2011-07-14

VEJEZ Y CALIDAD DE VIDA (II PARTE)

      A José Mari, como buen funcionario de los de antes, la jubilación le legó al cumplir los 60.

      Aprovechó este tiempo, entre otras cosas, para desarrollar sus habilidades manuales. También tenía proyectos intelectuales más ambiciosos que fabricar “recuerdos de Olleta” en madera de boj, como era escribir sus memorias. Contaba con material, tiempo y apoyos, pero lo fue posponiendo por una razón u otra. Entre ellas ese ordenador de segunda mano que le regalé y del que, al parecer, no supo encontrar todas sus potencialidades.

      - Esta es la etapa más feliz de mi vida- solía comentar.

      Pero el tiempo es a la par inexorable y cruel con las personas. Cada día los ingresos hospitalarios se hicieron más frecuentes y cada día el deterioro se hacía más palpable. La dependencia del oxígeno, de la alimentación, de la medicación, las limitaciones y carencias se fueron multiplicando.

      Aquella etapa feliz se convirtió en esto no es calidad de vida, que solía repetir. Y ese convencimiento de la irreversibilidad lo llevó a lo inevitable

      No quiso prolongar una vida a la que ya no podía sacarle nada y se dejó ir de manera elegante para sorpresa de todos.

2011-07-04

CALIDAD DE VIDA EN LA VEJEZ (I PARTE)

      Este pasado y caluroso domingo, a eso de las 11 de la mañana, me senté en un banco de un parque. Día perfecto, lugar perfecto. Buena sombra, buena vista y mucha tranquilidad que, de un momento a otro, esperaba que se alterara con las protestas de mi madre, aparcada a mi lado en su silla de ruedas.

      Para mi asombro estuve media hora cruzando alguna mirada, alguna sonrisa pero ninguna palabra.

      -Esto ya no es lo que era- pensé para mi. Seis semanas antes, pues ese es el tiempo que me toca con ella de finde, no habría pasado un minuto sin empezar a oír sus protestas: ¿Qué hacemos aquí parados? Me canso. Vamos a pasear. Tengo frío. Tenías que haber traído la manta. ¿No puedes hacer eso en otro momento?

      Mi madre ahora come poco, habla menos y no se mueve. No se viste ni se lava. Son funciones que ha delegado en sus hijos, especialmente en la que con ella vive. Es capaz de permanecer todo el día en la misma posición –aunque te pida que le muevas- en su butaca, cogidas ambas manos a la altura del pecho,  la cabeza inclinada y ladeada y los ojos entornados.

      Ya no le interesa lo que diga la tele y no se acuerda de lo que pasó ayer. Vive en un mundo interior tan limitado como el exterior.

      Cada día Marce -que así se llama por gusto de su marido, ya que de soltera era Luisa- se deteriora más y sabemos que es irreversible.

      No se puede esperar mejoría ante el deterioro de la vejez. Esto es como una película que ya conoces su desenlace final. Hay que asumirlo porque no queda otra. ¿O si?