Para entrar en situación pongamos que es un día cualquiera de enero. Pongamos que es la principal plaza de la localidad. Y pongamos que unos amigos de unos veinticinco años están charlando en un banco de esa plaza.
Tal vez la escena -por habitual para el común de los mortales- no revista mayor atención, pero dos dotaciones de Policía Municipal, con la sagacidad que les caracteriza, se acercan porque:
a) Están cometiendo un ilícito.
b) Están alterando el orden público.
c) Están en las listas de los más buscados.
d) Están comiendo pipas.
Efectivamente, la respuesta correcta es la d.
De los pormenores puedo dar detalle como el trato provocador, pero me quedo con que les obligaron a recoger –una a una y a mano- todas las pipas. Y, ya puestos, procedieron a su identificación, previa amenaza de enchironarlos, y a largarles la correspondiente multa alegando que se han quedado tres cáscaras por ahí. Hay que hacer caja, que con las dietas las arcas municipales las vaciamos en un pispás (no confundir con Plis Plas). Como prueba de tamaña fechoría levantan atestado fotográfico y, de paso, también de la lata de Coca Cola que uno de los chavales ha dejado encima del banco mientras recogía.
La cosa puede parecer divertida, incluso jocosa, pero a mi no me hace ni puta gracia. Por la desmesura de los medios empleados, por la prepotencia de los de la porra y porque uno de los chavales era mi hijo.
Les levantáis a cada uno 300 euretes de nada por una foto. Parece que no les cuestan porque son las migajas de sus fabulosos sueldos inexistentes. Quéjate de los trileros. Estos tienen otros métodos más sofisticados. Y agradecidos porque no se les han ocurrido otras gracias. Hay quien, por menos, ha terminado frente a Garzón.
¿Os molesta su ociosidad? Pandilla de degenerados que se dedican a comer pipas en medio de una plaza a la vista de todos. Flagrante delito cometido con alevosía y diurnidad. ¿Semejante indolencia merece tan desproporcionada respuesta? Toma modelo de policía de proximidad. Tanta que se convierte en acoso.
Recortan los presupuestos en dotaciones sociales, culturales, etc., pero no en policía porque se tienen que dedicar a estas cosas. O tal vez se dedican a estas cosas para justificar su sueldo dando apariencia de eficiencia.
Rambos amparados en la legalidad, que más que legalidad parece patente de corso. Cipayos al servicio de alguna mente enferma con mando en plaza. ¡Que os den!