8:15. Hoy no me da pereza levantarme. Es viernes. La semana está liquidada. A estas horas hace rato que estoy solo en la cama.
8:30. Como todos los días, unos estiramientos y unas flexiones. Aseo. Después ventilo y hago la cama. Rutinas diarias.
8:45. Café con leche, miel y un puñado de bayas de Goji. No necesito más. Dicen que hay que empezar bien alimentado, pero esa rutina cuesta asumirla.
8:55. Compro la prensa y me voy andando al trabajo. Creo que la calidad de vida empieza así. Cinco minutos andando. Tal vez me sobra el abrigo.
9:00. Enciendo el ordenador. El trabajo ya lo sé. Es continuación de lo que ayer dejé pendiente. No hay que planificar tareas nuevas.
11:30. Después del café de las 11 realizo esa visita pendiente. El viernes es un buen día para cerrar asuntos y empezar a relajarse.
14:00. Limpio la mesa de papeles. Retiro el calendario, el teclado y el ratón. Que se note que es fiesta. Hasta el lunes no los tocaré.
14:05. Compro el pan y miro el correo. ¡Cielos! El vecino de enfrente espera el ascensor. Mentalmente me preparo para la conversación.
14:06. -Dicen que este sábado viene lluvia-, me suelta a modo de saludo.
-Si, pues como no llueva pronto…los campos están fatal- respondo.
14:07. Miro el correo entre indiferente y distraído. Ya hemos llegado. –Bueno, a ver si nos dan de comer- se despide. -buen provecho.
14:15. Ya estamos todos en la mesa. Hoy de primero toca pasta, para no variar. Es la rutina alimentaria de los viernes.
17:00. El viernes a la tarde es el día de la compra. Miro por aquí y por allá y me hago una idea de lo que se necesita. No me gusta hacer lista.
17:30. Primero al Súper que está debajo de casa. Luego al mercado. Me gusta especialmente este lugar de proximidad. Les conozco y me conocen.
18:00. El carro se va llenando de verdura, fruta, queso, carne y pescado mientras voy dejando retazos de mi vida en confidencias livianas.
18:30. No hay tiempo para descansar. Distribuyo la compra y tomo un café mientras resuelvo el sudoku de la prensa, o al revés.
19:00. Decir viernes es decir partido de tenis. Es la razón de ser de la pasta de la comida. Esta es la rutina más placentera del día.
20:30. Toca fregar. Entra dentro del lote de tareas domésticas asignadas. Después da tiempo para mirar el correo, el blog y curiosear por la red.
22:00. El sofá es mío. El mando a distancia es mío. La tele es mía. Y es que el viernes es mi día. Este es el pacto convertido en costumbre.
23:30. Qué gran invento el mando a distancia y qué gran basura la programación. Alternaré entre una peli y un partido de pelota.
24 y...Ya no puedo más. El chocolate me ha mantenido algo en vela, pero el cansancio y la basura televisiva aceleran mi sueño. Me voy a la cama.
Y ¿Esto es todo? ¿No hay más? No. Esto es sólo la epidermis. Es la rutina del día. Entre medio ha habido muchas relaciones, muchas conversaciones, algunas risas, algunos consejos, algún grito en mi partido de tenis, pero, sobre todo, muchos pensamientos. Y una sensación que me queda. Nos relacionamos, vivimos cerca de mucha gente pero lejos de su corazón.