coger cariño, como a todos los desamparados patosos del mundo.
Bien narrado. Un abrazo y suerte.
Hola, Marlén. A estos personales patosos que les ocurren contratiempos indeseados se les acepta con con cariño, no exento de lástima, como dices, al menos en la literatura. Te agradezco el comentario. Un abrazo.
EliminarHola, David. Gracias a ti que haces posible todo esto. Un abrazo.
ResponderEliminarMadre mía, solo en su cabeza pasaba todo.
ResponderEliminarRealmente has descrito a alguien que da vergüenza ajena
Hola, de la Flor. Muy agradecido por comentar. Un abrazo.
EliminarHola Isan que personaje tan divertido al que le pasa de todo y mira por donde al fina no estaba muerto, lo de la nave alienígena es todo un puntazo.
ResponderEliminarUn abrazo
Puri
Hola, Puri. Como dice una canción de Pedro Navaja, "si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos". Pues todos los males le concentran en este tipo. Gracias por el comentario. Un abrazo.
EliminarHola, Isan. Muy buen relato. Está bien narrado, el protagonista es un puntazo y la historia tiene un giro final fantástico. Me he reído , he sentido lástima y me he comido la cabeza con el cierre. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Pedro. Me alegro de que que haya hecho reír que ese era el objetivo. Un abrazo.
EliminarMuy buen relato, Isan.
ResponderEliminarHas creado un personaje que llega a ser entrañable.
Mucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Gracias, Estrella. Suerte también para ti. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Isan. ¡Vaya personaje nos has traído en esta ocasión! Desde luego, como nuestro protagonista haya sido realmente abducido, los alienígenas no van a encontrar mucha inteligencia.
ResponderEliminarUn buen trabajo. Enhorabuena.
Hola, Bruno. Los alienígenas no encontrarán mucha inteligencia, pero seguro que se quedan sorprendidos de sus múltipes capacidades. Gracias ocomentar. Un abrazo.
EliminarJajajaja, Isan, me cae muy bien tu personaje!! Me he divertido mucho con el relato y el final es apoteósico,jajaja. Enhorabuena, un abrazo!
ResponderEliminarHola, Lola. Me aledro de que te hayas divertido. De eso se trata. Un abrazo
EliminarHola, Isan. Todo un personaje de peso, para nada ligero, nos describes. El hombre igual debió probar suerte en el casino porque a las mujeres parece que les cae gordo y si encima es la del jefe no se libra de una paliza. En fin, no es afortunado y bastante torpón, pero nadie es perfecto y fijo que saldrá de esta aunque sea como alimento para las mascotas de los alienígenas. Aunque yo tengo mis dudas al respecto y a lo mejor se despertó en el Zendal, que ahora está bastante vacío, y por eso creyó que estaba dentro de una nave nodriza. 😂
ResponderEliminarSaludos y suerte.
Hola, JM. Parece que nadie le ha enseñado la manera de comportarse con las mujeres ni tampoco con el resto de humanos. Habría que ver cómo es el ambiente del hogar para hacerse una idea. Esperaremos a la continuación del relato para verlo. La idea de picadillo para las mascotas me ha gustado. Muchas gracias por el comentario. Un abrazo.
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