2013-05-31

PROTOCOLO NOTARIAL

Gustan los Notarios, especialmente ellos, de adornarse de un lenguaje formalista, que resulta rebuscado, arcaico y anacrónico, lo que reviste –sólo aparentemente- de solemnidad un acto que no pasa de ser un mero trámite administrativo. Cuando lees unas escrituras, aunque no conozcas su contenido, te das cuenta de inmediato de que se trata de un documento notarial.

En estos ambientes de la Ley y el Derecho todo es apariencia y formalismo. De tal modo es así que, en muchas ocasiones, la forma tiene tanta importancia como el fondo. Una palabra de más o de menos, una fecha vencida, un papel no cotejado o una norma no aludida, pueden dar al traste con una legítima reivindicación  ajustada a Derecho.

Este lenguaje extravagante cobra especial relevancia en los protocolos notariales referidos a las herencias. En Navarra se debe hacer constar que se ha advertido al testador si desea realizar mandas pías o benéficas. La ausencia de esta referencia –a mi modo de ver totalmente inútil- da por nulo el testamento. Otra peculiaridad Navarra es la obligación de testar cinco sueldos febles o carlines por bienes muebles y una robada de tierra en los montes comunales por inmuebles. Su ausencia podría dar lugar a la anulación. En el fondo es una fórmula que encubre la decisión de desheredar a alguien ya que, en realidad, se le lega humo.

Otra cuestión es lo que hacen los herederos. Se puede recibir la herencia a beneficio de inventario, lo cual está muy bien por si se trata de un regalo envenenado, o puedes directamente repudiarla. 

Recientemente yo he pasado por Notaría para uno de estos trámites. Hubo de todo. Dos repudiaciones. Cuatro que antes se llamaban tal y ahora cual. Otros cuatro –pero no los mismos- cuyo estado civil era divorciado. En seis herederos se acumulaban siete divorcios, varios repitiendo, aunque este dato no consta. Los empleos que cada compareciente tubo a bien adjudicarse –no sé para qué sirve este dato- son de lo más variopinto y multidisciplinar. Emérito, asesor, funcionario, operador, empleado, ninguno. Mayor inconcreción no se puede dar. Todos sirven para cualquier cosa y para lo contrario.

Y la tercera parte es que alguien que no estaba llamada al acto, se presenta como una interesada más sin formar parte de los herederos. Se lleva lo que en México se conoce como la mordida. Se llama Hacienda y no formaba parte de la familia aunque Hacienda, dicen, somos todos. De una simple vivienda familiar es capaz de arramplar unos miles de euros, sin moverse del sitio, sin especulación. Un bien que a lo largo de su existencia ha sufrido múltiples impuestos: de adquisición, de bienes inmuebles, plusvalías, contribución urbana, patrimonio, anteriormente con la renta. Que seguirá contribuyendo mientras se mantenga en pie y, cuando se caiga, por el solar y luego por lo que ahí se vuelva a construir. Que se compró con un dinero que previamente había sufrido tributación por rendimientos en renta. Que se calcula sobre una tasación catastral inflada que supera la valoración de mercado.

Y la historia se repetirá una y otra vez cuando el mismo hecho ocurra. Pero entonces ya no lo veré yo.  

2013-05-24

relato

La entrada de esta semana es la cuarta parte un relato que empieza a no ser breve. Se puede encontrar pulsando en la pestaña relatos.

2013-05-16

EL TUNEL DEL TIEMPO

En alguna ocasión me imagino hablando con algún erudito, pongamos de la edad moderna por situarnos en una época en la que triunfa el progreso y pongamos a Leonardo da Vinci o Isaac Newton -para que nos vamos a andar con pequeñeces- ya que cualquier otro es posible que no me entendiera. La idea no es que yo viajo a su época, sino que ellos se trasladan al momento presente y yo les muestro los avances de la civilización a la que ellos han contribuido tan decisivamente.

Seguramente les maravillaría mi narración con los muchos y grandes inventos: volar, viajes espaciales, comunicaciones, imagen y sonido, energía, armas de guerra o más simples como la bicicleta o la máquina de vapor. Otros serían más complejos: genoma humano, manipulación genética, computación, nanotecnología, energía atómica, por citar algunos.

Muchos de ellos se pueden explicar por sí solos. De otros bastaría un conocimiento mínimo, pero de la mayoría, a buen seguro, tendría dificultad para explicar de forma comprensible en qué consiste, cómo se consigue o para qué sirve. Demasiada sofisticación para hacerlos entendibles por quien es mero usuario. Y aquí nuevamente la barbarie del especialismo que decía Ortega y Gasset. Hay casi tantas ingenierías como individuos. El sabio -como lo eran ellos- ya no existe. El científico está constreñido a un campo muy estrecho del conocimiento. Es el prototipo del hombre-masa.

La segunda parte viene cuando tendría que hablar del progreso social y personal. No sabría qué decirles. Hemos alcanzado altas cotas en tecnología pero no llega a todos por igual. En cuestión de bienestar vamos en claro retroceso y eso los que habíamos alcanzado un nivel, porque hay quien todavía está como en la edad media.  Hemos avanzado en ideas y derechos pero diría que en muchas ocasiones y para según quien y donde, de manera más  formal que real. Porque cómo podría explicar que en el tercer milenio con todos esos avances se torture a un semejante o se le someta a tratos inhumanos o degradantes; se condene a muerte en un juicio, y me da igual el motivo; se desplace de un lugar en nombre del progreso (el de otros)  a quienes han vivido allí ellos y sus ancestros; se discrimine por el color de la piel, el sexo, el idioma, o la opinión política; se obligue a trabajar en esclavitud; se le detenga arbitrariamente, sin garantías procesales ni presunción de inocencia; se le impida la libre circulación o residencia; haya injerencias en su vida privada; se le impida el derecho a la propiedad, a la libertad de pensamiento, de opinión, expresión, reunión o asociación.

Para qué seguir. Son derechos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, solemnemente proclamados y sistemáticamente incumplidos. Y aquí es donde se me caería la cara de vergüenza y debería callarme y seguramente ellos, espantados, me pedirían el camino de regreso a su época donde se sentirían más seguros.



2013-05-03

MEMORIA SELECTIVA

Que cada uno entiende la fiesta según le va es algo evidente. Lo vemos constantemente en nuestro devenir diario. Un mismo hecho objetivo cada uno lo percibe de distinta manera, lo interpreta según su subjetividad  y lo cuenta a un tercero con los adornos que gusta añadir. Las tres fases pueden ser un relato diferente.

Dicen los expertos que tenemos una memoria selectiva. Es indudable que no nos acordamos de todo y que lo que nos acordamos sufre un maquillaje posterior. Podemos relatar episodios de nuestra infancia como recuerdos almacenados, quitando o poniendo partes según interesa, que desfiguran completamente la realidad de lo acontecido. Puede ser que esos recuerdos los hayamos reconstruido a partir de informaciones posteriores o de fotos, añadiendo retazos de nuestra personalidad actual. Es lo que se denominan falsos recuerdos que no tienen por qué haberse cambiado a propósito.

Todo esto ha venido a mi pensamiento porque puede que dentro de un tiempo tenga que declarar como testigo de un atropello circulatorio. Y aquí es donde entra en juego mi memoria. Porque los detalles son importantes. No es lo mismo estar a un lado o a otro de una línea de diez centímetros de grosor. Procuré no perder detalle a partir de que fui consciente del hecho de que tendría que hacerlo. Memoria fotográfica.

Recuerdo el lugar exacto del impacto, el tiempo que tardó en frenar el coche llevándose a la criatura por delante unos metros. Recuerdo el color amarillento pálido del pelo de conductor a juego con la carrocería del vehículo y cómo, en un acto inconsciente éste trató de levantar a la niña. Yo estaba allí para impedirlo, para calmar a ambos y poner bajo su cabeza -de la niña me refiero- una toalla -que casualmente llevaba por venir yo de la sauna- para que se le hiciera menos incómodo el duro asfalto. Recuerdo haberme acercado a un local cercano para avisar a sus padres cuyo nombre me dio la chiquilla que estaba seguramente ilesa pero asustada, nerviosa y llorosa.

Recuerdo cómo empezó a agolparse alrededor gente de lo más variopinta. La conductora del vehículo de atrás empeñada ser testigo, pero que, por ir detrás, vio poco. El joven que iba por el otro lado de la plaza. Ambos querían quitarme el protagonismo que legítimamente me correspondía. Dos médicos que se presentaron, uno de ellos como pediatra. Una sudamericana que sacó su móvil última generación para avisar, pero que seguro que su intención era encajarnos un contrato de permanencia. Un señor que conozco del barrio que le falta un hervor y siempre aparece cuando ocurre algo. Y algún curioso que, atraído por el morbo, sacó alguna foto desde el coche.

Recuerdo todo eso nítidamente, pero extrañamente no recuerdo el lugar exacto donde yo me encontraba. Al de atestados le dije que en la mediana, pero puede que fuera en la otra acera. Así que mucha memoria fotográfica, pero seguramente lo que he almacenado ha sido una toma con zoom de manera que he acercado el plano.

En poco tiempo el caos circulatorio fue total. Llegó la policía antes que la ambulancia. Restableció la circulación, nos apartó a los testigos, aparecieron los padres y se llevaron a la niña en camilla completamente inmovilizada, cuando ella lo que querría seguramente era seguir con sus patines.