2015-02-14

MALDAD COLECTIVA

Los seres humanos tomados individualmente podemos ser buenos, malos o a ratos. Hay personas que rozan la excelencia, otros son mediocres; hay bellísimas personas y quienes son auténticos canallas.

Tomados colectivamente, como cuerpo unitario, no lo sé. Un Estado por ejemplo. Habrá en él individuos canallas, mediocres o excelentes, pero el conjunto es uno. Seguramente representa lo que sus dirigentes son, pero están ahí porque se lo consienten sus administrados.

Estoy convencido de que no hay tirano que pueda aguantar en el poder si tiene en contra la voluntad decidida de la mayoría, por mucho armamento o represión que emplee. Así que o hay consentimiento o no hay voluntad mayoritaria y decidida, lo que en la práctica viene a ser lo mismo. Lo mismo que sirve para un tirano, sirve para un sistema.

En el panorama de las relaciones internacionales hay tensiones, conflictos y guerras abiertas. La excusa es que la geopolítica es muy complicada. Pero lo que quiere esto decir es que alguien lo está haciendo mal, que alguien es un canalla. O todos.

A los ciudadanos de los países occidentales se nos vende la idea de que existe el eje del mal. Lo perverso de países como  Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Irán. Pero este es un club muy selecto ya que no meten en el lote a otros países amigos como Guinea Ecuatorial, Haití, Marruecos, Arabia Saudí o Sudán, por citar algunos destacados. Solo si son socialistas o simplemente con tendencia social se les empieza a mirar mal, si no se les cataloga directamente de dictaduras. Pero la lista es interminable. Son la mayoría de África y muchos otros de todos los continentes. Países con regímenes civiles, militares, monárquicos o mediopensionistas.

Formalmente se mide el grado de democracia de un país con parámetros como elecciones libres y el respeto de los Derechos Humanos. Hay algún estudio de la ONU que asegura que el 55% son estados sin libertad o parcialmente libres y que el 60% de la población mundial vive en países de semilibertad o en ausencia de ésta. Pero el grado de cumplimiento de la inmensa mayoría es discutible especialmente en Derechos Humanos, porque lo de la libertad es un término muy manoseado que cada uno lo interpreta a su modo y manera. Los recortes en los países autodemoninados democráticos cada día son más y más sutiles con la excusa de la seguridad y la amenaza externa.

Damos por hecho que nosotros somos los buenos y los otros los malos. Buenos o malos por emplear términos simplistas al uso. Ya sabemos cómo a los gobernantes les gusta tener enfrente enemigos malos, cuanto más malos mejor, que sirvan de unión interna de su pueblo frente al externo y justifiquen sus tropelías internas y externas que no esconden otra cosa que la explotación económica.

 Unos y otros para solucionar esto se arman más y procuran sacar más músculo y, para que se vea, de vez en cuando lo emplean para medir sus fuerzas, para que algunos se forren y otros se mantengan en el poder.

Así que admitimos que hay estados, países, naciones, organizaciones, grupos o colectivos que son la maldad personificada. Pero estos, a su vez, es seguro que piensan de nosotros lo mismo que nosotros de ellos y seguramente ambos tienen razón -su razón- al menos parcial.