2018-07-15

SANFERMINES, MITOS, LEYENDAS, TRADICIONES Y ALGUNA VERDAD

A los pamploneses y también a los navarros y vascos en general, les encantan las tradiciones. Se dice que si algo se repite tres veces, se convierte en tradición. Así pasa que, en cuestión de fiestas, se cuelan mentiras de calibre grueso y se aceptan con una candidez que no se ve para otras cuestiones. Buenos son cuando se les intenta colar gato por liebre.

Por entrar en materia, empiezo con la más gorda: el Santo. El tal Fermín no existió. Se ha ido tejiendo una leyenda en torno a su nacimiento y martirio a partir del siglo XVI. Pamplona tenía sus ferias de ganaderos y mercaderes en junio y octubre. Corría la pasta y lo celebraban. La Iglesia, muy amiga de meter su impronta religiosa a lo pagano y santificarlo todo, se trajo de Amiens (Francia) la leyenda de un individuo a quien supuestamente habían decapitado en el siglo III, pero de quien jamás se había tenido noticia hasta siglos más tarde. Así que ya tenemos un santo que jamás ha pisado ni Pompaelo (Pamplona-Iruña), ni Amiens, ni ningún otro sitio. A partir de ahí se le crea una familia y todo eso. Ya tenemos el mito. Milagros no se le conoce, pero seguro que, si se empeñan, los encuentran.
En contra de la creencia general, San Fermín no es patrono de Pamplona. El patrono es San Saturnino. Aquí nuevamente la Iglesia nombrando patronos a diestro y siniestro..

La canción y el imaginario colectivo es que S.F. era moreno de tez. El “santo morenico” le llaman cariñosamente. Ese color se le fue poniendo a la figura a base del humo de las velas que le ponían al pie. Algo muy habitual en la iconografía (lo de las velas y lo de la toma de color). Ahora cualquiera se atreve a lavarle la cara. No tendría parangón ni con el ecce homo de Borja o el reciente San Jorge de Estella.

Atribuyen el color rojo del característico pañuelo que se anuda al cuello a la sangre derramada cuando decapitaron al santo. Esto es directamente una burda tergiversación. Además, aunque mayoritarios, no todos lucen color rojo. Hay verdes, azules y a cuadros -cada vez más numerosos- como llevaban los caseros. Su función primigenia era quitar el sudor. Ahora es el principal distintivo de la fiesta.

Cuando en el encierro alguien se libra de que le pille el toro, dicen que ha sido gracias al capotillo de S.F. Dejar semejante responsabilidad al albur de lo que se le ocurra a alguien, haya o no existido, parece una osadía o una temeridad. A quien le pilla el toro, le pilla. Todos los años hay montones de heridos que, salvo los que por su imprudencia se lo ha buscado, no merecían tal suerte.
El número de corredores autóctonos es claramente minoritario y va disminuyendo. No es un rito iniciático por el que tienen que pasar todos los lugareños. Si pensamos en la paridad de género, no creo que llegue nunca. Hace años no se permitía correr a las mujeres. Ahora no hay discriminación, pero no se animan a correr. El encierro es un riesgo fundamentalmente porque hay factores que uno no puede controlar y no son precisamente los toros. Son quienes corren delante o al lado o permanecen estáticos con desconocimiento total de lo más básico. De todas formas, si quieres adrenalina, ahí tendrás a tope y las sensaciones posteriores son indescriptibles.

El atuendo es fundamentalmente blanco y, como complemento, el rojo. Originalmente se calzaban alpargatas de esparto, pero ahora pocos las llevan ya que eran un martirio más real que el del santo. Esta vestimenta lleva menos de un siglo ideado por la peña “la Veleta” que ya no existe. Con todo, es difícil ver a dos personas exactamente iguales. Quede claro de que no se trata de un uniforme, sino de todo lo contrario. Cada cual es libre de vestir como le venga en gana y añadir su sello personal, pero si se lleva algo que sea con estilo. Hoy el mercado de camisas es infinito. La faja es el atuendo más interesante desde mi punto de vista y el que peor se luce por lo general. La función era, y es, sujetar el pantalón, prevenir lesiones por los esfuerzos y contener gorduras. Hay quien gusta de llevarla como llevan los condecorados, fundamentalmente militares, el fajín. Debe ser estrecha y los flecos salir justamente de la cintura por el lado izquierdo.

Los mozopeña suelen llevar una blusa anudada a la cintura. Otra reminiscencia de la vestimenta ordinaria de antaño. Reconozco que viene bien para distinguirse entre peñas, para el frescor de la noche y para paliar en lo posible los efectos de los líquidos varios que pueden caer, pero esa forma de llevarla es lo más antiestético que conozco.
Siempre se comenta que llegan para fiestas un millón de visitantes. No los he contado evidentemente, pero quienes lo dicen tampoco. No veo espacio físico en una ciudad de doscientos mil habitantes para meter tanta gente. Más teniendo en cuenta que todos se concentran en la parte más antigua de la cuidad.

En S.F. se bebe mucho, se mea mucho pero fuera de tiesto y se tira todo al suelo sin ver si hay baños o papeleras –que los hay por doquier- y, aunque el Ayuntamiento se esfuerza en la limpieza, hay rincones intransitables.
Hay otros temas imprescindibles de las fiestas como son los llamados guiris o la Fuente de la Navarrería, que ya comenté el día 22/11/2011 en el post titulado «La Fauna Sanferminera» y que se puede ver pinchando aquí.

Como resumen puedo dar fe de que las fiestas de S.F. son las mejores del mundo. Son las más populares y abiertas. Cada cual se lo puede montar como le dé la gana. Se puede divertir gratis o gastando mucho. El alcohol no es imprescindible pero sí la música en la calle. Admito toda siempre que no sea reguetón. Me cuesta admitir este estilo.
Para terminar pongo una composición de cuatro fotos sobre las diversas formas de dormir que rompen el último mito de que en S.F. no se duerme. Se puede ver pinchando aquí.

2018-07-03

MI VECINA TRAJINA

Al despertar me gustaría asomarme a la ventana y contemplar el horizonte inmenso o, siendo un poco menos pretencioso, me conformaría con un  modesto parque con sus arbolitos y sus parterres. Pero no es así, qué le voy a hacer. Lo que llevo viendo hace unos cuantos años (y tiene pinta de que va a durar) es un patio interior. Bien cerradito pero, eso sí, lo suficientemente amplio como para que permita conservar cierta intimidad y no se entere el vecino de la conversación que estás teniendo en la cocina, siempre, naturalmente, que no lo hagas a voz en grito. La otra parte de la casa da a una calle más o menos tranquila pero con más juego para el comentario.

Volviendo a la actividad del patio, no me produce mayor atractivo saber lo que sufre o goza el vecindario, ya que ni el cotilleo ni el voyerismo tengo entre mis defectos o aficiones, hasta donde yo sé, pero uno a veces inopinadamente se fija en los detalles. En mi caso es la vecina de enfrente la que acapara mi interés. No lo que hace de ventana hacia adentro, sino hacia fuera. Lo suyo es un no parar y es que, esa ventana rara vez la encuentras sin ropa tendida. Esto me recuerda el dicho de: hay ropa tendida que advierte al interlocutor para que no comente ciertas cosas ya que hay niños y no conviene que las escuchen.

Así que en esa casa hay niños. Se nota en la ropa y hay una mujer tendiendo y luego quitando enormes coladas bien oreadas y secas. No voy a hacer un estudio sociológico, pero podría dar una aproximación a tenor de la frecuencia de lavado, de la calidad del tejido, del gusto, de la edad de los usuarios, etc. Simplemente me he limitado a sacar unas fotos. Son doce. Podría pegarme el pegote y decir que cada una corresponde a un mes del año, pero la realidad es que las he sacado  en un par de semanas sin estar muy atento, lo que demuestra la capacidad de trabajo de la susodicha vecina.

He realizado una composición con las doce fotos. Se puede ven pinchando aquí o en la pestaña superior IMÁGENES. Están ordenadas cronológicamente. No tienen nada especial. Únicamente me llamó la atención la última foto de la primera línea y la primera de la siguiente donde se ve que, mientras la vecina que nos ocupa ha cambiado la colada, la vecina de abajo mantiene la suya tal cual. Para la última foto me he permitido esperar a que se asomara la protagonista. Me he sentido un poco voyeur, pero me ha dado la oportunidad de conocer su aspecto.

En otra ocasión hablaré sobre las vistas que ofrece el otro lado de la casa donde, a modo de anticipo, puse una foto en este blog allá por navidades.