2015-03-27

LO IMPORTANTE ES PARTICIPAR Y GANAR

Hablaba en mi anterior entrada acerca de frases que jamás deberían decirse. Entre ellas esa tan repetida de que lo importante no es ganar sino participar y prometí una explicación al porqué debería desterrarse del lenguaje.

Soy consciente que negar esta frase de Pierre de Coubertín aplicó a la participación en los Juegos Olímpicos suena extraño cuando está tan asimilada por todos, pero todo tiene sus matices.

No creo que sea un exceso de competitividad afirmar que lo importante es participar y ganar, ya que estoy convencido de que todo el que compite o confronta con otros hace para ganar. Luego veremos cual es el concepto de ganar o qué se puede ganar. También hay quien dice que lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro, lo cual, aparte de una ocurrencia, se puede considerar una postura un tanto mezquina, pero que debe motivar bastante, sobre todo si a tu rival le tienes ganas. Mayor ocurrencia a propósito de la frase es que si no puedes ayudar, estorba, lo importante es participar.

Decir que lo importante es participar sin más puede servir como consuelo cuando se pierde, pero el objetivo de cualquier competición está en el triunfo. Cualquier otra postura es partir derrotado de antemano. Si ponemos al listón a ras de suelo, no hay ni motivación ni objetivo que superar. Hay, además ocasiones en las que participar solo sirve para que otros consigan la gloria o para justificar un concurso donde quien gana es el organizador.

Quien se presenta a una oposición lo hace con intención de llevarse la plaza. Quien participa en un negocio, lo hace por obtener una rentabilidad económica. Quien se presenta en política lo hace para medrar él y su grupo. Quien se presenta a un concurso literario es para que publiquen su obra. Quien coopera de forma altruista con una ONG no lo hace por pasar el rato sino que pretende paliar una necesidad y satisfacer su deseo de colaboración.  Quien galantea a otra persona aspira a llevarse su favor. Quien compite en el terreno deportivo se marca objetivos que, si los consigue, ya ha ganado.

El hecho de medir fuerzas con otros rivales es muy satisfactorio en sí, pero aunque no se pueda ganar, se pueden lograr objetivos intermedios: dar el máximo de lo que se es capaz, superación de marcas propias, adquirir experiencia, perfeccionar habilidades, entablar buenas relaciones, cohesionar un grupo, mantenerse en forma, satisfacer el ego o simplemente hacerlo bien. Triunfos muchos de ellos que no tienen que depender estrictamente del resultado final.

Así que siempre que se compite hay que marcarse unos objetivos que nos cuesten pero que sean alcanzables. Superar unos retos ya que de otra forma nos puede llevar inmerecidamente a sentir que se ha fracasado.



Y todo esto es tan importante como saber asimilar la derrota, ya que también saber perder es ganar. En cualquier caso competir en cualquier faceta de la vida jamás debe acabar siendo frustrante. 

2015-03-20

FRASES QUE HABRÍA QUE DESTERRAR DEL LENGUAJE

Hay palabras y frases que aparentemente parecen inocuas o incluso ingeniosas. Oímos de vez en cuando frases que habría que desterrar del lenguaje. Seguro que están hechas por alguna mente perversa que las ha colado en el habla cotidiana a modo de veneno invisible pero muy eficaz, se ha generalizado su uso y se sueltan sin haber analizado su corrosivo alcance.

No les encuentro ninguna virtud a frases como:

-        Dame pan y dime tonto.
-        Mientras nos pongan la comida en el plato…
-        Doctores tiene la Santa Madre Iglesia.
-        Es mejor malo conocido que bueno por conocer.
-        Lo que ocurre es lo que conviene.
-        El destino está escrito.
-        No nos podemos revelar contra el destino.

Hay más, pero valgan estas como muestra. Son frases que revelan una actitud mojigata y negativa. Todas denotan conformismo, sumisión, apatía. Parten de una persona que está derrotada de antemano, cuya virtud es la mediocridad, la falta de ambición o de imaginación.

Hay otras que tampoco me gustan por su carga de negatividad, aunque pueden tener distintas lecturas como: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey, o lo importante no es ganar sino participar. De ésta hablaré más extensamente en otro post.

Se viven vidas que en otra situación de mayor libertad de elección no desearíamos y se aceptan las que nos han diseñado otros para su beneficio.

Por lo general estamos instalados en lo que se podría denominar una cómoda mediocridad. Es una situación a la que te amoldas con facilidad, das por bueno lo que tienes y que te permite vivir, por lo que no hacemos nada por cambiarla. Esto es el conformismo.

Soy consciente que los cambios en nuestra forma de actuar o de pensar crean inseguridad y que estamos acostumbrados a buscar certezas en nuestra vida, pero si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo, decía acertadamente Einstein.

Y puestos a citar, por una vez me voy a conformar con que sean otros quienes completen esta entrada. Yo no podría hacerlo mejor.

Ortega y Gasset decía que lo que más vale de un hombre -se refiere naturalmente al ser humano, el idioma castellano es muy machista y yo no voy a enmendarlo- es su capacidad de insatisfacción.

Alejandro Dolina dice que cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez.


2015-03-06

MÚSICA Y RECICLAJE

Tenía para mí que entre los muchos efectos beneficiosos de la música, uno de ellos era que nos igualaba a todos. Es posible que en el gusto por determinados grupos sea así, pero, como en todo, también aquí hay clases.

El grupo sonaba bien. Su nombre Abbey Road lo dice todo. Andan por ahí tocando música casi exclusivamente Beathes, como no podía ser de otra manera, reciclando -o manteniéndola actual- una banda única que hizo historia y reciclando también una época rompedora que igual habría que reivindicar. El local de actuación fue mercado municipal de abastos que también han sabido reciclarlo dándole un aspecto ecléctico. Se llenó de gente con una media de edad que no se suelen ver en conciertos de músicas análogas, pero, a su vez, con una vitalidad que para sí quisieran los de similar edad que acuden a otros conciertos más convencionales.

Unos se han ido adaptando a los tiempos con naturalidad, otros no lo necesitan -aunque hay que decir que eran los menos- y otros que seguramente necesitarían un reciclaje urgente de arriba abajo, por dentro y por fuera. Pero eso, me temo, que no esté a su alcance. La medicina no ha llegado tan lejos.

Las canciones iban sonando cronológicamente. Cuando íbamos allá por la época de India, las drogas el movimiento Hippy pacifista, contracultural y libertario, apareció el señor Alcalde de la cuidad. Qué momento tan oportuno. Un señor tan de derechas, tan circunspecto y tan amante del orden a base del palo y tente tieso. Al menos fue discreto. Todo lo que se puede cuando a su lado, pegado como una sombra, lleva alguien que se nota que no es su colega.

No me consta si pasó por taquilla, pero sí es cierto que la dirección advirtió su presencia por los taburetes que amable y discretamente pusieron a su disposición. Tampoco consta si fue gentileza de la casa o a petición de parte, en cualquier caso el primer mito que cae es el de que la música nos iguala a todos.

El hecho de que estuviera el resto del concierto a mi lado, me dio la oportunidad de constatar que resultó soso -el Alcalde, no el concierto- y que cayera el segundo mito: que no todo es reciclable, y él era la prueba.

El concierto mejor de lo esperado. Terminamos todos haciendo los coros en uno de los improvisados bises y que oh! casualidad, quedó para el final. El tema Hey Jude. Salvando naturalmente las abismales distancias, por unos momentos me vi transportado a 1997 al Albert Hall de Londres y quise sentirme como si estuviera en el final de aquel concierto que con este mismo tema, hicieran nada menos que Paul McCartney, Elton John, Eric Clapton, Sting, Phil Collins y Mark Knopfler entre otros, para recaudar fondos para la isla caribeña de Montserrat, destruida por una erupción volcánica.

De acuerdo, me he pasado un montón porque el paralelismo es imposible, pero me apetecía la exageración. Con los aplausos finales y las luces volví a mi realidad reciclada. Estos eran simplemente Abbey Road.

Mi móvil captó un momento del concierto en una mala imagen que por falta de calidad no puedo añadir, lo que induce a pensar que quizás le ha llegado el momento de reciclarlo.