Apenas han pasado 24 horas del comunicado de ETA anunciando el alto el fuego y quiero hacer este post al hilo de las primeras reacciones políticas que no se han hecho esperar, como no podía ser menos.
Mi primera sensación es que estoy profundamente decepcionado. No decepcionado por el comunicado, que es justamente lo que desde todos los ámbitos estaban pidiendo, sino por el nivel de las reacciones suscitadas. Algunas, digamos que en su línea de siempre, porque no pueden cambiar su discurso comprendiendo su hartazgo y todos los epítetos que quieras añadir. Pero de los políticos hay que esperar algo más. Su deber es afrontar esta nueva situación que se abre con altura de miras, pero me temo que no quieren hacerlo porque entre la casta política abunda la mediocridad, los intereses crematísticos en otros y ese valor supremo que es la sagrada unidad de España planeando siempre que se tocan estas cuestiones. Puede que alguno que sabe de qué va la cosa se lo esté tomando como una pose inicial.
Para no cambiar nada como dicen, se está hablando mucho. Y lo que se hablará. No puede ser que los políticos digan que este comunicado no cambia nada, que es más de lo mismo. Cualquiera que esté medianamente interesado e informado –y los políticos tienen el deber de estarlo- sabe que esto es irreversible. Otra cosa es que no interese o que queramos más. La nueva situación es infinitamente mejor que la anterior, si no que se lo pregunten a los amenazados, a los extorsionados y a los eventuales objetivos. No merece la pena extenderse más ante lo obvio. No se puede estirar la cuerda para intentar conseguir más o para alargar el conflicto a mis intereses. Es un juego peligroso porque la cuerda se puede romper o se puede volver contra uno como una goma. A no ser que ya esté todo hablado, que me extrañaría que no fuese así, y solo se están observando los adjetivos calificativos que empleamos y los tiempos.
Cierto que la organización sigue existiendo, que tienen armas y capacidad y que puede ser una decisión reversible, pero no se puede pedir todo ya. El arsenal hay que ir sacándolo poco a poco y con seguridad. A los presos no se les puede dejar tirados. Los militantes se tendrán que ´recolocar`. Y otras muchas cuestiones que habrá que ir negociando, si, negociando.
Otra cuestión importante es el de las condenas y los perdones. Habrá que hablarlo con quien sea y en qué términos. Pretender como exigen algunos que ahora mismo se entreguen, se declaren culpables, se arrepientan de todos sus pecados, pidan perdón y se les encierre para el resto de sus días, es de ilusos o no pisar la realidad. Ellos ya saben que su actividad criminal no está bien. Lo saben desde que comenzaron.
Esto es el principio del fin. No es una declaración de rendición, por tanto no se puede exigir que digan todo lo que uno quisiera. En otras circunstancias históricas similares las condenas han brillado por su ausencia. Me refiero a la sublevación del 36, a los guerrilleros de cristo rey, a la guerra sucia o a los GAL. Y, a propósito de este grupo, jamás emitieron un comunicado de disolución los unos y de condena los otros en los términos que ahora se exige. Incluso se admite sin rechistar el estilo chulesco y arrogante mostrado últimamente por Felipe González.
Estoy convencido de que este paso, los que se han dado y los que, sin duda, van a seguir produciéndose, señalan una voluntad clara de acabar con la violencia. Apuestan por un final irreversible. Han renunciado al liderazgo y dejan en manos de otros la resolución del verdadero conflicto que, más pronto que tarde se tendrá que afrontar: Autodeterminación y territorialidad.
Me apetece terminar –aunque peque de cursi- con el recuerdo de mi canción preferida “imagine” de John Lennon y su mensaje “una oportunidad para la paz” y con Joan Manuel Serrat: “Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti”. Pues eso.